martes 23 de abril de 2024
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La globalización contra la globalización

La globalización ha sido el producto de la revolución de las conectividades. Conectividades materiales (aviones más veloces, con mayor capacidad, y más baratos; enormes barcos de transporte; mejores carreteras y autos y camiones más eficientes). 

Y, obviamente, la mayor novedad de los tiempos modernos: la conectividad virtual (en el plano de las telecomunicaciones, el internet, la evolución de los medios masivos).

El viejo conflicto europeo entre Mar y Tierra (encarnado en el conflicto entre el “continente” y el dominio marítimo británico) se expresa también en la evolución de las conectividades. El territorio siguió dominado por los Estados Nacionales, pero la lógica de lo liquido del “mar” se extendió primero al aire y el espacio, para luego alcanzar perfección en el anárquico cyberspace.

La vertiginosa difusión de los contagios del coronavirus por el mundo, hasta ser catalogado de pandemia por la OMS, se ha enseñoreado de la conectividad material. Nuestro ministro de salud tuvo que admitir que esperaba casos de contagio “mucho más tarde”. Casi inexplicable para alguien con su experiencia y que ha vivido y usufructuado la era en que un viaje de Europa a América Latina tarda medio día, y no meses como en la época de Vasco da Gama.

De allí que la principal herramienta para tratar, sino de controlar la pandemia, de por lo menos hacer que no crezca exponencialmente (el “achatamiento” de la curva, es el aislamiento. No solo las naciones cierran las fronteras. También, las provincias (en una muestra de nuestro federalismo tan negado) lo decidieron los gobernadores de las provincias de Mendoza y la de Chaco -una por no registrar casos, y la otra por presentar un caso autónomo, que no viajó ni estuvo en contacto con viajeros, y un menor de 4 años.).

Por su parte, la conectividad virtual ha servido para alertar rápidamente a las poblaciones del mundo, que han reaccionado, sin embargo, de modo diferente a su idiosincrasia. Es que, como ha titulado Juliana Montani su excelente artículo en El País “La Pandemia es Global pero su respuesta es Nacional”. Y como ella argumenta, los países de Oriente, con su tradición de sacrificio personal por la comunidad, se han mostrado más eficaces a la hora de combatir la infección que los países occidentales.

Tradición que además ha permitido Estados autoritarios que, al contar con las capacidades de control, manipulación, y arbitrariedad sobre la población pueden lograr un mejor aislamiento y detectar a infectados y a todo su grupo de referencia. O sea, justo lo que los liberales demócratas, especialmente tributarios de la tradición anglosajona y líquida de las libertades individuales, siempre les hemos criticado a los regímenes autoritarios consolidados.

Dos paradojas son evidentes: la primera es que China, el país que asumió su responsabilidad en el origen del virus -aunque ahora circulan teorías conspirativas por todos lados- y que tuvo la mayor cantidad de afectados ahora aparece como el más eficaz en la reducción de contagios. La otra, es que son los Estados más opresivos, los que fuerzan a su población obediente a un “aislamiento individualista”-que los progresistas de mundo han siempre criticado. Vaya de paso recordarle a Sandra Russo, que en Página 12 realizó un elogió del Estado chino y sus capacidades, que sin la innovación, generación de capitales, y expansión del consumo de las mayores economías occidentales, el gigante de Oriente no podría haber progresado. Y aquí también hay una cuestión clave: la globalización ha facilitado la expansión del virus que ha generado una pandemia que se ha vuelto en contra de ella, y amenaza con trastocar violentamente al capitalismo, sin poder el ordenamiento estatista generar su dinámica de crecimiento ni por asomo.

Mientras tanto, pese que los medios de comunicación masiva tanto sirven para alertar como para hacer un show continúo generado a si mismo por la demanda natural de información de una población como la argentina, obsesionada en informarse al minuto para presumir de su conocimiento, pero falla a la hora de la prevención y la disciplina.

Pero lo peor es que de la pandemia nos falta conocimiento clave: todavía sabemos poco y nada sobre sobre su letalidad (Italia y Alemania tienen casi el mismo número de infectados que Italia, pero uno tiene el uno por ciento de la mortalidad del otro) y además es de detección muy precaria (se atiende a los casos con síntomas graves). Por lo tanto, las estadísticas de las que se dispone no son nada confiables y las decisiones que se toman a veces están más motivadas en la intuición política de los gobernantes que en prueba científica valedera.

El Presidente Alberto Fernández ha actuado bien (se escucha aquí y allá que por fin “se ha puesto los pantalones”). Pero el “coronavirus” tiende a absorber toda la atención. Mientras tanto, las consecuencias económicas y sociales de la pandemia, ya se hacen sentir en provincias que no tienen infectados, pero ven como caen la actividad económica, se reducen drásticamente sus ingresos fiscales, y ya son varias las que no pueden pagar los sueldos. El riesgo país se va a las nubes, y las opiniones sobre que va a pasar con la negociación de la deuda, reúne tantas opiniones contradictorias, casi como las que suscita la pandemia.

Y todo esto solo amenaza con ser un pequeño adelanto de un cataclismo que más que ser un cisne negro, se parece a uno de esos guiones obvios de las películas clase B de Hollywood sobre infecciones masivas. Solo que lo “obvio” que nos aburría en el cine, llevado a la incertidumbre de la realidad que nos toca vivir, se vuelve simplemente aterrador.

Publicado en Siete Miradas el 19 de marzo de 2020.

Link http://www.notiar.com.ar/index.php/opinion/99921-la-globalizacion-contra-la-globalizacion-por-luis-tonelli

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