domingo 12 de mayo de 2024
spot_img

Insa, el espartano y el zorro

Dícese que en la Antigua Grecia, precisamente en Esparta hace 3000 años, se les entrenaba a los niños para robar sin ser sorprendidos. Se los premiaba si lo conseguían y se los castigaba si eran descubiertos. Esto se debía a que los espartanos vivían en guerra y en sus travesías debían procurarse la comida necesaria para la subsistencia.

El joven Insa ingresó a la política en los pagos de un gran cacique de estirpe espartana, fue concejal apadrinado por su suegro, también hombre del gran cacique, quien a su vez, había sido premiado como intendente, cargo que luego el Insa heredó de sus dos padrinos.

Así vivió toda su vida representando a sus conciudadanos a quienes convenció muchas veces que los defendía como un buen guerrero.

Desde el año 2009, en forma directa o con alguien de su confianza, gobernó Lomas de Zamora uno de los distritos mas pobres de la Provincia de Buenos Aires.

En las circunstancias actuales donde su carrera parece haber llegado a su fin, la reflexión del candidato a presidente de su partido fue “esto es consecuencia del error de Martin” y agrego que “ya pagó con su renuncia al cargo de Jefe de Gabinete y de primer concejal”. Y aunque resulte imposible saber cuánto debería pagar para subsanar lo inconmensurablemente jamas calculado, el hecho de abandonar los cargos, sería el sacrificio entregado.

En ese ámbito político al Insa se lo inculpa por no haber “hecho las cosas bien”, se lo castiga como a los niños espartanos, que al no saber ocultar sus robos, fracasaban, no estaban preparados para las grandes guerras. El Insa no perdió por robar, perdió porque lo pescaron.

Dícese, que un niño griego se habría robado un zorro, el cual ocultó entre sus ropas para que no lo descubrieran, soportó el dolor mientras el zorro le comía su pecho hasta llegar a sus entrañas, el niño murió pero jamas delató la verdad. Nadie lo lamentó, él no estaba preparado para la guerra.

Nadie lamentará a Insaurralde, siempre que aguante al zorro con ejemplaridad espartana.

spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

David Pandolfi

¿Quién mató al Padre Mujica?

Alejandro Garvie

Milken, de la ceca a la Meca

Maximiliano Gregorio-Cernadas

El poder y la libertad en un puño