sábado 5 de octubre de 2024
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La periferia fregada

La guerra entre Rusia y Ucrania agravó la crisis causada por los efectos económicos de la pandemia, disparando los precios mundiales de productos primarios, fletes y combustibles. Lo que parecía una suerte para América latina es, nuevamente, un espejismo.

La región recibió con cierto alborozo egoísta la debacle del hemisferio norte. El aumento de los precios de los commodities –que nunca controla– auguraba altos precios para las exportaciones, aunque siempre estuvo claro que esa ventaja no sería para los ciudadanos o habitantes de los países que la integran.

Las cadenas productoras de los preciados productos se benefician de los precios más altos, especialmente en países como Brasil, que es exportador de petróleo, acero, o soja y carnes. Pero los consumidores brasileños están pagando precios mucho más altos debido a la gigantesca ola inflacionaria mundial que ha llevado a muchos bancos centrales a subir las tasas de interés a toda velocidad. Y si el crédito se encarece y la economía se recupera más lentamente, el rumbo económico global tiende a lo que muchos vaticinan como una gran recesión, que estallará también, en Estados Unidos y en Europa.

En resumen, la inflación -energética y alimentaria– ha empobrecido aceleradamente a los brasileños y amenaza, por igual, a todos los asalariados de la región y del mundo.

El mes pasado, la CEPAL ya anticipó los efectos finales de lo que en principio parecía una ventaja. En el informe especial “Repercusiones en América Latina y el Caribe de la guerra en Ucrania: ¿Cómo enfrentar esta nueva crisis?”, prevé un crecimiento anual promedio del PIB de 1,8 por ciento, en 2022, con una tendencia a regresar al lento patrón de crecimiento de 2014-2019 de solo 0,3 por ciento de promedio anual. La inflación regional, que sigue la tendencia mundial, pasará de 6,6 en 2021 a 8,1 por ciento en 2022. La pobreza aumentaría de 29,8 en 2018 a 33,7 por ciento en 2022 y la pobreza extrema se incrementaría de 10,4 en 2018 a 14,9por ciento, este año. Esto implica que 7,8 millones de personas estarán en riesgo de caer en inseguridad alimentaria, cifra que se sumaría a los 86,4 millones que actualmente se encuentran en ese conjunto desgraciado de la región.

Este panorama general tiene sus particularidades en cada país, según su situación fiscal, balanza de pagos y materias primas disponibles.

En Argentina, donde el efecto comercial y fiscal podría ser ligeramente positivo este año, el impacto negativo se agravará por la cultura inflacionaria histórica de ese país, ligada a la lucha por la distribución del ingreso.

En Méjico, el efecto es negativo en todos los ámbitos: comercio, finanzas públicas e inflación, aunque es temprano para vaticinar un resultado hacia fin de año.

Uruguay, con su economía agroexportadora de mercado abierto, sufre poco. La caída de la actividad y la suba de precios golpearán poco a la economía uruguaya más no a los uruguayos para los que la CEPAL calcula un aumento de la pobreza del 4 al 4,4 por ciento, debido a la inflación, un caso similar al de Brasil. Un nuevo intento de TLC con China y de ruptura con el Mercosur, planteada por el presidente Lacalle Pou, son parte de la solución para compensar las pérdidas de ventas a Europa y los EE.UU.

En otros países como Colombia y Perú, que han tenido la inflación controlada en las últimas décadas, el efecto positivo vía comercio y finanzas públicas será mayor que el efecto negativo de inflación, comentan los analistas.

En Panamá, el aumento del costo de vida y de los combustibles han detonado una serie de conflictos acumulados en estos años y generado muy serios disturbios, colocando a ese país al borde del estallido social.

Mientras esto ocurre, la “cronificación” del conflicto ruso ucraniano ha dado paso a un acuerdo entre las partes para liberar el grano del país invadido lo que aliviará el problema alimentario mundial en ciernes. El Índice Bloomberg Commodity Spot, que sigue la evolución de contratos en mercados energéticos, de metales y cultivos, ha bajado cerca de un 20 por ciento después del récord alcanzado a comienzos de junio, en la medida que crecen los temores de que se aproxima una recesión. Ese temor ha causado el desplome del precio del cobre –un fuerte indicador de actividad industrial– del orden del 30 por ciento. Malas noticias para Chile.

Cada país tomará las decisiones que quiera o pueda tomar para proteger su economía o a su economía y a sus ciudadanos, asuntos que casi nunca van de la mano y ponen en riesgo nuestra endebles democracias.

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