Un 31 de marzo de 2009 fallecía Raúl Alfonsín, el padre de la democracia argentina. Recuerdo aquellas jornadas en las que la gente en todo el país salió a las calles a despedir al expresidente, la cola interminable en la Avenida Callao para darle el último adiós en el Salón Azul del Congreso de la Nación, y el contraste con el panorama actual no puede ser mayor, marcado por un país virtualmente parado, con millones de argentinos guardados en sus hogares.
Cuando pienso en Alfonsín siempre me surge el mismo interrogante: ¿cómo es posible que una persona que militó hace tantos años, que hizo política de un modo que muchos consideran de museo y comandó una Argentina muy distinta a la de hoy, tenga una vigencia excepcional?
La historia argentina tiene muchos hombres y mujeres que dejaron huella y que recordamos con admiración por sus logros. Pero son pocos los que trascienden la categoría del recuerdo y continúan interpelándonos aun hoy. Alfonsín está entre ellos. Sin dudas.
Quizás una posible respuesta sea que siempre fue un adelantado a su tiempo. Gobernó la Argentina de la transición democrática en los 80, pero pensando también en las generaciones que vendrían. No se bajó del pedestal porque jamás se subió: siempre resignó los laureles personales en pos de la vida, de la paz.
A los radicales de hoy su figura nos enorgullece pero también nos provoca y estimula. Nos obliga a ponernos siempre a la altura de los tiempos. Como el mismo Alfonsín nos enseñó, no es la nostalgia sino la necesidad de proyectar nuestra doctrina hacia el futuro. Tenemos el desafío enorme de construir una oposición competente en la Provincia y en la Nación, con la generosidad y apertura necesarias para ampliar una coalición republicana y moderna, que se constituya como alternativa de gobierno de cara a los próximos años.
Para ello necesitamos construir un RADICALISMO sólido y moderno que sea capaz de conjugar su historia, sus mejores tradiciones, sus principios y sus valores, con las actuales demandas de la sociedad. Modernizar y fortalecer al RADICALISMO es dotar de mayor competitividad a la coalición que conformamos y es brindarle al Sistema Democrático la garantía de la ALTERNANCIA.
La resignificación que hizo Alfonsín del concepto de democracia —no a partir de una frase inteligente sino de una conducta de vida intachable— continúa influenciándonos no solo en nuestro país sino en toda la región.
Quienes aspiramos a una Argentina justa, desarrollada y moderna tenemos marcado a fuego que la democracia es más que un régimen de gobierno y una forma de organización política. Implica ante todo el desafío cotidiano e irrenunciable de pelear por una sociedad más equitativa, educada y pujante.
No volvemos a Alfonsín con un sentido de recuerdo sino de presente y de futuro. En la coyuntura actual, frente al avance de una pandemia que nos obliga a tomar medidas excepcionales para contenerla y morigerar su impacto, nada mejor que aplicar principios y conceptos que nos enseñó Don Raúl. La ETICA DE LA SOLIDARIDAD para acompañar a quienes más sufren el aislamiento preventivo y necesitan garantizar sus necesidades básicas, como los desocupados y trabajadores informales quienes dependen del día a día para juntar unos pesos. Pero también de los trabajadores registrados, de los profesionales y voluntarios del ámbito de la salud que están en la primera línea de batalla junto a trabajadores de las fuerzas de seguridad, recolectores de residuos, de la alimentación y tantos más. También de los pequeños y grandes empresarios que necesitarán auxilio del Estado para reactivar sus empresas después de este parate económico.
El hombre que recordamos hoy entendió mejor nadie los momentos en los que la política partidaria debía quedar a un segundo plano. Con honestidad, transparencia y una visión clarísima de la Argentina que nos merecíamos, supo interpretar a una sociedad que ya no podía tolerar más división e intolerancia.