La ley tiene una potencia transformadora de la realidad como pocos dispositivos del sistema institucional. La de Bases no es todo, pero es un comienzo que puede significar mucho, porque apunta a las dos debilidades congénitas del gobierno: falta de partido y de equipos técnicos, lo que redundó, hasta acá, en serias fallas políticas y de gestión.
Olvidemos por un minuto el relato, cargado siempre de éxitos, pero también de subjetividades. Claro que con marcada minoría parlamentaria, pero no poder aprobar una ley en los primeros seis meses de gobierno era ya un problema mayúsculo, con efectos que trascendían lo político y empezaban a pegar de lleno en los mercados y la sociedad. Un soplo de aliento a la acción política del gobierno.
Un soplo de esperanza para la gestión: tal vez el eje principal del proyecto, las facultades delegadas, debieran permitir activar cambios estructurales al orden jurídico económico con otra eficacia. Y en ítems deficitarios en el resto de los frentes, desde la acción social, pasando por los conflictos laborales y llegando a lo institucional. Las herramientas están, se acaban las excusas y toca pasar del discurso flamígero a la acción.
El proyecto de ley consta de otros dos ejes: uno apunta a lo fiscal, con los remedios de coyuntura de siempre: moratoria y blanqueo. El otro a la inversión. Ambos dependen de que se resuelvan mínimamente las debilidades del gobierno, lo que plantea un problema circular que podría empezar a resolverse: sin política y gestión no hay confianza, y sin ella no hay blanqueo ni inversión.
Novedades alentadoras. La primera es el federalismo en acción, evidenciado con el voto positivo a instancias de los gobernadores de Juntos por el Cambio. Un Estado Nacional en retirada es un vector ordenador de las necesidades y los intereses provinciales: de estar obligados a mendigar recursos, a estar obligados a generar recursos, especialmente las provincias con recursos naturales, para las que el RIGI es fundamental. La gestión provincial empoderada, paradójicamente, en un nuevo escenario que fuerza a dejar el lugar de actor de reparto.
Segunda novedad: el reordenamiento del mercado. En rigor, el surgimiento de un mercado, desde un orden naciente que determina ganadores y perdedores, empezando por los beneficiarios de las grandes inversiones con ventajas sobre el resto. Y contradicciones, como la inexplicable suba de regalías a la minería. Por verse, los privilegiados de siempre, como los del régimen de Tierra del Fuego, y los que por ahora (hay que ver en diputados) los perdieron, como en el sector del tabaco. Pero una economía está al nacer, y los nuevos equilibrios darán lugar a tensiones que no se resolverían con el dedo de la administración pública. Parte en el mercado, parte en el Congreso, potenciando su radio de acción; parte en la justicia. Ojalá sea un paso del lobby a la competencia.
Aún con todas las tensiones y defectos, el proyecto de Ley de Bases es un gran paso institucional: poderes del Estado que funcionan, una república que funciona. Razones de más para festejar, en una Argentina anómica.