martes 23 de abril de 2024
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La derrota de Trump

Sin resultado final concreto, las proyecciones al momento de escribir esta nota son las de un triunfo de la dupla demócrata Biden-Harris. Lo que está en juego y los últimos estertores de la vida política de Donald Trump.

Asumiendo el riesgo de quedar como el gran Félix Luna con el final de su “El 45” en el que auguraba que Juan D. Perón se desvanecería de la escena política, esta columna semanal hace meses que anticipa la derrota de Trump, más por su impericia –el vacío del GOP se hará cada vez más grande– que por las virtudes de un rival demócrata, fuere quien fuere.

Más allá de que las encuestas marcaran más puntos de ventaja que los finalmente obtenidos la fórmula Biden–Harris, existía en vastos sectores estadounidenses una sensación de hastío –de las elites– y de desprotección –en los sectores populares– que auguraban que el hombre más poderoso del mundo, al frente del Estado más importante del planeta, sería artífice de su derrota. Una enorme cantidad de recursos presidenciales dilapidados, diría el especialista argentino Mariano Fraschini.

Puestas otra vez en la picota, las encuestadoras vuelven a caer en la polémica de su fiabilidad y deberán bañarse en las aguas purificadoras del olvido para volver a hacer su tarea, como siempre, en la próxima elección. Recordemos que la polémica que data de la década del cuarenta, cuando el viejo Gallup fue desacralizado por la politóloga Lindsay Rogers.

No hay duda sobre la autoría de Trump en su propia defenestración y pese a lo poco atractivo que resulta Biden, incluso para muchos de sus propios partidarios. Tal vez, la figura de Kamala Harris y la posibilidad de que acceda a la presidencia por sucesión no deje de ser una fantasía de muchos demócratas que vieron caer, uno a uno –en la interna partidaria- a sus candidatos más progresistas.

Quedan cinco Estados sin definir, aunque con sólo ganar en Pennsylvania, los demócratas accederán a la presidencia, sumarán algún diputado y pondrán en tensión la mayoría republicana en la Cámara Alta.

En el plano electoral, la participación ha sido record y un buen síntoma de salud cívica de la sociedad norteamericana. Las amenazas de guerra civil, disturbios y demás catástrofes, parece haber quedado en la mente afiebrada de los predicadores del miedo que favorecían a Trump. La elección ha sido limpia. Aunque Trump ya se ha encargado de enturbiar los resultados mediante la ya gastada jugarreta de Bush en Florida, hace 20 años, de denunciar fraude y pedir el fin de recuento de votos cuando va ganando en esos cinco Estados. De todos modos, la transferencia de mando no será normal y armoniosa.

Bernie Sanders ya había anticipado la jugada de Trump en el show de Jimmy Fallon, el 24 de octubre: “Cada voto debe ser contado. Por razones que no tengo tiempo de profundizar esta noche, va a haber una situación, sospecho, en estados como Pensilvania, Michigan, Wisconsin, y otros estados, donde se van a recibir grandes cantidades de votos por correo”, sostuvo.

“Lo que muestran las encuestas y lo que los estudios han mostrado es que, por la razón que sea, los demócratas son más dados a usar el voto por correo. Los republicanos son más dados a acudir a votar a las urnas el día de los comicios”. “Estos serán los que primero serán contados, aquellos de la gente que acudirá a votar el día de las elecciones, que serán republicanos”, agregó.

“Es probable que a las 10 horas de la noche electoral Trump vaya ganando en Michigan, Pennsylvania, Wisconsin, y vaya a la televisión y diga: ‘Gracias, americanos, por reelegirme. Ya terminó todo. Tengan un buen día’. Pero el día siguiente, y el siguiente, todos esos votos por correo se irán contando y resultará que Biden ha ganado esos estados, punto en el que Trump dirá: ‘¿Ven? Les dije que todo era fraudulento. Les dije que esos votos por correo estaban manipulados, y no vamos a abandonar'”, siguió. Y concluyó: “La gente debería ser consciente de esa posibilidad”.

El “vaticinio” de Sanders se cumplió al pie de la letra y eso también hace de la maniobra de Trump una acción herida de muerte, no tiene la “frescura” y sorpresa de la original de Bush en el año 2000.

No obstante, el equipo de Biden activó equipos de abogados en Nevada, Wisconsin, Pensilvania y Michigan en preparación para posibles las batallas judiciales y lanzó solicitudes de donaciones para combatir innumerables desafíos legales.

Hasta ahora, los tribunales en su mayoría han desaprobado las acusaciones de fraude electoral generalizado. Y a medida que se contabilizan más votos, los asesores de Biden tienen la esperanza de que las victorias en Pensilvania y posiblemente en Georgia hagan que el manotazo de ahogado de Trump sea estéril.

Lo que está en juego, más allá de la vida doméstica de los estadounidenses, azotada por el COVID 19 y el discurso del odio -o de cálculos mezquinos sobre qué le conviene a la Argentina- es el retorno de un liderazgo racional y multilateral de una potencia mundial, que recupere los beneficios de la globalización y atempere sus costados nocivos y que sea interlocutor frente a otras potencias, con la capacidad de lograr mejores instituciones globales y reducir así la escalada nacionalista populista de derecha que ha visto en Trump el permiso para salir de las sombras y presentarse como salidas fáciles a la complejidad del mundo en que vivimos.

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