¿Qué hubiera dicho Scaloni si antes del inicio del Mundial le hubieran preguntado si íbamos a llegar a la final? Que el partido más importante era el siguiente, a saber, el del debut contra Arabia Saudita. Y luego de haber caído, en esa primera presentación que hizo temblar la ilusión, insistió en que lo más importante era vencer a México. Así, siguió la secuencia con Polonia, Australia, Países Bajos y Croacia. “Hay que pensar partido a partido, siempre el más importante es el que está por venir”. Pues bien, esa lógica que nos trajo hasta aquí nos permite, ahora sí, tener la mente puesta en el domingo 18 de diciembre.
Messi, que sigue en modo D10S, en ese equilibrio perfecto entre el goleador, el gambeteador, el asistidor y el líder, también ha repetido una misma frase desde el primer día: “Confíen, que este equipo va a dejarlo todo en la cancha”.
Desde afuera, hace meses, el mantra de todo un país han sido dos palabras: “Elijo creer”. Vaya si han sido una síntesis de todo lo que ha tocado experimentar en este último mes, con partidos que no dieron respiro, bien por rivales que no regalaron nada, o porque no hicimos el tercero más temprano para bajar la persiana contra Australia y Países Bajos, que por un rato nos asustaron, nos hicieron pasarla mal, nos demostraron por qué un Mundial es tan cuesta arriba y está al alcance de tan pocos. Pero el sello de la Scaloneta, precisamente, fue sobreponerse ante todo tipo de adversidades en los momentos más complicados. Supo arremangarse y jugar con los dientes apretados. Cuanto más negro el panorama, mejor reacción.
No nos noqueó perder con Arabia Saudita. Esa derrota, que pulverizó el invicto de 36 partidos, encendió la mecha para sacar adelante tres puntos rocosos a México y otros, quizá los más tranquilos, a Polonia. De ahí a Australia, que agitó fantasmas en los últimos cinco minutos, hasta que Romero hizo aquella barrida a lo Mascherano y Dibu tapó la última para impedir el alargue. Ese al que sí nos forzó Países Bajos cuando casi acariciábamos el triunfo, que tuvimos que finiquitar en los penales porque en esa media hora, tan bien jugada, no quiso la pelota no quiso entrar. Pero, de nuevo Dibu en versión leyenda, y Messi, y Lautaro. También Enzo, a quien no hay manera de cuestionar lo excelente que lo ha hecho desde que se ganó el puesto.
Por fin, con Croacia enfrente, en una semifinal de una Copa del Mundo, la Argentina jugó como si estuviera en el patio de su casa. Sin presión. Con todos sueltos, desbocados, divirtiéndose. Como Julián en esa corrida legendaria, como Messi pegadito a la banda derecha para dar otro pase gol con la misma tranquilidad con que patea cada penal. Con Enzo, Mac Allister y De Paul que lo vieron despedirse a Modric. Y Otamendi y Romero sólidos, indistintamente de que en los laterales los acompañen Molina/Montiel o Acuña/Tagliafico. Y Dybala, Ángel Correa y Foyth, que disfrutaron sus primeros minutos, y Lautaro abrazado a Julián Álvarez, o Di María con buena cara en el banquillo. Porque todos valen, todos cuentan, todos van juntos por ese sueño en el que elegimos creer. De aquí al domingo hay que soñarlo, imaginarlo, desearlo, disfrutar. Es el momento. ¡VAMOS ARGENTINA! Que de la mano de Leo Messi…