miércoles 9 de octubre de 2024
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La paradoja de la democracia argentina

La paradoja de la democracia argentina, en sus cuarenta años ininterrumpidos, consiste en que ella se instaura en diciembre de 1983, bajo el liderazgo de Raúl Alfonsín, reconocido como el padre fundador, y en ese horizonte temporal declinante, en diciembre de 2023 arriba al poder legítimamente un líder decisionista, Javier Milei.

Con una afiliación anarco capitalista, dispuesto a gobernar por decreto, la democracia es un dato irrelevante. ¿Una aparente contradicción? o ¿es el resultado desquiciado de cuarenta años de declinación de una sociedad? Quizá también puede significar una metáfora de nuestra vida común. De Alfonsín a Milei, en los extremos de la paradoja, con diversos y numerosos matices en el medio.

Hay en la política una mezcla ambigua entre decisión, razón, consenso, pasión, emoción. Es verdad que somos personas emotivas y no solo racionales. Un presidente decisionista, que concentra el poder, como Javier Milei, usa el Estado que desprecia para avanzar a golpes de decisiones, admite públicamente que no necesita del Congreso para desarrollar su plan de reformas, su fuente de poder es la legitimidad de la opinión pública.

Convencido que vivimos un momento libertario, propicia al mercado como el verdadero y único regulador de la sociedad y se aferra como liberal libertario a una concepción ultra individualista. Un liderazgo que irrumpe con exhibicionismo y con muchos sueños utópicos, pero que, sin duda, ha cambiado los términos de la discusión política y la forma de organizar el escenario público.

Más allá del impacto social que pueda tener toda la solemnidad de la llegada del Presidente al Congreso el 1º de marzo, así como también el tono y el contenido de su discurso, ante la Asamblea Legislativa, Javier Milei no abandonó nunca su posición de outsider de la política ni el carácter de líder decisionista, que antepone su voluntad política a la deliberación, aun cuando le proponga a la audiencia con la que está enfrentada, el diálogo y un nuevo pacto social refundacional. Hay un momento voluntario de la decisión que es anterior al Estado, que la organiza y dirige.

En un universo dislocado, no se trata únicamente de un cálculo político inmediato o de mediano plazo, sino de una reflexión duradera de las estructuras políticas de la democracia, en los nudos de la historia.

¿Asoma un nuevo régimen político?, ¿una sociedad con familias políticas desordenadas? ¿Hemos reflexionado lo suficiente sobre lo que implica en la práctica gubernamental la fragmentación de los partidos, la debilidad del Estado-nación, la falta de un congreso más acreditado, la ausencia de la conversación pública, la crisis del sistema de representación? Son parte de las preguntas que nos interpelan.

Esa paradoja de la democracia nos lleva al análisis de la naturaleza de la política y a otras paradojas institucionales, como ser: la relación entre decisionismo y federalismo, al enfrentamiento entre la Nación y las provincias, que agudiza la polarización política.

La palabra y la comunicación son una condición fundamental de toda sociedad democrática, cuyo eje sustancial es la disidencia y la tolerancia. Las marcas verbales, a las que ya nos tiene acostumbrado el Presidente en tan corto tiempo, no pueden ser causantes de antagonismos y dicotomías.

De la misma forma, las voces de ciertos gobernadores y de la oposición no dialoguista deberían marchar por el camino de la prudencia. Un término que se remonta a Aristóteles. En la lucha por el poder no hay, en general, enunciados inocentes. Hay una sociedad entera que espera con inquietud una solución positiva de los desencuentros y una inequívoca resolución de la crisis, para lo cual no hay que escamotear el diálogo ni los compromisos asumidos.

La forma como se reparte el poder entre el gobierno federal y las provincias es todavía un tema de infinitas discusiones, por las arbitrariedades y extorsiones de la Nación. El problema es de naturaleza política y fiscal, los dos términos están entrelazados. Sin autonomía fiscal no hay autonomía política, y viceversa.

La permanente invocación a la emergencia se ha formalizado por el “decisionismo presupuestario” de Néstor Kirchner, materializado en la reforma del artículo 37 de la ley de Administración Financiera por la ley 26.124, que autoriza al Jefe de Gabinete a realizar cambios en el presupuesto sin autorización del Congreso (los “superpoderes”). El decisionismo fiscal es un verdadero legado de Kirchner en beneficio de la autoridad presidencial, que trasciende a las personas que circunstancialmente ejerzan el poder.

La distorsión del federalismo es una contradicción de la condición misma de la decisión y de la responsabilidad política. Hay un papel clave a jugar por los gobernadores y legisladores para conquistar una mayor autonomía provincial y local, para lo cual hay que cumplir con las deudas contraídas y no esperar todo de la coparticipación federal que en su distorsión afecta a otras provincias y a la ciudadanía entera.

Con los obstáculos de una difícil negociación, todavía está pendiente el cumplimiento del mandato constitucional de 1994 de sancionar un nuevo régimen de coparticipación automática de recursos. Aquí se juega la calidad de la política frente a una respuesta compleja.

Publicado en Clarín el 4 de marzo de 2024.

Link https://www.clarin.com/opinion/paradoja-democracia-argentina_0_jhzKle1KSt.html

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