Se cumplen 93 años de la proclamación de la Segunda República Española. El 14 de abril de 1931, tras las elecciones de concejales en las que las fuerzas republicanas se impusieron en la mayoría de las ciudades más importantes, el rey Alfonso XIII marchó al exilio y se proclamó el nuevo régimen político que sucedió a la monarquía. El poeta Antonio Machado saludó la ilusión que generaba ese histórico acontecimiento: “¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el más puro lino de la esperanza, cuando unos viejos republicanos izamos la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Segovia!”. El período republicano sería breve, traumático, y culminaría abruptamente tras la cruenta guerra civil que se libró a partir de 1936, el 1 de abril de 1939, dando paso a la dilatada dictadura franquista.
El historiador Rafael Linde Ruiz (1) nos dice que “en 1931 España era un país con un número insuficiente de escuelas, muchas de las cuales eran muy pequeñas, simples habitaciones incluso. El número de maestros era muy bajo y su formación, muy pobre. Los diferentes gobiernos republicanos establecieron un plan en Educación que estaba centrado en la construcción de más escuelas, la mejora de la formación de los docentes, su mejora salarial, y la introducción de aspectos como el laicismo, que hubiera niños y niñas en la misma clase, enseñanza gratuita, etc. Este programa de reformas se aplicó con gran esfuerzo por parte de la República, ya que la Crisis económica internacional de 1929 influyó mucho en España y en el resto de Europa. Dicho programa se encontró con la oposición de la cúpula de la Iglesia Católica y parte de los políticos conservadores estaban en contra de esta reforma educativa porque la veían como una amenaza a sus privilegios y a lo que ellos entendían como la tradicional moral cristiana. Después del golpe de Estado político – militar de 1936 y la guerra, el plan educativo fue suspendido en el territorio rebelde (con quema de libros incluida en muchas ciudades de nuestro país) y cancelado definitivamente tras 1939”.
La educación como piedra angular
Continúa el mencionado historiador español señalando que “tras la proclamación de la República en abril de 1931, se quiso hacer de la Educación uno de los proyectos estrella de la democracia republicana. Para ello, y acorde con el proyecto reformista general, se reformó la educación en todos sus niveles. Se apoyó la promoción de metodologías de enseñanza activas, la creación de escuelas públicas, la reforma de los planes de estudio existentes o la implantación de la coeducación (niños y niñas juntos en la misma aula) y la laicidad de la educación. Un decreto del 15 de abril de 1931 del Gobierno provisional resumía la importancia que iba a tener la educación desde el primer momento: “El gobierno Provisional de la República sitúa en el primer plano de sus preocupaciones, los problemas que hacen referencia a la educación del pueblo. España no sería una auténtica democracia mientras la mayoría de sus hijos por falta de escuelas se vean condenados a la perpetua ignorancia”. Otra historiadora española, Consuelo Domínguez, abona el razonamiento: “Efectivamente, [la Educación] fue la piedra angular de todas las reformas: había que implantar un Estado democrático y se necesitaba un pueblo alfabetizado. Era el Estado educador”. ¡Cómo no reconocer en las palabras de ambos un vínculo con la prédica de Sarmiento y tantos otros de nuestros próceres del siglo XIX!
Rafael Linde Ruiz menciona que “las influencias para aplicar este plan fueron varias: El regeneracionismo de Costa, la Institución Libre de Enseñanza (ILE, fundada en 1876 por Julián Sanz del Río), los grupos de pedagogos que habían viajado sobre todo por Francia, Reino Unido y la Alemania de Weimar, que aprendieron las teorías educativas de los teóricos de la enseñanza de ese momento. Una de estas figuras fue el pedagogo manchego Lorenzo Luzuriaga (1889-1959), que decía que la educación debía ser laica, gratuita, mixta y administrada por el Estado”. A su vez enfatiza que “a las dificultades financieras que hubo para sacar adelante estas medidas educativas, hubo que sumar la oposición que los obispos de la época presentaron contra el programa educativo laico del gobierno republicano español, a la que llegaron a implicar al conservador Papa Pio XI (Papa que luego sería tristemente famoso por varias polémicas debido a su ambigüedad con los fascismos en los años de la 2GM)”.
El ejemplo argentino
El artículo 48 de la Constitución de 1931 establecía que “el servicio de la cultura es atribución esencial del Estado, y lo prestará mediante instituciones educativas enlazadas por el sistema de la escuela unificada. La enseñanza primaria será gratuita y obligatoria. Los maestros, profesores y catedráticos de la enseñanza oficial son funcionarios públicos. La libertad de cátedra queda reconocida y garantizada. La República legislará en el sentido de facilitar a los españoles económicamente necesitados el acceso a todos los grados de enseñanza, a fin de que no se halle condicionado más que por la aptitud y la vocación. La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana…”.
En la República Argentina la educación era laica, gratuita, mixta y administrada por el Estado desde 1884, cuando esos principios fueron consagrados por la Ley 1420, que el próximo 8 de julio cumplirá 140 años. Y el conflicto con la Iglesia Católica había sido resuelto con firmeza no exenta de diplomacia por el presidente Julio Argentino Roca medio siglo antes.
(1) La Educación durante la II República Española (II)
https://www.lavozdelarepublica.es/2021/04/la-educacion-durante-la-ii-republica.html
Publicado en La Calle el 14 de abril de 2024.
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