jueves 9 de mayo de 2024
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1984: La Ley de Reforma Sindical que no tuvimos

Creado como sello partidario en la década del sesenta con el fin de aglutinar candidaturas peronistas durante la proscripción, el partido Popular Neuquino nunca volvería a sus orígenes. Pero sin dudas lograría hacer tal vez el mayor favor político al peronismo en los inicios de la transición democrática.

El 14 de marzo de 1984, gracias a los dos votos del partido de los hermanos Sapag, el peronismo en la oposición obtendría su primer triunfo sobre el radicalismo en el gobierno. Por 24 a 22 era derrotado el proyecto de normalización sindical conocido como Ley Mucci. Si bien la amplia mayoría radical en diputados había lograda la media sanción en esa cámara después de solo nueve horas de debate, en el Senado la relación de fuerzas siembre estuvo contra los radicales.

En el momento de discutir en esa cámara el proyecto con media sanción, la conducción unificada de la CGT había roto las negociaciones con el ministro de trabajo. Si, la misma dirigencia que no había tenido pruritos en transitar los años de la dictadura divididos, a veces oponiéndose, a veces negociando, a veces callando, se había unificado rápidamente luego de que Alfonsín ganó las elecciones de octubre sumando muchos votos de trabajadores peronistas.

Moderados y combativos se unían ante el misil en forma de proyecto de ley que el gobierno radical proponía a la discusión. En enero ya habían conformado un secretariado colegiado entre Saúl Ubaldini, Osvaldo Borda, Jorge Triaca y Ramón Baldassini.

El fin de los mandatos eternos, tres años de conducción con derecho a una sola reelección, incorporación de las minorías que superasen el 25% de las elecciones internas y voto secreto y obligatorio. Tambaleaba el poder de la columna vertebral del peronismo, que hasta entonces eran los sindicatos.

Los Sapag habían sido claros en sus demandas: el control de la obra Loma de Lata y de la empresa estatal Hidronor. El gobierno no aceptó y la votación se perdió.

Mucci renunció y marchó como embajador en Ecuador. Un joven ministro Casella, que lo reemplazó, se puso un plazo claro para aprobar una ley aguada: seis meses. Logrado el resultado también se iría del ministerio en busca de su candidatura a gobernador bonaerense. Le tocaría ser derrotado en 1987, cuando los sindicatos, además, ya no controlaban el poder dentro del peronismo.

Nunca sabremos si la historia hubiese sido distinta. Lo cierto es que muchos dirigentes sindicales llevan entre 20 y 30 años en sus sillones. Tampoco hay representación de las minorías ni de mujeres en las conducciones sindicales.

¿El Movimiento Popular Neuquino? Sigue gobernando Neuquén y siempre hay algún Sapag sentado en las mesas de negociación en Buenos Aires.

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