viernes 10 de mayo de 2024
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Las lecciones del 2001 que entusiasman tanto a piqueteros como a funcionarios de Javier Milei

En medio de un ajuste económico riguroso que puede llegar a evocar a la crisis de 2001-2002, donde se originaba una economía abierta y pujante, nace la pregunta crucial sobre la posibilidad de repetir la historia y quién se beneficiaría ahora está en boca de todos. El surgimiento de esa economía también generó el nacimiento del kirchnerismo, que terminaría por destruirla. Ahora, las posibilidades de una recuperación tan rápida como aquella son muy bajas, al igual que lo son las chances de una regresión populista: solo el trotskismo está resistiendo el ajuste en las calles.

La dirigencia política de aquel entonces supo hallar una salida económica a un ajuste que supo ser duro y ortodoxo. La incertidumbre sobre si se puede llegar a repetir esa historia, y a favor de quién lo haría esta vez, está a la orden del día debido a las similitudes notables que hay con el panorama político actual.

En estos días, tanto los que evocan y respaldan las protestas como actos heroicos de resistencia popular contra el neoliberalismo, como aquellos que desean que estas manifestaciones fracasen, alimentan esa incertidumbre.

Aunque hay similitudes notables entre ambas crisis, las diferencias políticas son destacables. Como punto en común inicial bastaría con mencionar la larga resistencia a devaluar la moneda por parte de un gobierno débil y desprestigiado, que fue seguido por otro decidido a cargarle a aquel la responsabilidad por las consecuencias de ceder a lo inevitable. También parecen ser semejantes los efectos sociales, al menos los iniciales: la caída de los ingresos reales, del nivel de actividad y la suba de la pobreza que están por producirse en el trimestre que acaba de iniciar serán, según proyecciones de diferentes observadores, solo comparables a los padecidos entre el diciembre del 2001 y marzo de 2002.

El punto más llamativo para establecer una comparación entre ambos escenarios es el que involucra a las fuertes divergencias políticas que los abordan y que influirán de manera decisiva en cómo se den las cosas esta vez. En el mientras tanto, el bando opuesto lucha por encontrar un líder y un diagnóstico realista.

Mientras que el gobierno colapsado en 2001 llevó consigo el prestigio de las ideas de mercado y las arrastró ante los ojos de al menos una parte de la sociedad, el gobierno saliente se despidió sin ese respaldo. Y mientras aquello determinó que fuera muy difícil para los gestores económicos del ajuste, Remes Lenicov, Lavagna y compañía, aún deben encontrar a ese líder político convencido de las virtudes del modelo que estaba naciendo de las cenizas de la convertibilidad (no lo fue Duhalde y mucho menos lo sería Kirchner).

Hoy el problema aparece inadvertido: las circunstancias para los defensores del libre mercado facilitan la cooperación entre ellos, superando las barreras partidistas. Por lo pronto, quienes se encuentran en la vereda de enfrente parecen no tener muchas chances de coaligarse detrás de un líder abarcador que se adecúe a sus necesidades y posibilidades políticas. Ese motivo explica que quienes encabezan la resistencia no son otros que los aislados e impopulares grupos trotskistas.

El consenso social, económico y político actual es muy diferente al de la crisis pasada. La sociedad, en aquel entonces, le reclamaba a la dirigencia política mantener la paridad peso-dólar para que el Estado garantizara el “uno a uno” pero a la vez asegurara una pronta reactivación económica.

A modo de paradoja, en las calles confluían los reclamos de sectores medios para retirar dólares de los bancos (algo que iba a conducir necesariamente a una crisis aún más profunda de toda la actividad económica), junto a los pedidos de sectores bajos por trabajo y ayuda social. Así se fue generando una confusión que se reflejaba en la falta de coordinación política: la imposibilidad de cooperar entre quienes, desde el peronismo y fuera de él, pugnaban por defender la estabilidad cambiaria, y los divergentes proyectos que abrazaban los grupos que, en todas las fuerzas, ya habían aceptado como inevitable salir del cambio fijo y que no estaban de acuerdo en qué cosas de la Convertibilidad estaban fracasando; si las políticas de mercado o la parcialidad y tibieza con que se las había aplicado hasta entonces.

Como es fácil de advertir, hoy las ambigüedades y confusiones están ausentes. Pero las diferencias no garantizan que las ideas económicas vigentes no enfrenten desafíos y contradicciones. Las mismas que han triunfado y moldean los consensos de la sociedad padecen simplificaciones y pueden conducir a políticas inviables.

El tipo de problemas a resolver no es el mismo que dos décadas atrás. Por lo tanto, lo que creemos saber respecto a la crisis que dio origen a veinte años de kirchnerismo no ofrece una guía precisa para superar los desafíos actuales o para resolver el entuerto que su imperio nos legó.

Publicado en www.tn.com.ar el 20 de diciembre de 2023.

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