La innovación tecnológica, el espíritu empresarial, la armonía social y la ventaja competitiva de los pueblos, dependen de la educación que expande el capital humano que es más importante que el tradicional capital físico. No es fácil crear trabajo productivo y estable para quienes están marginados de la educación.
Un buen sistema escolar asegura altos niveles de conocimientos a sus alumnos, pero además apunta a eliminar las desigualdades en los niveles de conocimientos de los alumnos que dependen del nivel socioeconómico de sus familias. La igualdad de oportunidades es esencial en una sociedad donde la justicia social no es simplemente retórica.
La nueva sociedad que crece aceleradamente en este siglo es la sociedad de la información y de su creciente difusión y utilización. Este cambio basado en nuevas tecnologías está levantando nuevas barreras de clase entre “incluidos” y “excluidos” en la revolución tecnológica. Estamos inmersos en un período de transición histórica, en el que los nuevos conocimientos tecnológicos se convierten en los pilares de la acumulación de capital y el incremento de la productividad.
Nuestra universidad pública es gratuita, pero las evidencias indican que son pocos los estudiantes de niveles socioeconómicos bajos. También es cierto que no aumenta en lo requerido la graduación de carreras científicas y tecnológicas, al ritmo que exigen las características de los nuevos empleos de calidad en este siglo de la ciencia y las nuevas tecnologías; por estas razones es ilustrativo prestar atención al Fondo de Solidaridad del Uruguay (FSU).
El 25 de julio de este año, el FSU ha celebrado treinta años desde su creación. El FSU es la institución encargada de implementar un sistema masivo de becas para estudiantes de la Universidad de la República (UdelaR), del Consejo de Educación Técnico Profesional (CETP) y de la Universidad Tecnológica (UTEC).
Los contribuyentes a este sistema de becas son aquellos profesionales egresados de UdelaR, UTEC y del nivel terciario del CETP, quienes deberán aportar al fondo luego de transcurridos cinco años desde su egreso. Este aporte varía según la carrera cursada por el egresado y los años transcurridos desde su egreso, a valores de 2024 los montos van desde los 72 a los 312 dólares anuales, es decir, de 6 a 26 dólares mensuales.
El aporte es obligatorio durante 25 años, y el cese se produce cuando se cumplen 70 años de edad, por jubilación o por enfermedad física o psíquica irreversible. Las entidades públicas o privadas son las encargadas de exigir que el profesional no tenga deudas con el FSU y en caso de que las tenga podrán retener hasta el 50% de sus haberes.
Los beneficiarios del Fondo de Solidaridad, son estudiantes uruguayos o extranjeros con residencia en Uruguay, que provengan de hogares que no cuenten con los ingresos suficientes para costear los gastos educativos necesarios para afrontar estudios terciarios. El Fondo analiza la situación social, económica y patrimonial del hogar del solicitante, la edad, y si es beneficiario de otra beca económica.
El cumplimiento de la escolaridad es determinante para renovar la beca, exigiendo al alumno aprobar alrededor de la mitad de materias cursadas en el año y la mitad de las materias cursadas de la carrera. El monto otorgado a los estudiantes becados es de alrededor de 304 dólares mensuales, por el término de entre 8 a 10 meses.
La cantidad de becas otorgadas ha incrementado año a año tras la creación del FSU, como así también el porcentaje de graduados becarios, alcanzando al 22 % de los graduados en el año 2022.
Por su parte, un estudio realizado por la UdelaR demostró que los estudiantes que reciben la beca avanzan más que sus compañeros, y que las becas muestran un efecto positivo en la probabilidad de continuar estudiando durante el primer año, aspecto muy importante dada la alta deserción de estudiantes de primer año.
Implantar en nuestro país un sistema de becas como el uruguayo permitiría ayudar a miles de estudiantes universitarios de origen humilde, si mejorara nuestro bajo nivel de graduación y, en consecuencia, aumentaran los contribuyentes futuros, las becas podrían llegar a beneficiar a alrededor de 100.000 estudiantes.
Además, si se concentraran esas becas en las carreras científicas y tecnológicas, se podría incrementar la actual escasa graduación anual en ciencias aplicadas y ciencias básicas. Al mismo tiempo, la aplicación del FSU permitiría mejorar sustancialmente el nivel de inclusión social de nuestra universidad estatal.
El desafío que enfrentamos es cómo avanzar hacia una educación inclusiva y de calidad, necesaria para reducir la pobreza y la exclusión social, la desigualdad educativa es un obstáculo para una sociedad integrada.
Los años que vienen serán críticos para nuestro país, ya que estará en juego nuestra capacidad de aprender de los errores del pasado, y encauzar nuestro rumbo como Nación por el sendero no solo del crecimiento económico, sino también de la igualdad de oportunidades y la inclusión social.
Publicado en Clarín el 20 de septiembre de 2024.
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