jueves 26 de diciembre de 2024
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La historia, “de los pelos”

Parece ser nuestra sociedad un colectivo impulsado permanentemente hacia nuevos desafíos; un conjunto que redobla las apuestas y marcha hacia el futuro inmerso en situaciones y decisiones que se baten a duelo desde posiciones extremas. Las vueltas de campana, el péndulo que oscila entre un extremo y el otro sin llegar a percibir lo que existe en el medio, el desinterés por el equilibrio, la simpatía con modelos personalistas y el descreimiento en la importancia de las Instituciones son parte del transcurrir contemporáneo de nuestro país.

Salimos “hastiados” del liderazgo personalista de Cristina Fernández pero logramos encontrar el liderazgo más personalista de Javier Milei. Quizás esa ruta pendular, violenta, vertiginosa, sea la que no nos permite apreciar que más allá de las preferencias personales, el problema no es tal o cual sino, en este caso, las conducciones personalistas y autoritarias, que en su accionar no dudan en condicionar y limitar a las instituciones de la República. Cansados de la “grieta kirchnerista”, los argentinos logramos encontrar una de las pocas personas capaces de generar “grieta” con mayor velocidad que Cristina. Todos los días, nuevos protagonistas son víctimas de acusaciones definitivas y terminantes, que no pueden sino ubicarlos al otro lado de la “grieta”.  Sin ir más lejos, en menos de un año ya quedaron del lado opuesto todas las mujeres que le dieron potencia a su campaña política en 2023; en efecto, en menos de un año, Carolina Píparo, candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires, Marisa Mondino, canciller, y ahora la Vicepresidente Victoria Villarruel, ya han sido “bajadas” del barco libertario. Solo su hermana Karina parece seguir gozando –junto a Conan- del privilegio de la confianza del Presidente. La presencia de un personaje con rasgos esotéricos como referencia exclusiva de un presidente no puede sino generar intranquilidad. Los argentinos ya tuvimos un caso y sus consecuencias fueron luctuosas. Un tema para profundizar.

Pero el sentido de este artículo, enmarcado en esa propuesta presidencial de agrietamiento permanente de nuestra sociedad, es  abordar una de sus vertientes, la que tiene que ver con las interpretaciones históricas realizadas desde un desconocimiento casi absoluto de la materia, costumbre que ya tenía Alberto Fernández y que Milei ha profundizado. Quizás ambos reúnen las condiciones óptimas para generar estas polémicas. La primera es ocupar la Presidencia y por tanto, tener su mensaje un inmediato carácter masivo. Y el segundo es el horror, propio de quien no sabe, de leer algo y sacar conclusiones definitivas sobre un mensaje aislado, fuera de contexto. Es “agarrar a la historia de los pelos”. Así fue que un día Milei escuchó la prédica Alberdiana acerca de la libertad, y decidió que eran dos “almas gemelas” separados “solamente” por ciento setenta años. No abundaré aquí sobre Alberdi, aunque me gustaría hacerlo. Pero comparar el pensamiento de un hombre que se exilió de las Provincias desunidas del río de la Plata en 1838 a los veintiocho años, para no volver hasta cuarenta años más tarde, abandonando un sitio donde toda libertad era una utopía absoluta y para el cual Alberdi aportó su impronta en una de sus “piedras fundamentales” como lo es la Constitución; un lugar en el que los conflictos se resolvían por la fuerza, y donde la solución para el que pensara distinto era un cambio de domicilio o un pase a la siguiente vida. Comparar su posicionamiento en relación a la libertad con el de un Presidente de  la República Argentina de 2024 es un sinsentido absoluto. La palabra “libertad” adquiere dos significados absolutamente diferentes. Es probable que no le guste al Presidente, pero la libertad a la que aspiraba Alberdi es en buena parte semejante a la que se logró desde Alfonsín con el advenimiento y consolidación de la democracia, aunque también con ella tenga diferencias substanciales. Sin embargo, las experiencia realmente golpistas del siglo XX hicieron subsistir mucho de aquel país violento e intolerante en el que vivió Alberdi. Solo alguien que ignora por completo la historia puede arremeter con un juicio semejante. También lo hizo con Sarmiento, y con la historia económica argentina. Y ahora le tocó a Alfonsín.

“Alfonsín golpista” es la nueva creación de Javier Milei. No necesita de nuestra defensa, Raúl. Pero sin embargo hay muchos jóvenes –y jóvenas- que seguramente desconocen su historia, y muy brevemente habría que narrarla. Raúl Alfonsín fue un hombre de objetivos claros y superlativos. Así fue como superpuso la defensa de la vida y los derechos humanos a todo, cuando dadas las circunstancias el país lo exigía; así fue que decidió que el camino para salir del espanto era la verdad y la Justicia y con la creación de la Conadep y el Juicio a las Juntas concretó con un riesgo supremo para su persona un hito mundial en la materia. Todo, desde un marco supremo que fue sin dudas la recuperación definitiva de la democracia para nuestro país, objetivo que logró. Para hacerlo, Alfonsín demostró a cada paso sus condiciones de demócrata, de constructor de consensos, de dialoguista que sabe que el diálogo democrático requiere de convicciones y también de la capacidad de entender las razones del “otro”. Las herramientas son necesarias para la construcción de objetivos, que se encuentran por encima de todo. Alfonsín fue un fundamentalista de esos fines, pero no en el criterio maquiavélico de justificar cualquier medio. La convicción alfonsinista en su obra fundamental, era la de que cualquier resignación personal era válida si el objetivo era mantener viva a la democracia. La democracia consolidada debe agradecerle, y entiendo que la mayoría lo hace, su sacrificio por haber logrado consolidar un sistema sin el cual prácticamente no hay países que hayan logrado progresar en el mundo. Las resignaciones, las búsquedas de salidas en el marco de la democracia, fueron parte de las herramientas de Alfonsín, muchas veces, para evitar el regreso de militares autoritarios y economistas liberales –una yunta recurrente- . Se lo aplicó él mismo, en 1989 cuando entendió que finalizar su mandato ponía en riesgo al sistema, o en varias situaciones por las que pasó en su hostigado gobierno. La salida de De la Rúa fue dolorosa pero como cada vez, como con el mismo, los nombres fueron secundarios si lo que estaba en juego era el sistema político. La República tiene instituciones y procedimientos, y entre ellos tiene salidas institucionales para las crisis políticas, que son la opción a un golpe de Estado, que entonces obviamente no ocurrió.

La democracia está hoy consolidada, y en eso tiene mucho que ver Raúl Alfonsín; por eso se lo considera el “Padre de la democracia”. “Alfonsín golpista” es casi un oxímoron, producto de la ignorancia, la mala fe, y sin dudas es un pasito más en el camino de profundizar el agrietamiento de nuestro país, en nombre de la libertad. No quiero meter a Alfonsín en más líos, pero aunque sea contra fáctico, creo yo que acotaría: “la libertad del zorro en el gallinero”.

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