jueves 28 de marzo de 2024
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La sociedad del riesgo en la aldea global

“La miseria es jerárquica, el smog es democrático”

                                                                                                                                          Ulrich Beck

Ulrich Beck está ligado de manera especial a la expresión sociedad del riesgo que caracterizó en una de sus obras y actualizó en otras incluida la última: “Una Europa alemana”, sobre cuya crisis nos habló en Buenos Aires el 13 de abril del 2013.

En este momento trágico para la humanidad hay que recordar que él, como otros analistas precoces de la era postindustrial, más allá de las guerras alertaron sobre otras catástrofes globales que podrían afectar simultáneamente la vida diaria de los habitantes en diversos lugares del mundo.

Tales amenazas, hacen que hoy experimentemos en tiempo real e íntimamente la relación entre nuestra vida y la de millones de personas desconocidas que habitan regiones remotas. Con la particularidad de que el reparto de los riesgos tiene una tendencia inmanente a la globalización, de un modo igualitario y no jerárquico como ocurre con el reparto de la riqueza.

La sociedad tecno financiera postindustrial puede ya mirarse en el espejo de su propia creación. Y lo que en él encuentra como consecuencia de los avances  -o junto a ellos-  es el aumento, la proliferación y lluvia de riesgos que, por su naturaleza y magnitud la exponen a daños que la amenazan con su destrucción. Alarmada –recién entonces-, la nueva sociedad  intenta luego aplicar –anárquicamnte- sus propios y diversos procedimientos y recursos para  controlar o mitigar los daños rizomáticos que ella misma ya se produjo y no supo, no quiso o no pudo  evitar.

Como en el caso de las crisis económicas, se perciben y sufren pero nadie las comprende. Qué podrían decir las pancartas de protesta como síntesis compartida: ¿Crisis, lárgate?

Se pregunta Beck, (…cómo entender que ya nadie entienda nada? … El no saber que se extiende por todas partes es el rasgo distintivo de una dinámica que arrastra actualmente a las sociedades.  … en cierto sentido son siempre sociedades del “podría” … las centrales nucleares cuyo complejo funcionamiento interno no entendemos, “podrían” tener un accidente, los mercados financieros, que ya no siquiera los malabaristas de las bolsas parecen comprender, “podrían” hundirse. … El catastrófico condicional asalta el corazón de las instituciones y de la vida diaria; es imprevisible, hace caso omiso de las constituciones y de las reglas de la democracia, está cargado de un explosivo no saber … Todo el mundo lo concibe, lo que no quiere decir que alguien lo entienda …” (Beck, Una Europa alemana). Otro tanto podríamos decir ahora, ante el desconcierto científico y diferentes políticas sanitarias aplicadas por cada país frente al Coronavirus, sin GPS unificado y orientador.

En estas situaciones conviene tener presente -aconseja Beck- la definición de concepto de crisis  de Antonio Gramsci: “La crisis es el momento en el que el viejo orden se extingue y es preciso luchar por un nuevo mundo venciendo resistencias y contradicciones”.

Por algo y no obstante su ceguera política, la globalización económica ya ha tomado razón de los efectos del momento, y por instinto de lucro –o perder lo menos- piensa ya en modificar la interconectividad en la cadena de producción hacia y desde cualquier lugar del planeta sólo por su rentabilidad inmediata, y se propone adecuarla (la interconectividad) con second source no tan alejadas ni susceptibles de interrumpirse por factores catastróficos, sino más bien próximas y fiables de permanencia.

Cuando todo se vuelve incertidumbre todo el tiempo, su consecuencia inevitable es vivir en estado de emergencia, y el estado de emergencia es un estado de excepción transnacional, cuya deriva más probable –con el argumento real del peligro constante o el miedo también real- es disminuir la democracia y concentrar el poder. (… La retórica del peligro es siempre también la retórica de la autorización …), autorización para cualquier cosa que el poder crea necesario hacer, de inmediato y sin tantas vueltas.

Mucho se habla del fin de la política, sin embargo  es probable que en realidad estemos ante una nueva época que nos plantea urgentemente  la inexcusable necesidad de nuevas formas de política. Claro que hablamos de la gran política no de la pequeña política. Hablamos de transformar las reglas de convivencia y prioridad de la humanidad y el eco sistema, y no sólo de cumplir las que están dispersas en formalidades a la carta de cada cual. Es el tiempo de lo que Beck llamó “modernización crítica reflexiva”, para el desarrollo científico tecnológico, las relaciones sociales y su “padre económico”, bajo el rol protagónico de “lo político” como orientador valórico del conjunto de esa tarea.

Ulrich Beck  nos dejó preguntas de las que resulta con  claridad el creciente conflicto imperante entre la lógica del riesgo y la lógica de la democracia, si no nos proponemos y no conseguimos poner la salud, el interés de la humanidad y la conservación del planeta como factores que orienten el futuro de las próximas generaciones, ese futuro será muy gris, o no será! 

Este es un modo ingenuo de pensar  frente a las realidades y tendencias históricas del poder económico mundial frente a la evaporación de los Organismos multilaterales. Pero si la legión de individualistas  poderosos no auto-regulan éticamente sus desarrollos con el sentido y  propósitos de no dañar ni transgredir los límites humanitarios y ambientales, y sólo optan por superar el momento con cambios menores -sin abandonar el altar del dinero y el egoísmo-,  más cerca que lejos estaremos en presencia de que por una u otra catástrofe mundial se concrete el síndrome del alacrán. Se dice que ese “bicho” explica la pulsión incontrolable de inyectar su veneno mortal hasta para sí mismo, con la popular y resignada respuesta exculpatoria: “es más fuerte que yo”.

Seguir sin cambiar a fondo, dejando que “el progreso mundial” se ocupe de ello por sí mismo, sería un “laissez faire, laissez passer” indisculpable, una pulsión auto destructiva,  un intento equívoco y soberbio de evitar lo inevitable por el mero transcurso del tiempo, y la humanidad seguirá caminando hacia el futuro de la mano con  
ángeles y demonios a la vez
.

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