viernes 26 de julio de 2024
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La rebelión de los agricultores

Tanto en Francia como en Alemania “el campo” salió a las rutas a protestar por las nuevas regulaciones que encarecen el gasoil y ponen en peligro un modo de vida cobijado por subsidios y el proteccionismo que se están retirando.

A contramano de lo que la Ministra Patricia Bullrich pregona en la Argentina respecto a la protesta social y cómo lidiar con ella, en Francia se están viviendo escenas impensables aún en nuestro país. Es que los agricultores franceses salieron de sus campos con sus tractores a bloquear las carreteras de todo el país, por 24 horas, en un verdadero “asedio a París” en protesta por la disminución de los subsidios a sus actividades, la importación de productos y las exigencias regulatorias de la UE para hacer más ecológicas las explotaciones agropecuarias.

Gabriel Attal, el nuevo primer ministro de Emmanuel Macron, de 34 años, se ha presentado repetidamente como comprensivo de las preocupaciones de los agricultores, que incluyen las ya mencionadas en el marco de una “falta de consideración”, y anunció el viernes pasado una serie de medidas que incluyeron un cambio de sentido en la tributación del combustible diesel utilizado por los tractores que se había acordado hace unos meses y el compromiso de acelerar el desembolso de efectivo a través de la Política Agrícola Común (PAC) de la UE.

La PAC de la UE, es un sistema de subsidios que representa un tercio del presupuesto del bloque. Desde su creación en 1962, tras los años de hambre que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, la PAC ha incentivado la industrialización de la agricultura europea, una iniciativa que el lobby Copa-Cogeca – con sede en Bruselas – ha apoyado firmemente, en detrimento de los agricultores pequeños o conscientes del medio ambiente. Copa-Cocega está imbuida de una mentalidad rentística que termina promocionando la gran escala y la transnacionalización de la industria agropecuaria.

La movilización fue organizada por el principal sindicato del sector, el FNSEA (Fédération nationale des syndicats d’exploitants agricoles) que aglutina a unos 20.000 sindicatos agrícolas de todo el país y además de señalar la falta de interés y comprensión – tanto de políticos como de periodistas – hacia las regiones rurales del país, ven a las importaciones, y sobre todo el acuerdo UE- Mecosur, como una espada de Damócles sobre sus producciones y su forma de vida.

El movimiento antiglobalista – los agricultores asaltaron al menos una docena de camiones y arrojaron cargamentos de coliflor belga, pollo polaco y vino español en una ruta nacional en Malataverne – cuenta con el apoyo de una abrumadora mayoría de la población francesa, según una encuesta reciente. Los campamentos de los piqueteros reciben bocinazos de apoyo de los coches que pasan a lo largo de la autopista. Pero los sindicatos quieren mantener el movimiento centrado en sus reclamos sectoriales y rechazan adhesiones.

En los próximos días se iniciarán nuevas acciones, incluido el bloqueo del Mercado Internacional de Rungis, uno de los mercados mayoristas de productos agrícolas más grandes del mundo.

Varios miles de agricultores se concentraron en Berlín en una nueva jornada de protestas para demandar al Gobierno alemán que no suprima los subsidios al diésel para el sector agrícola. Las organizaciones ecologistas piden que se apueste por el mercado europeo y una agricultura sostenible.

En tanto, la semana anterior unos 10.000 agricultores de toda Alemania dieron el puntapié inicial a la rebelión concentrándose a puro tractorazo en la emblemática Puerta de Brandeburgo, en el centro de Berlín, tras ocho días de protestas en la capital alemana.

Los agricultores se quejan por las mismas razones que sus homólogos franceses, obligando al gobierno de Olaf Scholz a retrotraer las medidas referidas al diesel – al igual que el gobierno de Macron – prometiendo reducir los subsidios de manera escalonada durante los próximos tres años, medida rechazada también por los agricultores.

Phillip Osswald, agricultor de 24 años, dijo al portal Euronews que los trabajadores del campo preferirían no depender de los subsidios, pero advierte que, sin ellos, muchos perderían su oficio y Alemania tendría que aumentar su volumen de importaciones. “A nadie le conviene importar en exceso productos del extranjero que no se han producido según los estándares que hemos seguido durante 30 o 40 años”, señaló en defensa de su modo de vida.

Según un experto en política agraria de Greenpeace Alemania, el 50 por ciento de los ingresos de los agricultores alemanes provienen de subsidios agrícolas y advirtió que, “tal como se pagan actualmente, a largo plazo no tienen sentido, y los agricultores también lo saben”.

En esta encerrona entre rentabilidad, producción y cambio climático lo que parece mandar es el primer factor, pero esa rentabilidad hoy la garantiza un estado cada vez más exhausto a través de subsidios y protecciones que la UE fijó para sostener la vida en la campiña, mientras desarrollaba su industria. Hoy presenciamos la rotura de esos equilibrios en el contexto de un orden mundial inestable.

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