sábado 4 de enero de 2025
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La Hidrovía y un proyecto nacional de desarrollo

La Hidrovía Paraguay-Paraná, así llamada porque sus nacientes principales son las que alimentan el origen del Río Paraguay, es un extenso cauce de agua que con sus 3442 kilómetros de extensión, figura entre las grandes corrientes hídricas fluviales del mundo.

Atraviesa los márgenes de cinco países, desde Brasil, Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay, y desemboca en la gran Cuenca del Plata.

Es, si se quiere, la metáfora que inspiró en su momento la interesante leyenda de “El Dorado”, despertando el sueño y la ambición de los conquistadores europeos sobre el itinerario a las altas cumbres minerales, ricas en materiales que alimentaron el bullionismo español.

Bolivia se conecta a ella a través del Canal Tamengo, especialmente abierto como un tajo para poder sacar sus productos y comunicarse con el mar distante.

Brasil derrama en su parte naciente una enorme cantidad de granos, cereales varios y riquezas de su producción agrícola ganadera, y derivados.

Paraguay hace lo propio con sus contenidos afines, que requieren el traslado a otros mercados lejanos.

Argentina pone lo suyo con siete provincias ribereñas, cuyas márgenes son parte esencial del trayecto básico.

Por una parte, cabe recordar que el Río Paraguay, en el límite de las provincias de Formosa y Chaco, recibe el aporte de las aguas del Río Bermejo, que viene saltarín y ondulante, según la temporada, de la zona jujeño-boliviana.

Desde otro ángulo y mirando hacia el norte de la Provincia de Misiones, entra el caudal gigantesco del Río Iguazú, que también confluye sobre el Paraná, el que a su vez llega pleno a encontrarse con el Río Paraguay, en el hermoso y ya famoso espejo de agua de la Triple Frontera, entre Chaco, Corrientes e Itapirú, Isla del Cerrito, Paso de la Patria.

Este fenómeno hídrico no es un invento de los hombres, es el resultado de la propia naturaleza que desde tiempo inmemorial trazó el camino de la búsqueda del abrazo amoroso de sus aguas con el Río de la Plata y el Océano.

Se comprenderá que ha sido objeto de tratados internacionales entre los países, de regulaciones y compromisos, incluso de los que reglamentan el uso compartido de la Cuenca del Plata y la zona de Nueva Palmira.

Las siete provincias argentinas ribereñas, desde hace mucho tiempo, han constituido un Comité Federal de la Hidrovía Paraguay-Paraná. Es que no sólo quieren ver pasar embarcaciones para uno y otro lado, sino que aspiran a participar o, al menos, hacer oídas en muchos de los aspectos que le interesan a sus comunidades, no sólo sus puertos. Hay, sin dudas, una sucesión de fenómenos de ecosistema ambiental y hasta aspectos culturales de las provincias ribereñas, que deben ser contemplados. Lamentablemente no lo han sido hasta hoy en medida suficiente.

No debe extrañarnos la pequeñez del enfoque que se tiene a nivel dirigencial y periodístico sobre este importante tema en su conjunto. Sólo se escuchan los escándalos y las corruptelas inherentes a la renovación de alguno de los plazos contractuales relativos a las tareas de mantenimiento y mejora de la vía hídrica en alguna zona metropolitana; cuando -como se aprecia- el emprendimiento tiene una profundidad y un alcance mucho mayor.

Hay infinidad de aspectos menores que están contenidos en los acuerdos y desacuerdos entre los países, como la regulación de la seguridad e higiene, el registro nacional de las banderas que navegan, los controles, los costos, etcétera, además del dragado, el balizamiento y el señalamiento, de las zonas más peligrosas, cuidando siempre no alterar lo fundamental del cauce natural. Razón por la cual, sólo navegan barcazas y embarcaciones de poca profundidad de calado.

Todo está abierto para una discusión de buena fe entre los miembros, si es que de verdad se quiere hacer de la Hidrovía un bien para todos y no un motivo circunstancial de aprovechamientos para algunos.

Es el momento de decir que la Hidrovía, aunque importante, es sólo un elemento más de los varios que deberían considerarse dentro de un planeamiento estratégico de desarrollo nacional.

Por ejemplo, los corredores bioceánicos, los sistemas multimodales de transporte en las zonas portuarias, a las cuales deben poder acceder no sólo barcos y camiones sino también el ferrocarril, y puentes complementarios.

Es indispensable superar la frustrada etapa privatizadora de los ferrocarriles y reactivar un sistema nacional de comunicación ferroviaria, tanto para las personas como para las cargas hacia los cuatro puntos cardinales del país.

Que los productores nativos no sufran el detrimento del costo de los fletes para llegar a los grandes mercados o zonas de embarque a granel. Y, a su vez, que las masas de fabricaciones industriales, listas para consumir, puedan ser trasladadas a distancia con el menor costo posible para los consumidores finales.

Esto que estamos diciendo no es una ocurrencia circunstancial, es el resultado de saber en base a cálculos expertos que las formas más económicas de transporte son, en primer lugar, el transporte fluvial para larga distancia, luego el transporte ferroviario para distancias medias, y finalmente el camión o automotor, que debería utilizarse sólo para cortas distancias y distribución, por ser el más oneroso y el que contribuye a deteriorar los caminos, las rutas y los puentes.

Finalmente, una red nacional de autopistas terrestres es indispensable. Recuérdese que ha sido considerado en Estados Unidos el proyecto más valioso y de gran costo inicial -incluso superior al envío del hombre a la Luna- por el poder multiplicador que tiene la posibilidad de una red de autopistas y caminos verticales, horizontales y perimetrales.

Lo que aquí se describe, como una contribución imaginaria, no es necesario que sea solventado por el tesoro público ni ejecutado por empleados públicos, así pues quédese tranquilo el gobierno economicista, porque no lo pagará el Estado y no es deuda pública, no afecta el déficit cero ni rompe el equilibrio fiscal.

Lo que sí es, sin dudas, un deber del Estado democrático moderno, movilizarse en sus decisiones cardinales que inspiran el futuro tras las ideas y proyectos estratégicos de desarrollo. Eso no debe quedar en manos de una empresa, lo debe articular el Estado Nacional a través de los órganos de gobierno democráticos.

Falta así desarrollar el esquema, discutirlo, recibir opiniones expertas y de los sectores productivos, conversar con las provincias y seguir la vía republicana que indica la Constitución Nacional, un proyecto del Poder Ejecutivo, bien fundado, consultado y explicado, que se propicie ante el Congreso Nacional.

Superar las grandes sombras de las sospechas pequeñas de bolsillo y poner en escena el interés de tener un país integrado, comunicado y vinculado a los países hermanos. “Por sus frutos los conoceréis“.

 

 

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