Joe Biden dijo en marzo que su compañera de fórmula sería una mujer. Kamala Harris -que compitió en las internas demócratas por la candidatura presidencial- es su elegida y será la primera mujer negra en llegar a esa postulación.
Kamala, en sánscrito significa “loto” o “rojo pálido” y es el nombre de una deidad hindú, más conocida como Lakshmi, la diosa de la prosperidad, la buena suerte y la belleza, a menudo representada con la flor de loto.
Es hija de académicos inmigrantes. Su madre, una investigadora del cáncer, venía de la India y su padre, un economista, de Jamaica. Ambos fueron parte de la lucha por los derechos civiles de la década del 60. Kamala creció entre Oakland y Berkeley Flats, pero también pasó un tiempo en ciudades universitarias en el Medio Oeste y unos años en Montreal, donde su madre estaba enseñando y donde aprendió el francés.
Cuando tenía cuarenta años, Harris, que comenzó como fiscala de delitos sexuales en el condado de Alameda, había sido elegida fiscala de distrito de San Francisco, la primera mujer y la primera persona de color en ocupar ese puesto. En 2011, se convirtió en fiscala general de California. Y ganó su escaño en el Senado en las elecciones en las que Donald Trump llegó a la presidencia.
Harris, que tiene cincuenta y cuatro años, es llamada por los medios, desde hace un tiempo, como “la mujer Obama”. Pero, hace poco, cuando un periodista le preguntó sobre cómo continuar con el legado de Obama, ella dijo: “Tengo mi propio legado”.
En mayo pasado, los casamenteros en el Caucus Negro del Congreso especularon sobre la posibilidad de una boleta Biden-Harris, ella tuvo una respuesta ágil. “Joe Biden sería un gran compañero de fórmula”, disparó. “Cada cargo para el que me postulé fui la primera en ganar. Primera persona de color. Primera mujer. Primera mujer de color. Cada vez.” Recordemos que Carol Moseley Braun, una demócrata de Illinois, fue la primera mujer negra electa al Senado en 1992. Harris es la segunda y también la primera senadora del sur de Asia.
Harris ha emitido propuestas sobre una serie de temas liberales, desde la protección del derecho al aborto hasta la reforma de las leyes de armas y el cierre de la brecha salarial entre maestros, y anunció su apoyo al Green New Deal, la atención médica universal y la ciudadanía para los soñadores.
Desde que Harris anunció su candidatura, la derecha norteamericana le ha estado inventado historias falsas sobre sus orígenes y – sobre todo – difundiéndolas en línea. Debido a que su padre es del Caribe, según el argumento, Harris no puede reclamar el término “afroamericana”. Ella misma tiene el cuidado de describirse a sí misma como “negra”. No hace mucho, Donald Trump, re-twitteó (luego borró) un mensaje que negaba que Harris fuera una “estadounidense negra”, una afirmación que intentó arrojar dudas sobre ambas partes de esa identidad. Es lo mismo que le hicieron a Obama.
Harris se ha dedicado de lleno a su profesión. Se casó con Doug Emhoff, un abogado corporativo en Los Ángeles, en una pequeña ceremonia en 2014. No tiene hijos.
El perfil de Harris es algo sinuoso. En el debate televisado de las primarias demócratas, Harris interrumpió una discusión sobre la violencia policial contra los negros. “Como la única persona negra en el escenario, me gustaría hablar sobre el tema racial”, dijo. Chuck Todd le dio la palabra. Harris habló enérgicamente sobre los efectos dañinos de la elaboración de perfiles y la discriminación y, volviéndose hacia Biden, lo reprendió por trabajar con segregacionistas en el Senado para oponerse a los autobuses obligatorios en los años setenta. Mirando a la audiencia, dijo: “Había una niña en California que era parte de la segunda clase y la llevaban en autobús a la escuela todos los días. Y esa niña era yo”. Biden, defendiendo su historial de derechos civiles, citó su decisión de convertirse en defensor público, en lugar de fiscal.
En su primer libro, “Smart on Crime”, Harris se presenta a sí misma como una innovadora de la justicia penal, conocedora de los datos y sin restricciones por la sabiduría convencional. Poco antes de convertirse en fiscala de distrito, un gran jurado civil informó que casi un tercio de los estudiantes de secundaria en el Distrito Escolar Unificado de San Francisco estaban ausentes al menos un día a la semana. Un estudio encargado por su oficina encontró que el noventa y cuatro por ciento de las víctimas de asesinato de la ciudad menores de veinticinco años habían abandonado la escuela secundaria, y las estadísticas fueron similares para los perpetradores. La educación pública, sostuvo Harris, era la última defensa contra una vida delictiva. Envió cartas recordando a los padres que llevaran a sus hijos a la escuela e instruyó a los fiscales a que asistieran a las reuniones entre padres y administradores, luciendo “tan severos como pudieran”. Harris estableció un tribunal de absentismo escolar y en 2009 había procesado a veinte padres. Finalmente, dice, la tasa de absentismo escolar en el distrito se redujo en un treinta y dos por ciento.
La crítica al pasado de Harris es doble: que como ejecutora era excesivamente punitiva, y como reformadora era demasiado lenta. En “Smart on Crime”, se jacta de triplicar el número de delincuentes enviados a la prisión estatal y aumentar sustancialmente las tasas de condena de los traficantes de drogas. En el Senado y en la campaña electoral, Harris se presenta a sí misma como una líder de derechos civiles y una reformadora de la justicia penal. Ha pedido un salario más alto para los defensores públicos y copatrocina una legislación con el senador Rand Paul para abordar el sistema de fianza en efectivo, una institución que muchos en la izquierda argumentan que criminaliza la pobreza.
Su carácter ambiguo, aunque punitivista, parece colocarla del lado menos “progresista” de los demócratas, temor reverencial que ese partido tiene para no perder terreno frente a una sociedad norteamericana asustada y derechizada por el discurso dominante y una realidad más endurecida por la pandemia y el horrible manejo de ella que ha hecho el gobierno de Trump. Una mayoría quiere escuchar promesas de ley, orden, mano dura y baja de impuestos, no importa qué partido o candidato lo ofrezca y el Partido Demócrata debe caminar por ese desfiladero que, a juicio de este escriba, tiene la victoria asegurada.
La compañera de fórmula de Biden luce mucho más enérgica que él. Es más joven, carismática y osada que el ex vice de Obama, algunos piensan que si Biden tuviera algún impedimento luego de alcanzar la presidencia, ella llegue a la cima por la vía sucesoria. ¿Rojo pálido, o rojo furioso? Who knows.