Estamos viviendo una pandemia y una crisis económica globalizada, que no tiene precedentes en las últimas décadas. Son millones las personas que hoy se encuentran confinadas en sus casas. Cuando se supere esta crisis del COVID-19 será evidente que ya es hora de encarar globalmente, y sin más demoras, las amenazas que acechan a todas las naciones. Necesitaremos acordar todo lo que sea necesario para superar estas amenazas, esto implica prestar preferente atención al cambio climático, sin ninguna excepción por nivel de riqueza o por localización geográfica. Por estas razones, debemos asegurar que cuando recuperemos los niveles productivos y de empleo, no podremos dejar de lado la necesidad de comenzar a transitar hacia una nueva economía, que tenga por objetivo global preservar el medio ambiente en el planeta.
Todo indica que este año se caracterizará en todos los países por su retroceso económico, por esta razón son muchas las naciones que ya están encarando programas públicos orientados a recuperar sus niveles de actividad. Es una oportunidad para implementar también iniciativas de inversión que apunten, no solo a superar la recesión sino también a un nuevo escenario energético más amigable. Esta pandemia está enfrentando a la humanidad con dos grandes crisis: la amenaza a las vidas humanas y también a la actividad productiva y el empleo. Los gobiernos deben afrontar estos desafíos, a los cuales se agregan la necesidad de reducir las emisiones, responsables de los daños del creciente cambio climático. La reducción de la economía mundial, la caída de los precios de las materias primas, la desaparición del turismo y el endurecimiento de las condiciones financieras mundiales, están afectando negativamente a muchos países, entre los cuales se encuentra Argentina.
La crisis económica imperante se asocia con una causa estrictamente sanitaria. El gran avance en este siglo de la globalización, implicó no solamente una creciente interdependencia comercial entre las naciones sino también un importante aumento en la movilidad territorial de las personas, particularmente por el aumento del turismo internacional. Por primera vez en las últimas décadas estamos enfrentando una recesión mundial provocada por una pandemia.
Si bien la pandemia es mundial, las evidencias indican que está afectando negativamente con más intensidad los sectores más vulnerables. Antes de la misma, América Latina y el Caribe tenía el menor crecimiento económico en décadas, y tal como destaca la CEPAL, la propagación del COVID-19 impactó en la región en un momento de debilidad de su economía y de vulnerabilidad macroeconómica. En el decenio posterior a la crisis financiera mundial (2010-2019), la tasa de crecimiento del PBI regional disminuyó del 6% al 0,2%; más aún, el período 2014-2019 fue el de menor crecimiento desde la década de 1950. Para este año la estimación indica una caída del PBI regional del 5,3 por ciento, en el caso de Argentina se estima una caída del 6,5 por ciento. El FMI también proyecta una caída del PBI regional que llegaría este año al 6,8 por ciento, en los países industrializados se prevé una caída del 7,7 por ciento. Se estima que el desempleo en los Estados Unidos llegue ahora a superar el nivel máximo registrado en 1933 durante la Gran Recesión. Por otra parte, la pandemia está afectando los intercambios comerciales entre las naciones, por esta razón la Organización Mundial de Comercio informa que este año se está caracterizando por una importante reducción de las exportaciones. Dicha organización, estima que el comercio mundial podría reducirse entre un 13 y un 32 por ciento, magnitudes que serían las más elevadas desde la Segunda Guerra Mundial y aún mayores a la caída registrada durante la última crisis mundial en la primer década de este siglo.
Esta caída en el nivel de actividad y del empleo está causando en los últimos meses una inesperada reducción en las emisiones globalmente contaminantes, ya que son muchos los países que se vieron obligados a adoptar medidas que impactaron negativamente sobre la actividad económica. Un ejemplo lo encontramos en China, donde las emisiones de gases de efecto invernadero disminuyeron un 25%. No solamente se están reduciendo por primera vez las emisiones globales de CO2, sino también las emisiones locales de gases asociados con los vehículos. Esta reducción está ocurriendo ahora no solamente en las grandes ciudades del hemisferio norte sino también en ciudades latinoamericanas como Buenos Aires.
Las respuestas globales al coronavirus están causando una reducción masiva en la contaminación del aire y las emisiones, que pueden contribuir a reducir las complicaciones de salud y las muertes prematuras relacionadas con la contaminación del aire. América Latina y nuestro país no son ajenos a este proceso. El BID informa que en Buenos Aires, Lima y Santiago de Chile, la contaminación del aire se ha desplomado debido a la reducción del tráfico. Un reciente estudio de la Universidad de Harvard muestra que los pacientes con COVID-19 viviendo en áreas de los Estados Unidos que tenían altos niveles de contaminación del aire antes de la pandemia, tienen más probabilidad de morir por la infección que los pacientes en áreas del país con aire más limpio. El mismo resultado se encontró en un estudio realizado para China.
Es previsible que la reducción en la contaminación, provocada por la recesión económica global generada por esta pandemia sea transitoria si no se implementan nuevas políticas energéticas que apunten a abatir las emisiones de CO2. Tengamos presente que las emisiones contaminantes se están acumulando alrededor de nuestra Tierra, y lamentablemente aún no existen tecnologías viables para abatir estas emisiones que ya están acumuladas y, por eso, todo indica que permanecerán por siglos. Sin embargo el mundo ya tiene la tecnología y los recursos para disminuir las nuevas emisiones.
Comentarios finales
Recuperar los niveles productivos y de los empleos perdidos, exigirá medidas macroeconómicas, tanto fiscales como monetarias, que apunten a estos objetivos. Estas medidas deberían incluir un tratamiento orientado a la expansión de las actividades que contribuyan a reducir las emisiones contaminantes; destaquemos las nuevas tecnologías industriales con menos consumo energético, la expansión de las energías limpias (solar, eólica e hidroeléctrica), la modernización de la industria automotriz, del transporte público urbano e interurbano, la expansión del ferrocarril de cargas para reducir las emisiones, y la construcción de edificios con nuevas normas regulatorias capaces de apuntar a la reducción del consumo energético.
Si nos olvidamos de implementar de una manera eficaz una política ambientalmente sustentable, se nos hará difícil avanzar en la transición hacia una economía de cero emisiones. El fortalecimiento de la eficiencia energética es crucial para mejorar la competitividad de la nueva producción, con una reducción de costos y también, y esto es muy importante, una reducción en las emisiones contaminantes de CO2.
Las inversiones en infraestructura son también eficaces en esta crisis global, destacando que si están bien planificadas deberán además contribuir a reducir las emisiones contaminantes. Un ejemplo de esto se encuentra en el sector de la construcción ya que, si se implantan normas regulatorias bien diseñadas, puede contribuir a la necesaria reducción en las emisiones. Por estas razones, deberíamos asegurar que cuando recuperemos los niveles productivos y de empleo, no deberemos dejar de lado la necesidad de comenzar a transitar hacia una nueva economía, que tenga por objetivo global preservar el medio ambiente en el planeta.
Publicado en Blog de Economía del Sector Público el 30 de abril de 2020.
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