martes 1 de abril de 2025
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Genocidio es asesinar niños y celebrarlo

Se llamaban Kfir y Ariel. Eran hermanos. Uno apenas pasaba el año; el otro, cuatro años. Dos niños.

Dos niños asesinados por el terrorismo islámico. La escena es pavorosa, los sarcófagos de los nenes son un testimonio monstruoso. Nunca imaginé el tamaño de un féretro de un niño de un año. Los señores de Hamas no solo lo imaginaron sino que lo hicieron.

Dije que la escena es pavorosa, de un morbo siniestro. Rodeando a los niños muertos, hombres enmascarados armados hasta los dientes. También amigos de la causa de Hamas acompañados de sus hijos, niños a educados desde su más tierna infancia a desfilar armados y con uniformes de combate. Pedagogía del terrorismo.

Los niños de los terroristas deben educarse en esas celebraciones de la muerte. En el cajón de Ariel, una inscripción: “Detenido el 7 de octubre de 2023”. Leyeron bien: “Detenido”. Para Hamas el operativo de sangre y fuego perpetrado contra vecinos de Israel, niños, ancianos, mujeres y hombres, fue un legítimo operativo de detención. La detención incluyó violaciones, torturas, bebés descuartizados.

Todo esto acompañado por alaridos de festejos. Los atilas regresaron a su guarida de la Franja de Gaza con sus trofeos de victorias: prisoineros y muertos. Gran hazaña: fedayines corajudos con niños, mujeres y ancianos.

Un detalle a tener en cuenta: multitudes de vecinos de la Franja de Gaza salieron a la calle a felicitar a sus heroicos centuriones. Un año y medio después este otro capítulo de un terror que da escalofrío. Dos niños muertos y la celebración de esas muertes. Se hizo justicia con dos nenes de un año y cuatro. Como toque de distinción el argumento perverso: los niños murieron como consecuencia de los bombardeos de Israel. Los judíos son tan perversos, tan monstruosos, que asesinan a sus propios hijos.

Maldita guerra. Nunca nos vamos a cansar de maldecirla, pero sabemos, vaya si lo sabemos, que la guerra nos acompaña como las pestes o las tragedias. Maldita guerra, pero hay diferentes maneras de marchar y de comportarsre en la guerra. Ejércitos peleando en el campo de batalla es siempre un escenario de sangre, un escenario de sangre pero entre hombres que disponen de las mismas posibilidades.

Desde hace por lo menos mil años, religiosos, monarcas, diplomáticos, filósofos admitieron que en la guerra los únicos inocentes son los niños. Todo puede estar permitido, pero con los chicos no. Por supuesto, la preceptiva, el mandato nacido de las entrañas de la humanidad no se cumplió y no se cumple. En la guerra mueren niños. Es una fatalidad, una desgracia, pero lo cierto es que, por ejemplo, los bombardeos de los aliados contra las ciudades alemanas gobernadas por Hitler mataron chicos.

Pero también en esas muertes horribles hay modalidades, matices, eso que se llama efectos no queridos de una acción. El objetivo de Churchill, de Roosevelt, de De Gaulle era derrotar a los nazis. La muerte de niños era una calamidad inevitable en este ejercicio maldito de guerrear.

Pero una cosa son los efectos no queridos y otra muy diferente es una estrategia que incluye el exterminio de niños. Es lo que hizo, sin ir más lejos, Adolfo Hitler. Los judíos eran exterminados por el hecho de ser judíos, es decir, una raza maldita. Un niño judío era tan culpable como su padre, su madre o su abuelo. Hay otros ejemplos de este hábito sádico en la historia, pero el más reciente es el practicado por Hamas. Sus centuriones atacaron las aldeas judías y mataron sin contemplaciones.

Mataron, torturaron, violaron. Los hijos de Alá se dieron todos los gustos. A un bebé lo pusieron a cocinarse en un horno. Kfir y Ariel fueron secuestrados y su condición de infantes fue más un estímulo feroz que un límite. Ahora están los cadáveres de estos angelitos exhibidos como trofeos de guerra. Inutil decirles que con los niños no; que los niños son inocentes, inocentes absolutos, Los niños judíos, los niños palestinos, los niños de cualquier parte del mundo.

Claro, alguien dirá que Israel también mató niños palestinos. Es verdad, y no creo que en el cuadro de honor de las hazañas militares del ejercito de Israel figuren estas muertes, como tampoco en los ejércitos de los Aliados en la segunda guerra mundial figuran las muertes de los niños alemanes como consecuencia de los bombardeos a Dresde, Hamburgo o Berlín. Pero hay en el marco de ese horror que es la guerra, una diferencia. No es lo mismo el efecto no deseado de una acción militar que una estrategia que incluye asesinar niños deliberadamente. Esa es la diferencia moral decisiva entre los nazis y los aliados. Y es la diferencia entre Israel y los terroristas de Hamas. Esa diferencia es la que explica entre otros “detalles” que un prisionero judío sea canjeado por cien terroristas palestinos.

Israel no toma niños prisioneros, porque tampoco petende canjear victimas. Su piso moral, su estado de derecho, no se lo permite, más allá de la salvajada que pueda decir algún judío fanático. Israel detiene terroristas palestinos, los juzga y los condena. También los asiste. Algunos de los terroristas que perpetraron la carniceria del 7 de octubre fueron prisioneros de Israel liberados en esos canjes de mil palestinos por un prisionero judío. Algunos de esos terroristas fueron atendidos por los médicos de los hospitales judíos. Uno de ellos, después de que le salvaran la vida en un quirófano, fue liberado. Y, como gesto de gratitud, encabezó el operativo de extermino de judíos en los kibutz del sur. Importante recordar, aunque a más de uno los hechos le entran por una oreja y le salga por la otra. La guerra la inició Hamas de la manera más traicionera y cruel. Israel respondió al ataque.

La guerra hubiera terminado al otro día si Hamas hubiera devuelto a los rehenes. No lo hicieron. Y ahora lo hacen a cuentagotas. Mientras tanto, las almas bienpensantes del mundo libre hablan del genocidio contra los palestinos y no dicen una palabra sobre la tragedia del 7 de octubre. Y si alguna vez la dijeron ya la olvidaron. Por el contrario, por esas piruetas trágicas de la historia los genocidas son los judíos, cuando en realidad los que proclaman el extermino de los judíos, los que agitan la consigna genocida  “Judíos al mar”, son los terroristas islámicos.  Conclusión: dos féretros de dos niños judíos, y la izquierda pro islámica no dice una palabra. Ni una palabra, ni un gesto con los bebés muertos. Toda la retórica contra el estado sionista. Maravilloso.

Antes a los judíos se los mataba por razones religiosas, después por razones raciales, ahora porque han decidido construir su propio estado, apenas una lonjita de tierra en la inmensidad de Medio Oriente. Otra vez, como en los tiempos de los nazis, los judíos son ratas. Y ya se sabe que el destino de las ratas es la fumigación. Hitler a esa faena la tenáa clara. Los nuevos judeofóbicos parece que también. Cambia la retórica, pero el odio ancestral a los judíos se mantene intacto.

Ese odio que se estremece de placer ante la presencia de los restos de dos bebitos muertos por haber nacido judíos.

Publicado en El Litoral el 20 de febrero de 2025.

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