Fue un debate divertido. Tenso de punta a punta. Con dos protagonistas dispuestos a no hacer la plancha o dejar pasar el tiempo. El temor por cometer errores nunca fue mayor al deseo de atacar, de conseguir votos. Que Trump no quiera que haya un segundo round de debate demuestra que tiene miedo de volver a subirse al ring.
¿Cuánto del resultado electoral se podrá explicar por este debate? Nadie lo sabe. Todavía falta mucho para una de las elecciones más transcendentes, quizás la más trascendente, de este siglo, y las evidencias demuestran que los debates no influyen mucho en los resultados electorales.
Kamala Harris fue la que hizo mejor los deberes y la que mejor aprovechó las oportunidades. Ya no queda lejana la idea de que el próximo presidente use un traje azul marino entallado, y que sea mujer y multiétnica. Finalmente ella fue la que tuvo una clara y deliberada estrategia para conseguir todos los votos que se puedan conseguir en un debate. Llevó adelante su plan con eficacia. Siguió un guion, repitió los sí o sí que debía repetir. Cuando vislumbró los agujeros de su rival arremetió con valentía y creatividad. Convirtió esos agujeros en perforaciones. Tuvo método, disciplina, experiencia para la escena y sentido de la oportunidad.
Harris tiene que remontar la intención de voto en los estados que se suponen más decisivos para esta elección, y que todavía permanecen con incertidumbre. Son estados cuyo electorado está menos ligado al discurso progresista el Partido Demócrata: Arizona, Nevada, Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Carolina del Norte y Georgia. Menos en Carolina del Norte, en todos ellos ganó Biden en el 2020. Si él pudo, por qué ella no podría poder. Al mirar la evolución de las encuestas luego del debate, parecería que su performance de anoche le da impulso a su campaña, aún más que su designación en la convención demócrata, aunque esas proyecciones le dan todavía una ventaja a Trump en el colegio electoral. Hasta ahora todo indica que la victoria, de quien sea, va a ser por un hocico.
Trump jugó a no perder los votos que ya tiene. Puede que no los haya perdido. Harris apostó a sumar indecisos y a movilizar a quienes todavía no están seguros de que van a ir a votar. Su estrategia en el debate consistió en hablarle de igual a igual a la clase media y los trabajadores. Lo hizo varias veces, por la positiva en cuanto a propuestas concretas, con ejemplos, para ayudar a esos votantes. Por la negativa cuando afirmó que en los actos de Trump la gente se va porque se aburre y porque Trump dice delirios y no habla sobre los problemas reales de la gente ni le habla a ellos, los ciudadanos.
Ligó a Trump con el puro beneficio a los ricos. Los beneficios impositivos para los millonarios, afirmó, iban a causar un peso al fisco que perjudicaría a la clase media y los trabajadores.
Harris sobrellevó bien las debilidades, las reales y las mentiras con las cuales Trump atacó: que dónde está el presidente Biden -quizás durmiendo la siesta, dijo Trump-. Que no deja que los norteamericanos puedan llevar armas. Que permite que se aborte a los nueve meses. Que promueven el ingreso de miles de inmigrantes delincuentes de todos los países -sobre todo de Latinoamérica, dijo Trump-. Que esos inmigrantes se comen las mascotas de sus vecinos. Que la economía es un desastre por la inflación, que la gente ya no puede comprar “tocino y huevos”. Que el mundo es un lío desde que él dejó la casa blanca, con guerras por todos lados. Que Harris no tiene un plan. Que es una pésima negociadora. Por su parte, a la defensiva, Harris potenció el ridículo de las acusaciones más caricaturescas (la de los inmigrantes comiendo perros y gatos), esquivó los reales puntos débiles (la inflación de los primeros años de gobierno y que fue compañera de Biden también en los errores) y fue firme y clara en cuanto a Ucrania, Rusia, Israel y China.
Mencionó, también, la necesidad estratégica que implica para su país el liderazgo tecnológico, sobre todo en inteligencia artificial y computación cuántica.
No se despegó, eso sí, de la elite política de los Estados Unidos. Sus intentos para hacerlo no fueron contundentes. Quedaron desdibujados. Eso puede ser un problema para el objetivo de la victoria: la elite política continúa significando cosas negativas. Fue uno de los motivos de la derrota de Hillary Clinton. No implicó una derrota para el súper casta Joe Biden.
Trump pudo evitar quedar como un anciano. Es cierto que se puso nervioso, pero las novedades de su villanía no vinieron de que no pudo controlar su enojo y su ira, que son ya conocidas y toleradas por el electorado. Además de por las noticias falsas del tipo haitianos comiendo los perros y los gatos de los vecinos, de los países liberando presos para cruzar las fronteras, de su negación respecto al calentamiento global, las novedades en el campo de la amenaza mundial vinieron de cómo confesó su relación de admiración y confianza en Putin, de su admiración también con el autócrata húngaro Viktor Orbán, de sus relaciones pasadas con los talibanes, de su interés de que la guerra entre Rusia y Ucrania termine sin importar el resultado y las consecuencias de ese final, y de cómo prefiere en los gobiernos de esos y otros países a los “hombres duros” que intimidan y mantienen las vecindades en orden. Aunque eso pueda implicar que Putin enfile sus tanques rumbo a Polonia.
Cometió un error, también, con su propio enredo en sus propias frases que causó sus propios nudos en relación a las etnias de los ancestros de su rival.
Si a esto le sumamos su rencor por Europa, su menosprecio a la OTAN, su desconfianza con las organizaciones internacionales (ONU, UNESCO), su amenaza de subir aranceles, la suma de las definiciones desplegadas en el debate es un motivo suficiente de que el resultado de estas elecciones va a ser determinante para el devenir mundial.
América Latina estuvo presente en modo negativo: como amenaza, en la idea de hordas que cruzan las fronteras para llevar barbarie en los barrios arbolados y las cuadras de edificios llenos de gente. Nadie defendió deliberadamente a los inmigrantes, ni habló de mantener políticas positivas respecto a sus vecinos.