viernes 13 de junio de 2025
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La Argentina sumida en un laberinto que se niega a reconocer

La etapa política y económica que inauguró Javier Milei suma dudas y controversias, y a un año de gobierno, nada termina por despejarse.

La estrategia libertaria tuvo mérito al poner en “entredicho” toda la construcción política en torno al Estado, al mercado, a las decisiones políticas y económicas tal como se venían dando. La LLA, al objetar la dinámica de la toma de decisiones, con sus lamentables resultados, lanzó un guante que nadie parece haber recogido.

La mesa estaba servida para un debate profundo y sincero que buscara las causas y sus posibles soluciones para así sacar al país del pantano en el que está metido, pero, como nadie acudió al convite, la objeción mileísta, escaló en todo sentido. Pasó de descalificaciones a acusaciones de todo tipo. El resto del espectro político quedó a la defensiva y las políticas impulsadas por Javier Milei, cuales verdades reveladas, logran legitimidad a fuerza de machacar en los errores y fracasos de los gobiernos anteriores. El imperativo de la hora parece ser contradictores abstenerse y la orden, aceptación sin crítica. Lo que de verdad ocurre, importa poco.

En ese marco de pura imposición, la realidad que tiene maneras insidiosas y caprichosas a la hora de manifestarse, contradijo las órdenes del poder. Logró esquivar a sus estrategas. En buen romance significa que la sola voluntad no elimina problemas, las órdenes emitidas desde el poder no borran lo que pasa, ni logran esconder las consecuencias per se.

Escudriñar algunos de los sucesos actuales que sacuden al país por estos días más allá de sus protagonistas y comportamientos ofrecen detalles interesantes y prefiguran una señal. Quizás ayude a evitar lo que ya se cocina a fuego lento. La próxima frustración argentina.

Veamos. Los errores argentinos acumulados por años, se computan en términos personales, Relato mediante, se cristalizan en el siguiente ciclo con su correspondiente Contra Relato. Si sacamos los nombres propios de cada acontecimiento, si nos abstraemos del sector al cual pertenecen los protagonistas y del debate que generan para ver sólo las acciones, aparecerán los síntomas que, por presencia y constancia constituyen el problema en sí, excediendo autores y roles.

Hay un entramado de creencias, compartidas por la sociedad y sus líderes, cuyos pilares son: creer que se puede ganar dinero de manera fácil y sin mayores esfuerzos y que el Poder todo lo permite. Aspectos cuyas secuencias son: 1) la compulsión por ganar dinero. Mucho. Fácil y rápido; y 2) considerar que el límite entre sector público y sector privado es muy difuso, ergo decisiones públicas con beneficios privados no se condenan; tampoco son mal mirados los socios estratégicos, influyentes con información precisa, ni el acceso directo y privilegiado a los centros de decisión, por sí o en sociedad con otros. No asombra tener cooptado parte del Estado, sobre todo las instancias de control, Justicia incluida ni actuar al margen o por encima de la Ley, la franquicia está en Ser parte del Poder, o de algunas de sus instancias.

La idea generalizada de la sociedad de que se puede ganar mucho dinero en grandes cantidades y en poco tiempo, legitima la práctica de negocios particulares en temas generales, compartir beneficios públicos sin mayores méritos que la cercanía del poder. El hilo común son las características y secuencias, que a la larga se vean como se vean, son distintas versiones de la viveza criolla. Así aparecen los Fondos Públicos provinciales desparecidos, la Obra Pública y las licitaciones amañadas. El Narcotráfico y sus redes mafiosas. El otorgamiento de licencias y adjudicaciones. Negocios financieros desde y con el Estado. Casinos, Juego on line y apuestas. Contrabando. Derechos compartidos con dinámica política con allegados. Compartiendo beneficios con socios de uno y otro lado del mostrador. Criptomonedas. Lavado de dinero y activos. Todos aspectos que surgen desde un Estado omnímodo, que puede funcionar lejos del Estado de Derecho y comandado por gobiernos en las antípodas de uno realmente republicano.

La identificación de cada uno de estos fraudes institucionales y económicos muestra que, además de nombres propios, hay expedientes abiertos, e íconos ya reconocidos en cada uno de esos rubros. Por caso y para mencionar los últimos, Néstor Kirchner y los fondos de Santa Cruz, Cristina Kirchner y la obra pública. El juego on line, las empresas de limpieza y el gobierno de Schiaretti en Córdoba. Las vacunas y seguros con Alberto Fernández. CFK, Kicillof y Zanini en YPF. El Correo y Macri. Milei y la cripto Libra. Si la Justicia tarda 12 años para emitir sentencia, la corrupción deja de ser una referencia obligada a la hora de cargar responsabilidades por los magros resultados, económicos y sociales de cada uno de los gobiernos democráticos del Siglo XXI.

Bien mirada, se pueden reconocer todas y cada una de las caras de la corrupción endémica del país. Deporte nacional con muchos adeptos. La impunidad es la mejor cara del Poder considerado “exitoso”.  Y la Justicia, tardando tantos años en juzgar, es parte de las ganancias de los corruptos. Garantiza la impunidad.

Un país al margen de la ley, planteaba Carlos Nino, pero la anomia descripta no sólo es una valla infranqueable para el crecimiento de Argentina, sino la causa del deterioro, constante y sin fin a la vista, en el que estamos. La falta de conciencia de parte de la sociedad es la que estira en el tiempo semejantes prácticas y condena a todos a la mediocridad y al retroceso.

Si las instituciones son tan pobres en eficacia y resultados, es porque se las degrada, sistemáticamente, para obtener abultadas ganancias con mínimo esfuerzo. Sin costos ni penalidades. Siempre lejos de su razón de ser y deslegitimadas desde y por el Poder.

Si la sociedad argentina vive de frustración en frustración es porque aún no relaciona de manera cabal y concreta esta práctica, que más allá de las ideologías de turno y de las circunstancias, se reitera una y otra vez a expensas de sus objetivos iniciales y desenganchadas de resultados favorables.

Si los argentinos seguimos prefiriendo relatos, creíbles más o menos de acuerdo al protagonista de turno y por el desagrado que genera el protagonista del relato anterior, pese a los enormes retrasos obtenidos, es hora de plantearse a fondo por qué persistimos en un error tan fácilmente comprobable.

Las regularidades no engañan. La repetición es el problema. Dejar de hacernos trampa sería un buen primer paso.

Otro camino es posible y está a la vista. Es la institucionalidad la que nos pone en igualdad de condiciones y a salvo de las discrecionalidades y engaños. Incluso al propio Poder. Los argentinos, pudimos dejar atrás la noche más oscura y lesiva del país. Supimos cómo conseguirlo, y fue con la Constitución a flor de labios, y exigiendo su cumplimiento a rajatabla.

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