Escenario inicial y reacciones de los mercados
El pasado sábado 1 de febrero el presidente Donald Trump decidió concretar uno de sus anuncios emblemáticos de su campaña electoral: subir los aranceles para fortalecer a la economía estadounidense (MAGA).
- La decisión consistió, por un lado, en aplicar 10% a las importaciones provenientes de China -adicionando así 10 puntos a los 25 que ya pesaban sobre casi todos los ítems de las compras externas con origen en ese mercado.
- Simultáneamente, la orden ejecutiva dispuso aranceles de 25% a las importaciones provenientes de México y Canadá -con excepción del petróleo y derivados canadienses gravados a una tasa más baja de 10%.
Si bien gran parte de los economistas y de la opinión especializada habían criticado severamente el planteo proteccionista de Trump y de su equipo, la victoria electoral fue interpretada como una luz verde para la acción que se materializó este fin de semana. Pero hubo un detalle. La imposición de aranceles a China era previsible dentro de la estrategia adoptada por la nueva administración. Sin embargo, la decisión de aplicar gravámenes a las importaciones provenientes de México y Canadá -principales socios comerciales en el marco del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (USMCA)- generó incertidumbre: ya no sólo se trataba de aranceles sino asestar un duro golpe al entramado productivo construido desde 1994, primero con el NAFTA y luego con el USMCA -renegociado precisamente en la administración Trump I.
Durante el día posterior al anuncio, los principales medios económicos internacionales alertaron que el precio de los papeles bursátiles no contemplaban esta decisión. Aunque las medidas habían sido esbozadas durante la campaña, fueron pocos los que habían creído posible que las tarifas alcanzaran a socios comerciales estrechos y geográficamente próximos. La consecuencia fue que los mercados bursátiles abrieron en terreno negativo hoy lunes reflejando un incremento en la volatilidad, aunque posteriormente recortaron la caída. Ante este escenario al que se sumaron presiones de distinto orden, Trump optó por conceder un plazo de un mes a México, mientras que mantuvo su postura inalterada respecto a China y Canadá.
Total de importaciones de EEUU provenientes de China, México y Canadá
Impacto en el comercio internacional y el multilateralismo
A partir de ahora se abre un panorama incierto: están pendientes las reacciones de los afectados, pero es previsible que respondan de manera similar. Y cabe la duda de cómo resultará la negociación con México después de transcurrido este compás de espera. Sin embargo, a pesar de la confusión y de los múltiples interrogantes que se abren es posible hacer una primera lectura de los hechos que se conocen hasta ahora y hacer un esfuerzo para decodificar los mismos en clave de cómo se ubica Argentina en este cuadro, aparentemente distante y sin conexión con la realidad local. Este es el propósito de las observaciones que siguen abajo.
La medida de la administración Trump representa un giro hacia un proteccionismo comercial discrecional, basado en el uso de facultades extraordinarias del Ejecutivo bajo el argumento de una emergencia económica (IEEPA, por sus siglas en inglés), cuya causa principal no se encuentra en el comercio internacional sino en cuestiones que representan amenazas a la seguridad nacional y que, por tanto, habilitan la adopción de medidas económicas de excepción. En este caso, la amenaza estaba dada por el tráfico de fentanilo, cuya producción se atribuye a China y que, según se argumenta, se introduce a EEUU a través de la frontera de México y de Canadá.
Esta figura legal no había sido aplicada anteriormente para el caso de los aranceles, lo cual supone una escalada sobre las medidas adoptadas en 2018, en el anterior gobierno de Trump. La aplicación de impuestos a las importaciones utilizando semejante grado de laxitud en las facultades otorgadas al poder ejecutivo implica asestar un golpe adicional a la estructura de gobernanza económica multilateral, debilitando la credibilidad del sistema de comercio basado en reglas. Quizás, aunque a esta altura es difícil saber cómo, este episodio particular se pueda resolver de alguna manera, pero el daño a la arquitectura comercial multilateral -léase OMC- está hecho, porque además se suma a una trayectoria de pérdida de efectividad que viene de tiempo atrás.
Para economías más pequeñas, como la de Argentina, esta tendencia implica cristalizar un debilitamiento de su posición negociadora en el escenario global. La ausencia de normas claras y previsibles expone al país a una mayor vulnerabilidad ante decisiones unilaterales de potencias económicas.
