miércoles 9 de octubre de 2024
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La batalla entre el PRO y la LLA de cara a las elecciones 2025

Falta mucho para las próximas elecciones intermedias y sabemos que la Argentina sabe romper lógicas predictivas. Todo lo que podamos vislumbrar hoy, puede ser sumamente diferente en un par de meses o en el prólogo a las elecciones.

Encima se está discutiendo, de manera tibia aun, sobre cómo vamos a ir a votar, si las primarias continuarán y si se ampliará el universo de autorizados a sufragar.

Lo que digamos ahora es tentador a cualquier archivo futuro que nos deje en “off side”. Pero de esto se trata. No puede limitarse el juego analítico y la “yapa” de pegarle a un pronóstico político.

Por seguro sabemos que la economía definirá si el acompañamiento (todavía alto) que tiene el gobierno nacional se mantendrá o crecerá. Las buenas noticias son combustible necesario, lógico, pero más en la coyuntura crítica de la Argentina y en la agenda oficialista.

Si las noticias económicas vienen con buenos vientos, el electorado que otrora se identificaba con el PRO seguirá encontrando motivos para apostar al torrente libertario. Es más, la apuesta mayoritariamente es a la figura de Milei y no de su púber protopartido o corriente de ideas asociadas al liberalismo o libertarismo.

Por ende, al PRO se le viene achicando el electorado desde las elecciones de 2023 con LLA. Pierde iniciativa de agenda porque, economía y seguridad son el frente de batalla del mileismo. Ponerse en contra de dicha agenda es golpearse a sí mismo. Ahora, en la lógica del resurgir del PRO con la vuelta del liderazgo de Mauricio Macri, sumado a la necesidad de diferenciación con el oficialismo, empieza el juego de crear agenda propia o capear positivamente la impuesta.

Como tercera arista, está el patio interno. Aquí los referentes. Algunos militando el paso de bando a viva voz (la llamada fusión) o de manera personal haciendo “buena letra” (de forma pública o por lo bajo). Es importante tener en cuenta el peso de estos referentes; están los políticos sin cargo, pero con acceso a medios o lobby y los que ocupan cargos electivos. En este último caso tenemos los cargos legislativos nacionales (con la importancia de la aprobación de las leyes o decretos necesarios para el gobierno) y los líderes subnacionales (gobernadores e intendentes) que se juegan el año que viene una parada de conservación de poder en la que, naturalmente, analizarán qué fuerza les arrastrará votos y apoyos; ya que si el PRO nacional pierde electorado propio y agenda, los referentes estarán en una encrucijada entre identidad y realidad.

El PRO tiene su encrucijada tras 21 años de existencia. La fusión significa el principio del fin. Una alianza electoral parecería una posibilidad, pero no por el peso de votos que sume el PRO, sino por su territorialidad y mandatarios ejecutivos. El PRO tiene su experiencia en creación y manejo de alianzas, en nutrirse de referentes con otro pasado partidario y una pisada territorial que nunca fue su fuerte. Sin embargo, ya es sabido que líderes de la LLA están trabajando en tender puentes con referentes de diversos espacios para obtener y/o crear propia estructura territorial y manejar los “fierros”. Ante esta posibilidad, bajan las acciones del plus que podría darle el PRO a la hora de negociar lugares en listas.

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