sábado 23 de noviembre de 2024
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Las libertades no permitidas del libertario

El historiador francés Fernand Braudel, miembro de la destacada escuela de los “Annales”, realizó en su obra fundamentales aportes a la ciencia histórica en particular, y las ciencias sociales en general. Entre ellas, destaca una en especial que es la descomposición del tiempo histórico en “duraciones”, que permiten diferentes modelos de análisis. El tiempo corto es el del suceso o de la cadena de sucesos; es el tiempo del periodista, dice el propio Braudel. La mediana duración abarca períodos más largos, que corresponden a ciclos e interciclos económicos, y la larga duración es el tiempo de las estructuras, que se mueven mucho más lentamente.

El análisis social necesita de todas ellas, aunque la corta duración marca cada coyuntura, condiciona con el acontecer, es aquella en la que se reflejan los modos y usanzas de cada momento, las tendencias propias de un tiempo, los objetivos, deseos, modalidades, condiciones y hasta modas del tiempo político con el que vamos conviviendo. Es la duración de los cambios rápidos y agudos.

La conjunción de una serie de factores, el disgusto por una corrupción mucho mayor que lo aceptable, frustraciones y rechazos en combinación con un mensaje que generó esperanza, inundó a nuestro tiempo de una atmósfera de plena oposición a la actividad política en general, y de apoyo a quien decía ser otra cosa, el hombre que se oponía a la casta política. Ningún mensaje en contrario pudo penetrar la coraza de esa atmósfera que es la marca de este tiempo. No hubo razones que hicieran ver lo que para algunos era indisimulable. Se piensa de una manera, sin poder percibir que no necesariamente el pensamiento más general sea el correcto, aunque esto no le quita legitimidad a la elección de ese tiempo.

Sin embargo, esa atmósfera será transitoria, como todas. Si el gobierno logra cumplir sus objetivos en relación a la mejoría de la economía, en bien del conjunto de la población, habrá tenido sentido todo esto. Contrariamente a lo que algunos piensan, si la estabilidad económica se lograra, con seguridad el deseo preponderante del pueblo virará hacia otro sitio, aún no determinado. En efecto, si el gobierno triunfa en sus objetivos deberá, para sostenerse, dar en la tecla con los próximos deseos de los votantes, con la próxima atmósfera política, que probablemente sea contraria a su forma de pensar. Cuestiones de la corta duración; lo que hoy es voluntad mayoritaria, mañana deja de serlo. Nadie podría haber ganado una elección en 1983 sin poner en el centro a la democracia y la lucha por las libertades cívicas; no hubiera ganado nadie en 1989 sin una promesa de pronta solución del proceso inflacionario; tampoco lo hubiera logrado quien en 1989 no se apartará de la atmósfera de corrupción, privatizaciones indiscriminadas, trivialismo y destrucción de la producción nacional. Y así sucesivamente. Lo que hoy es norma, mañana deja de serlo. El discurso de Alfonsín de 1983, extraordinario, no hubiera tenido la menor gravitación en 2011. Con esto quiero decir que las ideas de este tiempo que vivimos no son definitivas ni mucho menos. Quizás, incluso, duren mucho menos que otras, pues solo una atmósfera especial pudo ser tan poco crítica con la postura, los mensajes y el discurso del actual Presidente, que velozmente va mostrando el verdadero tenor de la actual administración, la rápida caída de algunas consignas, la comprobación de algunas cosas que solo un tiempo protector hizo no ver.

Esa misma atmósfera hace razonar a los medios en general en el mismo sentido, aunque empiecen a colarse algunas noticias u opiniones que inician un ruido que puede incrementarse. Aunque los desastres del anterior gobierno y sus socios sirvan para atemperar los signos del presente, no puede ya obviarse la caída de 63.000 puestos de trabajo registrado en cuatro meses, ni las dificultades de gran parte de la población -y no solo los sectores más bajos- para pagar alquileres, expensas, transporte, servicios y prepagas mientras IOMA languidece; nadie puede parecer contener los desatinos internacionales del Presidente, que se maneja como siempre pero en sitios en los que no existe esa atmósfera dispuesta a perdonarle cualquier exabrupto. Quizás sea que fuera del ambiente generado en nuestro País, lo visible es simplemente visible, obvio.

El rechazo a los partidos políticos se cae a pedazos con Milei arribando a España para participar de un encuentro de partidos de derecha; no hay apolítico que participe del sistema político. La opción de la derecha es una opción tan política como cualquier otra opción. La derecha no es menos política que la izquierda. No se puede renegar de la política desde una banca de diputados o la Presidencia de la Nación. Claro, obvio, irrefutable. Solo imperceptible en nuestra atmósfera de corta duración. La descalificación de “casta” se cae a pedazos en cada nombramiento; la opción por sectores específicos se empieza a ver en cada paso. Los desequilibrios propuestos en la Ley Bases hablan de ello. Favorecer a los más poderosos es una opción política, no otra cosa. No ha llegado la dolarización que hizo soñar a muchos, no hubo fin del cepo, no hay ni miras de vouchers educativos fuera de pruebas microscópicas, hay infinidad de comercios cerrando por su inviabilidad económica o la influencia negativa de tarifas desmedidas, se ve la concentración del comercio en los grandes, hay obras públicas paralizadas por todas partes con sus trágicas consecuencias, hay serias dificultades en las Provincias y los Municipios para funcionar, con todo lo que esto significa para la vida de la gente. Hay equilibrio fiscal en tiempo récord, eso sí. Algunos dicen que es una gran noticia y ojalá lo sea. Pero el ajuste sin considerar a quienes se ajusta no es una casualidad sino una opción política.

No puedo dejar de pensar que en perspectiva estos serán años de escarnio. Años de preguntarnos ¿cómo pudo pasar esto? ¿Cómo no lo vimos? Quizás pronto solo querremos olvidar lo que pasó en este tiempo. Es una mirada pesimista, sin dudas. Pero no hay forma de ser optimista cuando el Presidente no logra entender cuál es su lugar, y actuar en consecuencia. Alguien debería decirle que hoy es representante de una Nación y hay libertades que ya no tiene, por libertario que sea. Alguien debería alertarlo sobre la relevancia y la complejidad de las relaciones internacionales. Alguien debería decirle que deje de exponernos ante el Mundo. Digamos.

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