En tres semanas habrá elecciones generales en Argentina; y la energía constituye uno de los sectores que más preocupaciones ocasiona a la población y a la economía nacional; pero no a los futuros gobernantes.
Para algunos la energía constituye la base del despegue argentino; se basan en un optimismo apoyado en el yacimiento de Vaca Muerta. Para otros, la energía debido a sus carencias estructurales constituye “una piedra en el zapato” que puede hacer tambalear un gobierno.
La economía sectorial energética no funciona: la alta pobreza impide las correcciones bruscas de las tarifas y la alta inflación actual -que siempre juega en contra del pueblo- diluye y anula cualquier esfuerzo de corrección. Para colmo el actual gobierno es “el campeón” de la intervención ininterrumpida de los Entes reguladores -desde el inicio al final de su gestión-, reduciendo a estos a meras dependencias burocráticas politizadas y no creíbles.
En este contexto tanto el gobierno actual al final de su gestión como el nuevo gobierno al inicio de la suya enfrentan un panorama complejo para realizar las obras de infraestructura imprescindibles para producir servicios públicos y productos energéticos requeridos por la demanda de un país que necesita crecer.
El nuevo gobierno que asuma el 10 de diciembre será elegido el 19 de noviembre en la segunda vuelta. Veinte días después estará gobernando; un lapso corto si no se cuenta de antemano con un programa bien estructurado. En esos días el calor tensará al máximo al sistema energético y mostrará sus límites.
Es oportuno poner en claro la liviandad con que los espacios políticos que compitieron en las PASO trataron en sus plataformas electorales la situación energética. La Libertad Avanza; Juntos por el Cambio y Unión por la Patria omitieron tratar al sector en forma específica; solo a mencionaron el tema en forma ambigua en capítulos dedicados a la infraestructura en general.
En hidrocarburos la situación se caracteriza por a) caída de la producción y de las reservas en todas las cuencas convencionales; la única excepción de crecimiento la cuenca la neuquina; b) el país discontinuó la exploración de hidrocarburos en todo el territorio nacional y también en el inmenso mar argentino en la plataforma continental hasta las 380 millas de la costa. Esto interpela tanto a los gobernadores de las provincias petroleras como al Estado nacional y requiere una respuesta.
El nivel de la producción argentina de petróleo es de apenas el 0,6 % de la producción mundial con exportaciones muy pequeñas en relación al comercio mundial. Nuestro país es todavía un importador del 15 % del gas natural que consume.
La red de transporte de gas natural si bien ha sido ampliada con la entrada en servicio del gasoducto Néstor Kirchner requiere una importante inversión para concretar las obras pendientes de realización que incluyen la segunda etapa del GNK (Salliqueló-San Jerónimo); y la reversión del flujo del gasoducto del Norte para abastecer el mercado del Noroeste Argentino.
El sector eléctrico presenta: a) alto nivel de obsolescencia del parque generador que exhibe un 20% de la capacidad instalada fuera de servicio; b) gran atraso en la ejecución de obras de ampliación de la Red de interconexión en 500 KV, columna vertebral del sistema eléctrico; y c) un alto nivel de fallas en el AMBA en las redes de distribución.
Argentina tiene aún pendiente una importante acción de gobierno que debe ser realizada por el Estado nacional: la elaboración de un Plan Estratégico de Energía –que incluya la Transición Energética para el control del Cambio Climático- que reúna consensos técnicos y políticos que permitan su aprobación por ley del Congreso Nacional; la realización de este plan debería contemplar los intereses provinciales como corresponde a nuestra organización federal; y también evitar que la toma de decisiones sea influenciada por intereses corporativos y/o particulares que puedan desvirtuar la persecución del “interés general”.
Argentina necesita enfrentar el problema energético con realismo. Nuestras reservas comprobadas de hidrocarburos -que muchos confunden con recursos especulativos- son todavía exiguas para proponer -como livianamente se lo hace- una exportación masiva de nuestros hidrocarburos.
Nuestras reservas comprobadas de gas natural son de 449.000 millones de m3. Esa cantidad solo alcanza para 9 años de nuestro consumo doméstico. En forma análoga nuestras reservas comprobadas de crudo llegan a los 465 millones de m3 (13 años de consumo). Una mirada realista nos dice que con estos números Argentina no puede todavía ser un gran jugador en el mercado mundial.
Argentina en los próximos años podría exportar excedentes; y lo bueno es que lo podría hacer en forma creciente. La primera etapa podría ser recuperar el autoabastecimiento energético perdido en 2011 que Argentina había alcanzado en 1989 para ejemplo en América del Sud y para orgullo de todos los argentinos.
Publicado en Clarín el 3 de octubre de 2023.
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