viernes 13 de diciembre de 2024
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La muerte de un precursor

El 12 de octubre de 1974, César Luis Menotti dirigía su primer partido al frente de la Selección Nacional. Fue ante España y terminó 1 a 1 con un gol de Roberto Rogel.
Nadie sabía que ese sería un momento bisagra para el fútbol argentino. Porque Menotti fue quien cambió la mente de los dirigentes y de los jugadores locales, quienes entendieron que no sólo tenían la materia primera para competir a nivel internacional sino que además se podía ser campeón del mundo, se podía trascender más allá de un acierto circunstancial.
¿Cuál era la diferencia entre competir y ser campeón? Argentina, hasta ese 12 de octubre del 74 se conformaba con, de vez en cuando, dar un sartenazo. Ganaba algún Sudamericano sin discusión, llegaba a cuartos de final de algún Mundial, le ganaba al Brasil campeón del mundo de 1970, se imponía a Alemania en Múnich 4-3 en 1973, un año antes de que fuera campeón del mundo.
Pero nunca imaginaba que estaba para más, para pelear el título en los Mundiales, por ejemplo.
Y ese poder de convencimiento de Menotti fue tal que desde aquel momento hasta hoy, en 12 mundiales, Argentina consiguió tres títulos, dos subcampeonatos, llegó en cuatro ocasiones hasta los cuartos de final, dos hasta los octavos y apenas una vez quedó afuera en 1° fase. O sea una Selección de primer nivel, del primer mundo, muy a pesar de pertenecer a un país que permanentemente fue acosado por crisis económicas que conspiraron contra el desarrollo de las liga local.
Es verdad, y no se puede evitar mencionar, que el momento en que asumió Menotti, como tantos otros en la historia argentina, era especial. El país era gobernado por el peronismo (María Estela Martínez de Perón, Isabelita), se vivía una crisis política, económica y social de envergadura y pese a todo se estaba organizando el Mundial de 1978.
Menotti sobrellevó ese temporal. Y todavía tuvo que tener mucha más cintura para afrontar lo que se vino después de 24 de marzo de 1976, cuando siguió al frente del equipo con una dictadura genocida gobernando al país, y pese a que el entrenador era un militante inorgánico del Partido Comunista.
Por eso, uno de los temas cuando se repasa el Mundial 78 es la actitud asumida por Menotti durante aquellos años tétricos.
El hombre que lo había impulsado a la Selección en 1974 era David Bracuto, un médico de la UOM y ex presidente de Huracán, equipo con el que Menotti ganó consenso después de obtener en forma espléndida el título metropolitano con aquel fenomenal Huracán del Basile, Brindisi, Babington, Houseman, Larrosa y Avallay , por mencionar solo a algunos futbolistas de aquel ballet que danzaba dentro de la cancha.
Cuando llegó el golpe, en marzo del 76, Bracuto resistió unos días el embate de los dictadores, pero poco pudo hacer cuando, a fin de ese mes, le embargaron todas las cuentas de la AFA y sus pares (encabezados por Alberto J. Armando, por entonces presidente de Boca) le quitaron el apoyo y se lo dieron al doctor Alfredo Cantilo, hombre de Vélez y del almirante Alberto Lacoste.
Cuando sucedió el golpe, Menotti estaba de gira con la Selección por Polonia. El presidente de la delegación era Pedro Orgambide, quien habló con Buenos Aires para saber qué estaba pasando. Las respuestas que recibió no eran del todo claras. Fue entonces cuando se sumó a la novela el relator José María Muñoz, quien dijo una frase que quedó para la historia: “No hay desgracias personales ni derramamiento de sangre”. La matanza que tardaría mucho en llegar.
En medio de la conmoción que causó en la delegación el derrocamiento de Isabel, Argentina salió a jugar contra Polonia su partido amistoso, el que ganó 2-1 con goles de Scotta y Houseman.
Como para entender qué era lo que pasaba en torno de la Selección, consignemos que el comunicado 23 de la Junta Militar informó a la población que, la cadena nacional que intervenía las transmisiones de la TV y la radios y sólo emitía comunicados y música clásica, iba a transmitir en directo el partido entre Polonia-Argentina.
