miércoles 7 de mayo de 2025
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La radicalización discursiva y el fomento del odio ponen en peligro la estabilidad democrática

Una de los enunciados principales de la Ciencia Política, basada en la evidencia empírica del siglo XX, marca que el crecimiento en el nivel polarización en los discursos constituye una herramienta peligrosa para la estabilidad democrática. Cuando los actores políticos recurrían a ella, fundamentalmente lo hacían los partidos antisistema, la competencia partidaria se tornaba centrífuga (llevar las propuestas a los extremos) y con ello muchas democracias se quebraron.

Por eso observo con preocupación la estrategia de desprestigiar a la “tibieza” y así condenar el diálogo, dado que fomenta un odio peligroso para la estabilidad democrática. En el nombre de la “lucha cultural” se fanatizan almas que creen que ser auténticos implica pureza. Y la pureza se caracteriza por no aceptar matices. Como sostiene Przeworski, “las posturas autoritarias están muy extendidas, pero el autoritarismo es un instinto, no una ideología. La retórica democrática se utiliza en todo el espectro político”.

Se busca establecer la realidad en un juego de suma cero o de “a todo o nada”. Durante el siglo XX y en lo que va del XXI esta forma de ver la política tomó cuerpo y forma con los expresiones populistas. Como bien advierte Schedler, los populistas tradiciones suelen tomar como enemigo al establishment económico, al que consideran la oligarquía que atenta contra los intereses del “pueblo”. La novedad de los partidos antipolítica o anti establishment político, como el caso de los libertarios, es que el enemigo no es la clase económica sino la política. Ambos mantienen la construcción de un relato mítico para legitimar su poder (ahora son las “fuerzas del cielo”) alejado de toda evidencia empírica. Por ello el concepto peyorativo de “casta” política, sin importar distinción ideológica en su composición: toda la clase política es la que trajo el presente decadente. Por eso se la odia e insulta, salvo que “reconozca su error” y se suma a su fuerza. En esta lucha de legitimidades, quien pierde son los valores liberales democráticos de occidente.

Como advierte Adam Przeworski “el auge de los partidos de extrema derecha no es antidemocrático, siempre y cuando no socaven la posibilidad de ser destituido. La aparición de magos no es antidemocrática. Simplemente demuestra que cuando la gente se harta de las alternativas establecidas está dispuesta a correr el riesgo de adoptar soluciones no probadas.” Frente a cierto hartazgo de la sociedad frente a la falta de respuesta de algunas instituciones de la democracia, estas soluciones mágicas toman forma. Justamente cuando deje de ser novedoso, el gobierno deberá responder como un actor más de la clase política.

Pero mientras pueda (y la economía lo deje), Javier Milei hará lo imposible por inyectar de legitimidad su mirada. Por eso el ataque feroz emprendido contra el periodismo. Por eso la necesidad de polarizar todo el tiempo contra su enemigo político principal: la versión del populismo clásico que es el kirchnerismo.

En este contexto, la foto que van mostrando las diversas encuestas nos permiten medir el termómetro de la tolerancia social. Por cuarto mes consecutivo, tanto la imagen de Milei como la de su gestión están en caída. Para colmo la inflación vuelve a marcarse como principal problema. Otro indicador que puede encender la alarma es la baja del porcentaje de expectativa por la mejora económica. El gobierno está asumiendo los costos de gobernar y de ya no ser una novedad, con la cual la responsabilidad comienza a ser cada vez más propia.

Según Management & Fit, en su último estudio de marzo marca que un 48,6% del electorado está predispuesto a votar un candidato que apoye a Milei mientras que un 43,6% lo haría por alguien opositor al primer mandatario. De esta manera, la nacionalización de cualquier campaña será conveniente para los intereses libertarios pero también deja abierta la pregunta en torno a la oposición. Justamente la principal opción opositora es el kirchnerismo y por eso los libertarios consideran que es el momento de profundizar la grieta e instalarse como la “verdadera” opción política. En la lucha entre populismo, se apuesta a radicalizar los discursos y cada vez con más ataques de ambos lados y con poco interés de construir consensos.

Es por eso que para la supervivencia del sistema democrático es menester e imperioso el surgimiento de liderazgos moderados, centrados, que logran poner un equilibrio. Hoy día cuesta mucho encontrarlo, y eso realmente es un peligro para la estabilidad democrática.

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