Aranceles: un instrumento con varios objetivos.
Según ha quedado expuesto por los hechos, en la estrategia de Trump los aranceles tienen una función multifacética.
- En primer lugar operan como un instrumento de negociación geopolítica -tal el caso de Groenlandia y la amenaza a Dinamarca.
- En segundo lugar, contribuyen a otros objetivos de política -el tráfico de drogas, la cuestión migratoria y las deportaciones. Lo ocurrido con Colombia pocos días atrás es ilustrativo de este ejercicio.
- En tercer lugar, aparece el proteccionismo comercial propiamente dicho. Esto es una singular formulación conceptual, a contramano de cualquier libro de texto, según la cual la reducción de déficits bilaterales fortalece la economía estadounidense que, llevado al extremo, conduce a la autarquía económica.
Argentina, si bien no representa un riesgo para Estados Unidos en términos comerciales o migratorios, podría verse expuesta a sanciones indirectas en caso de que sus vínculos con otros socios comerciales suponga resolver dilemas que generen fricciones con Washington.
Consecuencias para la integración económica regional
Además de lo anterior, las decisiones de Trump erosionan el proceso de integración comercial del USMCA, un acuerdo preferencial que se consolidó progresivamente desde su inicio en 1994. Sectores altamente interconectados, como la industria automotriz, podrían enfrentar costos significativos a uno y otro lado de la frontera debido a esta disrupción. Adicionalmente, se pone en evidencia la asimetría en la capacidad de negociación de los países. México y Canadá dependen en gran medida del comercio con Estados Unidos, ya que entre el 70% y el 75% de sus exportaciones tienen como destino ese país. En este contexto, el desmantelamiento de la relación comercial trae aparejado costos desproporcionados para estas economías.
Es interesante enfocar lo anterior bajo el prisma del MERCOSUR. El bloque enfrenta un desafío en la dirección opuesta: ahora que se acaba de firmar el acuerdo con Europa, MERCOSUR debe profundizar la integración entre sus miembros y con los nuevos socios. En el caso del MERCOSUR, Argentina debe impulsar una estrategia de fortalecimiento del bloque si desea ampliar sus oportunidades de acceso a nuevos mercados. No está claro que el gobierno suscriba esa posición. Más bien ha lanzado la idea de procurar un acuerdo comercial con EEUU, precisamente cuando la administración Trump camina en la dirección contraria. Parece difícil entrever qué ventajas podrían obtenerse de un socio que no ha dudado de borrar de un plumazo una historia de 30 años con sus vecinos más próximos.
Perspectivas para Argentina
El impacto de esta nueva fase de guerra comercial es negativo para Argentina en varios aspectos.
- En primer lugar un aumento de la volatilidad financiera y aversión al riesgo en un escenario de mayor turbulencia no es una buena noticia para el país.
- En segundo lugar, dependiendo cómo se administre la política comercial estadounidense, no se deben descartar tensiones inflacionarias que lleven a una mayor cautela de la FED en la reducción de tasas de interés. Este mayor costo del financiamiento tampoco es positivo. Aunque, ciertamente, el apoyo de la nueva administración estadounidense en la negociación con el FMI puede mitigar parcialmente ese costo. A esto se suman los factores que se han mencionado: la erosión del multilateralismo y el riesgo de despertar represalias económicas frente a decisiones que no sean del agrado de Washington.
Dado este escenario, Argentina debe priorizar una estrategia de inserción internacional basada en la consolidación y ampliación de los mercados existentes -incluyendo EEUU (destino de casi 8% de nuestras exportaciones)- al tiempo que se negocian nuevos accesos, se profundiza la integración regional y se atraen inversiones. Esto, por ahora, significa trabajar por una mejora del MERCOSUR tanto en el plano interno como externo y bregar por hacer una realidad el acuerdo con Europa. La alineación unilateral detrás de un proteccionismo obsoleto no tiene beneficios tangibles y podría generar costos innecesarios.
En este contexto, la estrategia comercial externa de argentina debe fundamentarse en el pragmatismo y en profundizar lazos con los socios existentes para navegar en un entorno que ha sumado turbulencia después de la declaración abierta de una guerra comercial en el inicio de este febrero de 2025.
Publicado en El Economista el 3 de febrero de 2025.
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