miércoles 11 de diciembre de 2024
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La política debe salir del estupor y sacudir su letargo

Las primarias del 13 de agosto causaron estupor en analistas, politólogos y políticos, y trajeron a la superficie la precariedad de los análisis en base a los que decide la dirigencia argentina.

Los partidos y los equipos de campaña parecen haber perdido el olfato y la perspicacia. Encerrados en sí mismos y con dosis excesivas de autoconfianza, pueden llevar a errores reiterados y potencialmente fatales.

En este campo, el peronismo siempre ha corrido menos riesgos. Favorito histórico, su necesidad de convencer, de atraer votos en las campañas, ha sido generalmente menor, sobre todo cuando concurre unido a los comicios.

En cambio, el polo no peronista siempre ha tenido que hacer mayores esfuerzos para sobrepasar al partido predominante: alianzas territoriales, coaliciones partidarias, candidatos excepcionales y/o campañas muy profesionales, fueron factores que, según la ocasión, llevaron al triunfo. En suma, la conexión de los candidatos y sus equipos con el clima de época resulta fundamental.

En este terreno, en JxC parece imperioso un golpe de timón preventivo, para evitar traspiés como los de las PASO de 2019, cuando un oficialismo convencido de que ganaría o perdería por muy poco, perdió por 18 puntos y su primera reacción fue el enojo.

Este año ocurrió algo similar: el PRO sumó un error de cálculo tras otro. Se vio absorbido por una interna irresponsable y polarizante. No faltaron advertencias, no contra una competencia interna inevitable, sino contra el cariz de la misma, una disputa excluyente que aisló a la coalición de las vivencias sociales y los desafíos futuros, quedando esclava de la imagen típica de una lucha por los cargos.

La ola de descontento encontró un canal electoral y lo alimentó, gracias a las diatribas sin mesura, las estrafalarias explicaciones y las eficacísimas metáforas empleadas por Javier Milei.

Ahora vemos cómo esa miopía llevó a una encerrona: los triunfantes halcones tienen dificultades para recuperar el apoyo perdido, retener el voto de las palomas, y recobrar nitidez frente al híper-halcón violeta.

Se escribió hasta el hartazgo que la grieta no sólo era peligrosa para la democracia sino estratégicamente perjudicial en lo electoral. Pero lo hecho, hecho está. Y el cambio de escenarios traído por las PASO obliga a revisar las estrategias.

Primero, porque hoy el discurso antipolítico de Milei, su personalidad intolerante, su falta de articulación programática, el fanatismo agresivo de sus seguidores en las redes sociales, sus proyectos de cancelación institucional, su mirada torva hacia las instituciones republicanas, son una amenaza mayúscula para la democracia constitucional argentina. Y segundo, porque la continuidad de la ya anquilosada grieta no parece ser la vía para que JxC entre al ballotage.

De hecho, fue Milei quien la suprimió, y resulta difícil pensar que JxC ganará respaldo electoral concentrando sus esfuerzos en machacar obsesivamente sobre un kirchnerismo de pólvora mojada y hacer como si Milei no existiera.

Milei ocupa hoy casi todas las dimensiones de la esfera pública, reclamando autoridad en lo que no tiene experiencia ni pericia. Y no faltan periodistas que al evitar repreguntarle, legitiman enunciados disparatados en las áreas más diversas. En tanto, el Gobierno (las hilachas que de él quedan), sigue encerrado en sí mismo y JxC parece continuar apostando a una grieta que está agotada, frente a un tigre de papel.

La historia política está llena de erupciones volcánicas en las que quienes creen sacar partido advierten su perdición cuando la lava les sube ya hasta las rodillas. También de expectables figuras de las derechas conservadoras, y hasta liberales, convencidas de poder controlar a la fiera emergente hasta ser devoradas por ella; de legiones de políticos y publicistas confiados en el “teorema de Baglini”.

Pero a veces los pronósticos más sensatos también pueden ser sarcasmos de la historia que comprenderemos cuando ya sea demasiado tarde. No poner en disputa las excéntricas ideas de Milei sobre áreas centrales de la vida social implica un riesgo muy grande.

En caso de llegar a la presidencia, ¿se vería tentado Milei a gobernar por decreto, o aun a cerrar el Congreso por no contar con un tercio de las cámaras? ¿Se resignaría a un impeachment? En una Argentina que se hunde un poco más cada día, este conflicto de poderes no acarrearía más que costos aterradores. Evitarlo es imperioso.

En varias instancias se nos quiere presentar a Milei como el azote de Dios que caerá sobre una clase política egoísta, incompetente y mendaz. ¿Podríamos preguntarnos, siquiera, si como sociedad estamos en condiciones de arrojar las primeras piedras de ese castigo divino?

Si un Milei presidente se mantuviera firme en una actitud anti-casta y por lo tanto sus expectativas de gobernabilidad fueran magras, esta posibilidad también conllevaría costos tremendos para todos nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quisieran habitar el suelo argentino.

En estos días hay efervescencia social en los entusiastas, mientras que los sectores políticos que deberían asumir su responsabilidad sin tardanza, están sumidos en cierto aletargamiento y pasividad, hermana del miedo instalado en no pocos corazones.

¿Debemos esperar una reacción en la política convencional, o por el contrario, el bastón de mariscal puede estar en la mochila de cualquier soldado? Luego de las PASO de 2019 estuvo en la de Luis Brandoni, que exhortó a las movilizaciones que finalmente hicieron a Macri subir 8 puntos en la elección general. Quizás un impulso similar pueda en estas semanas transformar la foto en una película dinámica.

Publicado en Clarín el 31 de agosto de 2023.

Link https://www.clarin.com/opinion/opinion-elecciones2023_0_O5TmCZHewA.html

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