sábado 21 de diciembre de 2024
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La paz entre las tormentas

Dos tormentas nos azotan en estas horas. El huracán, que hace una semana cosechó víctimas mortales arrasando barrios y ciudades, y la tormenta político-social que provoca el ajuste fiscal -un clásico con aumento de impuestos- que lleva a cabo el Gobierno.

Entre estos acontecimientos, en que un fenómeno de la naturaleza se confunde con decisiones políticas de alto voltaje y sus consecuencias, entramos en este breve remanso del 24 de diciembre de 2023, la noche de paz que entonan antiguos villancicos. No es, sin embargo, el momento en que se escribe este artículo. Hoy, miércoles 20, la calle es un laboratorio de pruebas para el Estado y el Ministerio de Seguridad frente a la convocatoria para manifestar de algunos movimientos sociales.

Este es el resultado de una política, que ya lleva varias décadas de inmovilidad signadas por la lasitud, ante una ascendente apropiación del espacio público en plazas, calles y rutas:la presión que los dirigentes piqueteros esgrimen para obtener mejoras y acentuar el perfil de un liderazgo contestatario. Si bien León Trotsky, un gigante de la tradición revolucionaria, pregonaba la revolución permanente, estos discípulos criollos proclaman la rebelión permanente para administrar el subsidio de los pobres.

La administración de la marginalidad, que produjo la política populista, supone imponer la movilización a quienes tienen subsidios y contar con el apoyo de unas minorías activas, intrascendentes en términos electorales y relevantes en la calle.

Así la sociedad soporta la fricción constante entre dos legitimidades: la que se reclama de la soberanía del pueblo expresada en las urnas, propia de la democracia representativa, y la que se vuelca en la calle mediante la participación directa.

La primera es cuantitativamente mayoritaria; la segunda, con muy escaso respaldo en las encuestas (más del 60% la rechaza) es minoritaria, aunque con un poder cualitativamente disponible, si la militancia y las familias subsidiadas responden, para atacar, según dicen, la opresión de gobiernos y sectores dominantes.

De esta manera está planteada la tercera esfera del conflicto que afronta Javier Milei. Las otras dos corresponden a la proyección de su liderazgo y a las negociaciones inevitables que tendrá que encarar, por su condición minoritaria, en el Congreso y con los gobernadores de provincias.

¿Quién es Milei? Las dos caras de este outsider despiertan naturalmente interés y a veces desconcierto. La cara de la campaña electoral fue utópica, libertaria e iracunda; la de quien ejerce el gobierno, a caballo de lo que se hereda (la bomba pronta a explotar que, con tanto esmero, armó la demagogia compartida por ambos Fernández y Sergio Massa) tiene una fisionomía distinta: la de un pragmatismo pronto a cooptar funcionarios de diverso origen a causa de la orfandad de dirigentes propios.

Este pragmatismo podría resultar incomprensible para los militantes imbuidos de pasión libertaria. En realidad, no es así. Acaso Milei podría atender al consejo de Ludwig von Mises, uno de los padres, junto con el Premio Nobel Friedrich A. Hayek, de la escuela austríaca de economía, a la que con tanto fervor adhiere.

Escribe Mises: “Siempre hice una tajante distinción entre mi trabajo científico y mi actividad política. En la ciencia, los compromisos son una traición a la verdad. En política, los compromisos son inevitables porque los resultados solo se logran a través de compromisos entre opciones encontradas. La esencia de la política es la cooperación y por tanto requiere frecuentemente de compromisos”.

En suma, si presta atención a este consejo que procura ensamblar el rigor de la teoría con la flexibilidad de la política, a Milei no le cabe más que hacer uso del arte del compromiso sobre la segunda esfera en que habrá de dirimirse el porvenir de su gobierno: la esfera de los legisladores y gobernadores. No estuvo mal el punto de partida de este empeño gracias a la jugada de la Vicepresidente para retener, con el concurso de todos los bloques opositores a Unión por la Patria, la presidencia provisional del Senado y el control de comisiones clave.

A ello se añaden las negociaciones, ahora en curso, con un conjunto plural de gobernadores que, pese a carecer de la disciplina de aquella compacta Liga de Gobernadores, que en 1880 entronizó a Julio A. Roca en la presidencia, parece dispuesto a negociar; saben lo que acontece y no han sido remisos para ajustar en sus respectivos distritos. Pero su dependencia de las transferencias directas provenientes del Poder Ejecutivo Nacional es muy grande e imposible de satisfacer a no ser que se emita, en especial en la provincia de Buenos Aires.

Queda pues en suspenso transitar el escarpado camino de la negociación parlamentaria. El Presidente arremete con un ambicioso decreto de desregulación de la economía para insuflar aire a una actividad privada asfixiada por infinidad de obstáculos. Asimismo, son dignos de apoyo los proyectos legislativos en danza de derogar las PASO e instituir la boleta única para emitir el sufragio.

Vengo desde hace un tiempo criticando el deficiente régimen de primarias abiertas y obligatorias, cuyos defectos ya señalamos en esta página en el mes de agosto. Por su parte, la boleta única es un remedio oportuno para sanear un turbio comercio de boletas y evitar corruptelas fraudulentas. No obstante, estas y otras reformas de fondo deben aprobarse en el Congreso.

¿Qué podemos esperar? Algunas voces imaginan en acción un “piloto de tormentas”, el elogio dirigido a Carlos Pellegrini cuando asumió la presidencia y cargó sobre sus hombros el brutal embate de la gran crisis económica de 1890; pero también se ponderaba “la muñeca” de aquel liderazgo que, en circunstancias críticas, atraía seguidores, convenía con adversarios y pactaba políticas y candidaturas para seguir adelante. Quizás convenga combinar ambos estilos para aventar la tentación populista que siempre nos acecha.

Publicado en Clarìn el 26 de diciembre de 2023.

Link https://www.clarin.com/opinion/paz-tormentas_0_PknwN20ITZ.html

 

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