La proyección del Banco Central de la República Argentina (BCRA) ubica a las exportaciones de petróleo y combustibles por encima de los US$ 36.000 millones para 2030. Esto implica triplicar la proyección de exportaciones energéticas del 2024 que presenta el proyecto del presupuesto 2025.
La producción de petróleo no convencional de los últimos doce meses creció 35% y la de gas 12% y ya representan el 53% y el 62% respectivamente de la producción total de petróleo y gas del país.
En particular el mayor dinamismo se observa en la ventana del petróleo, que permite monetizar rentas vía exportaciones y donde las inversiones en infraestructura de transporte son financiadas 100% por privados, aun sin RIGI.
En gas la dinámica es diferente. El primer tramo del gasoducto Vaca Muerta y la reversión del gasoducto del Norte descomprime cuellos de botella en transporte, permitirá sustituir importaciones, mejorar la competitividad sistémica vía reducción del costo energético y fortalecer la macro por sustitución de importaciones. Sin embargo, el sector del gas todavía no logra despejar la incertidumbre de un proyecto de gran escala destinado a la exportación de GNL.
La deserción de Petronas pone en el centro de la agenda la necesidad de un “offtaker” que permita el financiamiento del proyecto a través de un contrato firme y de largo plazo. Mientras tanto, avanzan proyectos modulares y escalables que permitirán que el GNL comience a penetrar en el mercado spot.
Los desafíos todavía pasan por la estructuración del sistema de precios en el mercado local. Sin dudas, el respeto a la paridad de exportación es la señal de precios correcta tanto para la inversión como para el consumo.
En el caso del petróleo, precios de combustibles que reflejen el marcador Brent resulta la mejor opción.
Las preguntas que surgen son varias:
- ¿Cuál sería la respuesta del Estado si, en el marco de un mundo convulsionado como el actual, el precio internacional del petróleo escala por encima de los US$ 100?
- ¿Podrá la autoridad política de turno trasladar esos costos a una economía que todavía lucha por estabilizarse?
- ¿Cómo evitar la tentación de volver a intervenir precios vía retenciones?
- En el otro extremo, si los precios se deprimen, ¿cómo evitar volver a un barril criollo que entregue un piso mínimo de ingresos para mantener actividad?
Cualquier respuesta nos lleva a un escenario mejor, donde aparecen propuestas como fondos de estabilización, que reduzcan la inestabilidad de precios interno y dan certidumbre a la inversión.
Por el lado del gas, la incertidumbre es menor: los contratos del plan gas están vigentes hasta el 2028, pero queda pendiente la tarea de diseñar un mercado que garantice un precio del gas competitivo para una economía “gas dependiente” como la de Argentina.
En resumen, el sector del petróleo y gas ya representa un nuevo motor para la economía nacional, dejó de ser una pesada hipoteca de años anteriores y comienza a mostrar un círculo virtuoso de producción, inversión y financiamiento. Quedan interrogantes a futuro en relación con el funcionamiento de los mercados locales y de sus sistemas de precios.
Publicado en El Economista el 24 de octubre de 2024.
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