Ridículo.
Después de aquel partido contra Polonia, Argentina perdió 2-0 en Budapest contra Hungría, el 27 de marzo. El Golpe de Estado había calado duro en el ánimo del equipo. Tres días después, Menotti y la Selección regresaban al país.
El 31 de marzo renunció Bracuto; y durante un mes la AFA quedó bajo la administración de su gerente, un tal Ernesto Alfredo Wiedrich. El 4 de abril, Argentina le ganó 4-1 a Uruguay por la Copa Lipton, y el 28 del mismo mes igualó 2-2 con Paraguay, por la Copa Bogado. El 3 de mayo se designó a Cantilo presidente de la AFA. Y mientras la Selección seguía su preparación, en la AFA se decidía qué hacer con Menotti. Cantilo estuvo a favor de mantenerlo en el cargo. El almirante Massera, hombre fuerte del gobierno y que estaba a cargo de la organización del Mundial, lo aprobó. Y Menotti siguió.
En una entrevista para el Corriere della Sera, el 18 de junio de 2008, Menotti dijo: “Fui usado. Lo de que el poder que se aprovecha del deporte es tan viejo como la humanidad. ¿Qué siento hoy? No lo volvería a hacer. Aunque es fácil hablar ahora”.
En otra entrevista, sostuvo: “Yo tenía una buena formación política. No era un boludo al que se lo podía engañar fácilmente.
Sabía que históricamente las Fuerzas Armadas argentinas eran el grupo armado de la oligarquía desde cuando mataban a los indios.
Siempre fueron el grupo armado del poder económico”. Pero luego justifica: “Sin embargo nadie podía imaginarse que en esas horas se tiraban los cadáveres al océano. Si lo hubiéramos sabido, trabajadores, campesinos, intelectuales y futbolistas habríamos salido a la calle a pedir que terminase todo esto”.
¿Qué fue lo que llevó a Menotti a quedarse al frente de la Selección? Nadie está en la cabeza o el corazón del entrenador para saberlo. Nunca lo sabremos.
Menotti fue campeón del Mundo en 1978 y campeón del mundo con el juvenil, en Japón 1979. Luego el derrotero del entrenador fue variopinto. Dirigió a muchos equipos, pero sólo fue campeón tres veces más: con el Barcelona en 1983, de la Copa del Rey, de la Copa de la Liga y de la Supercopa de España.
Luego de Barcelona, fue a Boca (1987), Atlético de Madrid (87- 88), River (88-89), Peñarol (90-91), Boca (93-94), Independiente (96-97), Sampdoria (97-98), Independiente (98-99), Rosario Central (2002), Independiente (2005), Puebla (2206) y finalmente se retiró en Tecos (2007). También fue manager de Independiente entre 2009 y 2010) y de las Selecciones Nacionales, desde 2019 hasta el día de su muerte.
Fue un hombre que siempre estuvo vinculado al fútbol (como jugador, entrenador y manager) pero su época dorada quedó encapsulada en la segunda mitad de la década del 70.
Mantuvo durante años una polémica innecesaria con Carlos Salvador Bilardo sobre lo que era más importante en el fútbol: ¿jugar bien o ganar? La respuesta está en la misma pregunta. Se convirtieron en el yin y el yan. En el héroe y en el antihéroe, depende del lado que uno se quisiera poner.
Por eso, en Santiago del Estero ocurrió un hecho que amiga a la sociedad argentina con la racionalidad, en tiempos en donde la crueldad y la humillación parece ser moneda corriente. En el entretiempo de la final entre Vélez y Estudiantes se anunció la muerte de Menotti. Se hizo un minuto de silencio. Y la gente de Estudiantes no tuvo reparos en aplaudir y ovacionar al archienemigo del club. Fue un gesto de humanidad. Algo que los argentinos debemos recuperar para otros ámbitos. Pensar en el otro no es pecado; es construir una sociedad mejor.
Tal vez ese fue el último legado de Menotti. En definitiva ese aplauso de la gente de Estudiantes dejó claro que lo más importante, además de ganar, es ser buena persona.

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