Nuestra democracia se encuentra transitando sus 40 años y corre serias posibilidades de colapsar. El desprestigio de los políticos, el vergonzoso grado de pobreza y la acción de 18 gobernadores que instigan al presidente a convertir el sistema republicano en una especie de autocracia federativa, tiñen la madurez democrática de una enfermedad sistémica.
Al mismo tiempo, nuestro país acaba de producir una movilización popular que será recordada eternamente, no solo por su magnitud, también por el orden con que los ciudadanos sobrellevaron el desorden organizativo promovido por los dirigentes. Millones de personas, convivieron en el espacio público durante días y más allá de hechos muy aislados, observaron un comportamiento ejemplar de festejos y camaradería.
El sociólogo Gustave Le Bon teorizó hace más de 100 años sobre el comportamiento de las masas, los individuos reunidos en grandes grupos son capaces de realizar las acciones más heroicas y también las mas estúpidas. En la multitud, se relajan los frenos inhibitorios, los indivi-duos identificados con símbolos tribales y comunitarios, se comportan de manera diferente. Gestas gloriosas como el cruce de los Andes o acciones penosas como los suicidios colectivos de Jim Jones y sus 900 seguidores, son en gran parte, explicados por las acciones de los individuos en masa.
En estos días, el pueblo argentino identificado con un objetivo deportivo, demostró en su enorme mayoría, un comportamiento de hermandad y tolerancia. Al mismo tiempo la dirigencia política no se ponía de acuerdo, ni siquiera, en la ruta por la que debía transitar el ómnibus de los jugadores, enviando información confusa a los ciudadanos a quienes alentaron a salir a las calles con un nuevo feriado.
Mientras la dirigencia política no dirigía a nadie, la sociedad en las calles brindó un gran ejemplo. Tuvimos una masa unida y gloriosa, homenajeando a quienes llevaron los símbolos patrios a la cima del podio mundial, deportistas que como los grandes lideres, bajaron un mensaje de hermandad, trabajo y orden. El pueblo respondió de la misma manera que esos líderes, no hubo peleas de facciones en la calle y hubo una sola bandera, la celeste y blanca.
Por otro lado y con apenas horas de diferencia, 18 de los 24 gobernadores, decidían propiciar la violación de la constitución nacional a la que juraron fidelidad. Dicho de otra forma, el 75 por ciento de los gobernadores argentinos fueron capaces de organizarse en masa, para instigar una ruptura constitucional.
Ese mismo pueblo que salió a la calle a felicitar la humildad, el sacrificio y el logro épico de un grupo de deportistas, no merece una masa de gobernantes que atente contra la democracia.
Entre masa y masa, asoma un notable divorcio, aquel que evidencia la falta de aptitud para go-bernar. Defender la democracia, contra una masa de gobernadores autócratas es una tarea compleja e impensada, pero es imperioso para no caer en el derrotero chavista. Desconocer un fallo de la Corte Suprema de Justicia, es el primer paso en ese camino, no podemos permitirlo.