jueves 12 de diciembre de 2024
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La utopía de Milei

Milei vuelve fascinado de EEUU al poder ver su utopía. Donald Trump, un presidente antiestablishment, que cuenta con mayoría en ambas cámaras del Congreso y con una mayoría social rendida a sus pies. Esto es lo que sueña Milei luego del 2025 si logra engrosar sus bloques parlamentarios y constituir así el escudo legislativo – un tercio – en cada cámara que lo saque de la dependencia del PRO y le evite cualquier intento de juicio político. Luego, si llegara a un 2027 con una economía mejorada, que le diera un segundo mandato con más poder podría profundizar su doctrina libertaria y quizá cumplir el sueño de destruir el Estado, que lo tiene sin dormir.

Un escenario totalmente ideal para el primer mandatario argentino pero que lo ve con luz de esperanza dada la extrema polarización –no solo local sino internacional– y el gusto cada vez mayor de iniciativas de tinte autoritarias por encima de la tradicional institucionalidad democrática. Por eso su entusiasmo, por eso su alegría.

Para colmo, a nivel local las señales también son alentadoras. Frente a una opinión pública polarizada logró subir al ring a Cristina Fernández de Kirchner. En una relación simbiótica de mutuo provecho, aleja los temores de fuga del electorado “prestado”. Me refiero a ese 26% clave que en la segunda vuelta le dio el apoyo para ganar el balotaje. Ese votante referenciado más que nada en el PRO y la UCR, le tiene terror al kirchnerismo, por sobre todas las cosas. A la hora de poner en balanza, seguramente le molestes las formas de Milei, pero la fibra antiperonista le puede más y seguramente le dé un nuevo voto de confianza. Por eso le sirve al presidente.

Por el otro lado, Cristina y el kirchnerismo se están asegurando ser la alternativa “polarizante” al gobierno nacional. La base de la ex vicepresidente busca sumarse con un apoyo más federal de la mano de Kicillof. Y así armar una candidatura presidencial bajo la premisa de ser la alternativa real a los libertarios.

Juan Linz había escrito a principios del siglo XXI que “en las democracias actuales surge una paradoja: aunque la mayoría de los ciudadanos apoya el régimen democrático, desconfía de sus partidos políticos”. En este escenario, es entendible el surgimiento del Milei desde un partido antiestablishment político, con una base de profundo desprecio a hacia la elite política, la clase política tradicional. El tema está en que una vez gobierno ya pasa a formar parte de la “casta” política que tanto criticó. Y aquí una paradoja: ¿cuál es el resorte de legitimidad para el votante enojado con la política?

Por eso desde Casa Rosada ven necesaria la constante confrontación así no pierde esta esencia fundamentalmente para sus votantes. El tema está en que esa es una fuente importante de apoyo que el gobierno desea mantener a toda costa. Y la polarización de la opinión pública es claramente el mejor contexto para su defensa.

Para seguir pesando el presente argentino, es interesante traer al consultor político Jaime Durán Barba quien ha manifestado con total razón que “un fenómeno tan disruptivo como Milei genera un impacto tan profundo con divisiones profundas en los partidos políticos tradicionales”. Mírese la crisis de “identidad” que tiene profundamente dividido a todas las fuerzas que conformaron Juntos por el Cambio. Es que el problema está en que la lógica de cambio radical de Milei es la que terminó coqueteando a gran parte del público que pedía un cambio.

A modo de cierre, la utopía de Milei puede tener algunos impedimentos que no permitan verla. En primer lugar el contexto económico de incertidumbre. Si bien es cierto que el gobierno tuvo un éxito en ordenar variables macroeconómicas, Argentina no deja de ser un país estructuralmente débil con crisis cambiantes. Le pasó a todos los presidentes. En segundo lugar, una floja elección parlamentaria que no le permita llegar al escudo parlamentario le generaría extrema debilidad en la segunda mitad de sus gobiernos. Gobernar a base de decretos y sin apoyo parlamentario no suele ser una medida exitosa si se prolonga en el tiempo.

En tercer lugar su rol como gobernante genera desgaste y hasta contradicciones que lo pueden traer en pérdida de apoyo si pierde su “vitalidad” anti política y en sintonía con esto, en cuarto lugar está la advertencia empírica que realiza Steven Levistky  quien marca que “hay un ánimo antioficialista en todas las democracias del mundo».

Con todo esto la utopía mileísta puede ser simplemente un sueño o efectivamente hacerse realidad en unos años.

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