La renuncia de Mario Draghi, precipitada por la derecha italiana, ha dejado tambaleante el proyecto globalista y europeo, acercando a Italia al grupo que tiene más afinidades con la derecha populista de Viktor Orban. En ese panorama emerge, rutilante, Giorgia Meloni.
En su autobiografía (Io sono Giorgia – le mie radici, le mie idee), Meloni -de larga militancia en partidos de ultraderecha- escribe que es consciente de que entra en un campo políticamente minado: “Somos hijos de nuestra historia. Toda nuestra historia. El camino que hemos recorrido es complejo, mucho más complicado de lo que muchos quieren contar”, refiriéndose al camino del fascismo italiano que integra, efectivamente, parte de esa historia de la que se considera tributaria.
Como todos los líderes de ultraderecha –desde Javier Milei en la Argentina hasta Eric Zemour en Francia– Meloni es una asidua asistente a todos los medios de su país en los que despliega su personalidad carismática. Esto significa que una mezcla del interés general que despierta su figura en la audiencia, y el apoyo de los grandes intereses, la han hecho descollar frente al líder de la Liga Mateo Salvini y bajo la mirada atenta de Silvio Berlusconi, que a sus 85 años sigue marcando el paso político en Italia.
Rubia como Donald Trump, aunque de pasado militante y no empresarial, Meloni copió el lema de la pesadilla republicana para la campaña electoral:”¡Primero Italia y los italianos!”. Sus propuestas no difieren mucho de la receta populista de derecha: menos burocracia europea, impuestos bajos y frenar la inmigración. Propone renegociar los tratados de la UE y la pertenencia de Italia a la comunidad monetaria del euro. Además, rechaza el aborto, así como el matrimonio igualitario.
En su avance hacia la primera magistratura, Meloni ha suavizado los aspectos más irritativos de su discurso y las actitudes extremas de sus partidarios de Fratelli d’Italia, agrupación que este año cumple 10 de existencia. Ha pedido evitar el saludo romano (nazi) y eludir declaraciones altisonantes para correrse hacia el centro, previo a las elecciones del próximo 25 de septiembre, con la ayuda de los medios de comunicación que se empeñan en calificar de centroderecha tanto a Salvini como a Meloni. “Meloni no apareció de la nada. Lleva años preparándose para ser primera ministra” dice la periodista española Alba Sidera, en una entrevista con la DW.
Para su campaña de “centrificación”, ha grabado un video en tres idiomas en el que resalta que, “la derecha italiana ha relegado el fascismo a la historia desde hace décadas, condenando sin ambigüedad la supresión de la democracia y las ignominiosas leyes antijudías”, “Nos oponemos ferozmente a cualquier deriva antidemocrática con palabras de firmeza que no siempre encontramos en la izquierda italiana y europea”. Y subrayó el compromiso de su partido con Occidente, condenando la invasión rusa de Ucrania, un tema espinoso para el bloque conservador debido a los lazos históricamente estrechos de Salvini y Berlusconi con el presidente ruso Vladimir Putin.
Según el diario La Repubblica, en los últimos sondeos, Fratelli d’Italia llega primero en intenciones de voto, seguido por el Partido Democrático. La Liga está por debajo del 15 por ciento, mientras que el Movimiento 5 Estrellas, luego del cataclismo por el abandono de su líder Luigi di Maio, ronda el 10 por ciento. Forza Italia está relegado al quinto lugar.
Giorgia Meloni, nacida en 1977, se unió al “Frente de la Juventud” del partido neofascista Movimiento Social Italiano (MSI) cuando era una estudiante de 15 años, como forma de contrarrestar el terrorismo de las Brigadas Rojas de aquellos años en Italia. Más tarde, dirigió la asociación estudiantil de la ultraderechista Alianza Nacional, homónima del partido de Le Pen en Francia. En 2006 fue elegida para la Cámara de Diputados y en 2008, a sus 31 años, asumió la cartera de Juventud en el Gobierno de Silvio Berlusconi, convirtiéndose en la ministra más joven de Italia.
Desde su infancia y juventud -vivida en Garbatella un barrio popular de Roma- donde creció en una familia integrada únicamente por mujeres, dado que su padre abandonó a su mujer y sus hijas para marcharse a vivir a las Islas Canarias cuando estas eran menores de edad, hasta sus múltiples trabajos de camarera o cuidando niños, para ayudar a su familia, pasando por sus estudios y su militancia política, Meloni exhibe una trayectoria de ascenso que este año podría coronarse alcanzando –por primera vez en la historia de su país para una mujer- la primera magistratura de Italia.