Es claro que soplan otros vientos en el sector energético, en particular en la producción de hidrocarburos. La hipoteca que representaba para la economía argentina la decadencia en la producción de petróleo y gas a partir de 2010 muestra una fuerte reversión de la mano de Vaca Muerta.
Ya no hay dudas de la productividad de Vaca Muerta, que encuentra en la producción y exportación de petróleo el “driver” para monetizar rentas. El petróleo no convencional ya representa el 53% de la producción total del país y sólo en los últimos 12 meses observó un crecimiento del 35% respecto al año anterior.
En la ventana del petróleo no hay dudas sobre quién financiará las inversiones necesarias para evacuar la producción: el sector privado. Se avanza en la construcción de oleoductos que liberan cuellos de botella en transporte; por ejemplo, el oleoducto Vaca Muerta Sur, un proyecto liderado por YPF que permitirá multiplicar las exportaciones en los próximos años, una obra que avanza aún sin RIGI.
Según las proyecciones de balanza comercial del Banco Central, las exportaciones de petróleo crudo y combustibles tendrán un gran desempeño en los próximos años permitiendo alcanzar los US$ 36.700 millones en 2030, lo que implica un crecimiento de 3.5 veces respecto a las exportaciones proyectadas para el cierre de 2024.
En gas la dinámica es distinta. El gas no convencional que ya representa mas del 60% del total, aumentó su producción 12% en los últimos 12 meses y si bien el primer tramo del gasoducto de Vaca Muerta y la reversión del gasoducto del norte alivian restricciones de transporte, estas obras no logran despejar perspectivas exportadoras firmes y masivas a futuro.
La incertidumbre se concentra en el financiamiento de las inversiones asociadas al proyecto de exportación de GNL. Con o sin RIGI, la deserción de Petronas puso en el centro de la agenda gasífera la búsqueda de un “off taker” que permita apalancar financieramente el proyecto a través de un contrato firme y de largo plazo. En el camino se suman proyectos de licuefacción modular, escalable y en barcazas destinadas al mercado spot.
En el sector eléctrico, las noticias no son las mejores. Las alertas las encendió el propio gobierno a través de CAMMESA primero y luego a través de declaraciones de los principales responsables del área.
A los históricos problemas de distribución y transporte asociados a los periodos estivales o a recurrentes olas de calor, se sumará este año la insuficiencia en generación.
La potencia instalada del sistema, es decir la capacidad de generar energía eléctrica, alcanza los 43.800 MW, mientras que las estadísticas de CAMMESA nos muestran que el sistema solo pudo abastecer 29.600 MW, en el pico máximo de demanda de febrero pasado. Es decir, más del 30% de la potencia del sistema no estuvo disponible ya sea por mantenimientos o por falta de combustible.
El sistema de generación está al límite y el Gobierno propone mitigar el problema con un plan de contingencia que incluye un esquema de remuneración adicional y complementaria a generadores con el objetivo de volver a la “disponibilidad” máquinas de generación térmica en meses y horas pico… ¿más subsidios?
En transporte y distribución se anuncian revisiones tarifarias para finales de este año, que deberían normalizar los ingresos de las empresas y permitir un plan de inversiones que mejore la calidad de los servicios.
Sin embargo, parece inevitable que un verano cálido y seco ponga presión a un sistema en crisis por décadas de desinversión, de discrecionalidad regulatoria, de incumplimiento de contratos y de precios que no cubren los costos técnicos de operación y mantenimiento. La solución no es simple, ni de corto plazo. Requiere de planificación, financiamiento y equipos técnicos.
La idea de regresar el sistema a su funcionamiento original de los años 90, choca con la historia de los últimos 25 años donde CAMMESA se transformó no sólo en el “tomador” de energía del sistema (firmando y garantizando contratos PPA), sino también en el comprador de combustible y en el pagador de última instancia de un sistema deficitario donde los consumidores, al cierre del 2024 pagarán, según el proyecto de presupuesto 2025, el 65% del costo promedio del sistema.
La normalización del sistema eléctrico requiere como primer paso recomponer la cadena de pagos. Y esto implica que los subsidios se focalicen en la demanda vulnerable mediante un mecanismo de tarifa social simple, factible y federal, que las distribuidoras normalicen los pagos a CAMMESA por energía vendida y que CAMMESA a su vez pague en tiempo y forma a generadores.
Así las cosas, el sector de la energía muestra una realidad dual: producción, inversión y exportaciones en Vaca Muerta, mientras el sector eléctrico se apresta a transitar el stress del verano, pero sin un plan para su diseño futuro y en particular para el financiamiento de obras de transporte y generación que lucen impostergables.
Publicado en Clarín el 31 de octubre de 2024.
Link https://www.clarin.com/opinion/dualidad-sector-energetico_0_kx1pMa3vx3.html