Se puede decir que los tiempos, cuando no hay democracia, transcurren de manera diferente. Así, por tanto, durante la última semana los venezolanos, dentro y fuera del país, hemos vivido varios meses. Y no podría ser de otra manera, puesto que estamos luchando contra un régimen dictatorial, bárbaro y oprobioso pero, sobre todo, un régimen al que solo le queda la fuerza bruta.
El pasado domingo 28 de julio (hace apenas unas horas, aunque parezca mucho más), se llevó a cabo el proceso electoral más desigual y peligroso en décadas. Fue así porque en Venezuela hay una dictadura que pretende quedarse en el poder a pesar de no tener ningún tipo de apoyo popular. La campaña electoral tuvo todo tipo de arbitrariedades, tales como la violación del derecho al voto a más de cinco millones de venezolanos mayores de edad en el exterior; la proscripción de María Corina Machado y el bloqueo de la candidatura de Corina Yoris; el cambio de centros electorales a última hora; la prohibición a los medios de comunicación nacionales de transmitir algo sobre Edmundo González Urrutia o la propia Machado; el uso de recursos públicos en favor de Nicolás Maduro, y un largo, largo etcétera.
A pesar de ello, el deseo de cambio de los venezolanos es tan grande, tan histórico, tan contundente y tan claro, que se venció cada obstáculo en el camino. Eso permitió que, al momento de escribir este pequeño artículo (la tarde del martes 30 de julio), con poco más del 75% de las actas electorales en mano, podemos asegurar que González Urrutia dobló y más a Maduro. Ha sido la diferencia más grande de nuestra historia, al menos desde la recuperación de la democracia en 1958.
Sin embargo, como vimos en la madrugada de este lunes cuando el presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE) Elvis Amoroso, el buen servidor del dictador, dio los resultados, el chavismo no solo decidió no aceptar la voluntad de la gente, sino que, directamente, inventó un número.
No tienen sustento para lo que dicen ellos ocurrió en las urnas. Y no lo tienen porque recibieron una derrota aplastante, de esas que son un grito continuado. Y en este caso es el grito de libertad.
Fue un golpe, sí. Doloroso. No porque no supiéramos que era probable esto, sino porque los venezolanos queremos iniciar una nueva etapa lo más pronto posible.
Queremos democracia. Queremos volver a abrazar a tantas familias separadas. Eso fue lo que dijimos el domingo y, también, es lo que se ha dicho desde este lunes en las calles, en cada protesta pacífica reprimida con dureza por unos grupos de tarea que solo están aumentando los crímenes que, allí en La Haya donde se encuentra la sede de la Corte Penal Internacional, están investigando.
Pero aquí seguimos. Con fuerza y decididos a lograr el cambio. Sabiendo que enfrentamos a una pequeña élite dispuesta a asesinar más, torturar más, secuestrar más y desaparecer más.
De hecho, en este momentos son 11 inocentes que han sido asesinados desde el domingo y, tan solo en las últimas 24 horas, son 750 los detenidos, lo cual significa que en los calabozos de venezolanos hay, en este preciso momento, más de ¡mil! Presos políticos. Una atrocidad solo posible en regímenes cuyo única erramienta es la bala y el garrote.
Los venezolanos estamos transitando horas complejas, pero nunca es diferente cuando la oportunidad de rescatar la democracia está a la mano. Tenemos las pruebas de la contundente victoria, tenemos a un país entero movilizado, tenemos un liderazgo conreto y tenemos a una comunidad internacional que sabe perfectamente lo que ocurre en el país (incluso aquellos que, tristemente, hacen silencio cómplice).
Estamos a las puertas de lograr una transición, pero sabemos que, quienes han tenido el poder durante un cuarto de siglo, no van a falicitar nada. Pero nosotros, que ya hemos vivido tantas cosas incluyendo la migración masiva de más de ocho millones, sabemos lograr las cosas sin importar las dificultades.
Seremos libres.
Publicado en Clarín el 31 de julio de 2024.
Link https://www.clarin.com/opinion/complejas-horas-venezuela-quiere-volver-libre_0_xUZJQ2ZQcW.html