miércoles 11 de diciembre de 2024
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Galo Soler Illia: “No es lo mismo una mala política científica que la destrucción del sistema científico”

Galo Soler Illia es un hombre más bien habituado a los laboratorios y pasillos universitarios, por eso me sorprendió ser citado para la entrevista en un bar de Recoleta. Antes del horario pactado llegué al lugar para verlo aproximarse con la actitud y la sonrisa de una persona que disfruta su vida de apasionado por la ciencia. Esa misma tarde, en la sede de la Academia Nacional de Ciencias –ubicada justo a la vuelta del bar–, Galo fue designado como vicepresidente de la Academia Nacional de Ciencias Exactas Físicas y Naturales, acompañando a la presidenta Alicia Dickenstein y otros notables en la materia. Apenas se sentó en la mesa nos sumergimos en esta conversación de una hora que aquí transcribimos.

– ¿Cómo viviste la marcha? ¿Qué te pareció?

La marcha fue emocionante, fue la demostración de que en Argentina la educación pública es parte de la cultura. Y eso lo discutí mucho en el whatsapp de mis amigos del Colegio Nacional de Buenos Aires, donde me decían: “Ustedes en las Universidades se roban todo”. Y se veía que ese discurso del Gobierno estaba instalado: tienen una manera de laburar en la que van a fondo sobre cuestiones que son importantes, pero después terminan siendo más suaves. En medio de la discusión, el Gobierno tira preguntas que generan inquietud. Pero mientras tanto nos pintaron como casta a los que somos de la Universidad Pública o el Conicet. O sea, la casta somos nosotros, no los empresarios de Tierra del Fuego, no son los Menem, no es Cristina. La casta somos nosotros: la clase media universitaria. La casta es la gente que piensa liberalmente, no los conservadores. Pero tiran preguntas que una persona sensata se hace y que uno mismo se hace. Ahora, pese a eso, uno queda con la idea de que un millón de personas en todo el país –un largo 2% de la población– dijo: “che, esto es la educación pública! Dejense de joder!”.

La educación pública te viene en el “paquete Argentina”, en la cultura argentina. Está el fútbol, está la educación y está la salud pública. Están las cuestiones importantes que hacen al tejido argentino: los inmigrantes, el famoso “m`hijo el dotor”. Por ejemplo, mi viejo y mi vieja son productos de la Universidad Pública: mi viejo llegó desnutrido de España en el año 42 a sus 9 años, después estudió en el Colegio Nacional Buenos Aires. Su vocación era escribir, pero dijo “tengo que ser abogado porque tengo que parar la olla” y finalmente se recibió de abogado, aunque tardó un montón porque trabajaba de periodista. Vos sabés que mi abuelo estudió medicina y no podía pagar una carrera porque era del campo, tenía once hermanos. Entonces mi bisabuelo Martín tuvo que hacerle una carta que era un verdadero certificado de pobreza, y por eso le perdonaron el arancel. ¿Mirá si Arturo Illia no hubiera sido médico? Eso es la Universidad Pública.

– Vos decías esto de que la educación pública está en nuestra esencia, en nuestra argentinidad… y así como me contaste estas historias de tu familia, ¿cómo fue la tuya?

Yo tuve suerte porque pude estudiar y tuve una familia que me pudo mantener… y a veces uno se pregunta: bueno la familia que puede pagar una escuela privada, ¿es válido que mande a su hijo a una pública? Y si les cobran un 70% de impuestos, ¡claro que sí! Yo estudié también en el Nacional Buenos Aires mi secundario. Después hice Química, en Exactas UBA. e hice el Doctorado en Exactas. Soy un fruto de la educación pública. De los 12 a los 28 años en la UBA. Y después también mi carrera tuvo mucho valor en lo que es la financiación pública de la ciencia. Yo fui becario externo de Conicet, estuve dos años en París, después cuando volví fui investigador del Conicet desde hace más de 20 años. He trabajado en instituciones públicas como la CNEA, el Conicet y ahora estoy en la Universidad Nacional de San Martín desde hace casi 10 años.

La Universidad Pública es un lugar de transformación en donde vos tomás gente que es joven e inexperta pero entusiasta, y los convertís en máquinas de laburar y en profesionales de primer nivel. Es lógico que el Estado tenga que tener prioridades, pero la posibilidad de transformar una mente y que a través del conocimiento pueda modificar el destino de un país, eso también es prioritario, y es una gran manera de agregar valor.

– ¿Y cómo ves a los jóvenes que están en tu cátedra o instituto ante este escenario de cuestionamientos a la ciencia y a la educación pública?

La gente está muy preocupada, sobre todo los jóvenes. Lo ves en las calles y en las aulas. También está muy combativa: hubo un millón de personas en la calle, y en todo el país. Muchos de los chicos estaban, y están, muy preocupados, y muchos de los becarios nuevos de Conicet que han sido burlados por las actuales autoridades de Ciencia y Tecnología –que fueron estigmatizados pero estafados también– están considerando irse del país. Ahí tenés un tema: no podés joder con esto. La educación, la ciencia y la tecnología en el Siglo XXI no se discute. No hay ningún caso de país exitoso que haya avanzado con cero aporte estatal a la educación, la ciencia y la tecnología.

– ¿Y entonces por qué este Gobierno sostiene esta diatriba contra la ciencia y  desprestigia la institución universitaria?

Lo podría ver desde muchos lados. Yo creo que tienen un problema de que no conocen cómo se mueven las cosas y que ellos evalúan y deciden con un modelo plenamente economicista, es decir con números fríos. Pero los números dependen de tu modelo: si vos crees que algo vale A o que vale B, y solamente le das ciertos valores y entran en juego ciertas variables vas a tener razón. Pero acá entran muchas más variables en juego: ¿cuánto vale la educación? ¿Cuánto vale generar al próximo Einstein? Es lo mismo que los clubes de fútbol: ¿cuánto cuesta generar al próximo Messi?¿Y cuánto se gana? Es lo mismo acá, creo que hoy hay una visión estrecha y limitada, de gente que no ve el panorama completo: “no la ven” para decirlo en los términos que usan ellos. Ahora estamos muy contentos porque hay superávit fiscal (lo cual es discutible), pero es muy sencillo: una persona cerró una compuerta, el río que corría ya no corre, pero el agua se acumula en otro lado.

– ¿Y cuales son las consecuencias de cerrar la compuerta para la ciencia?

Es la destrucción del futuro. Los desastres que está haciendo este Gobierno en Ciencia y Tecnología los vamos a ver en las próximas dos décadas. No es lo mismo una mala política científica –como la que tuvieron en algún momento el kirchnerismo y el macrismo–, que la destrucción sistemática del sistema científico. Una mala política científica es como jugar mal un partido de fútbol: te equivocas, te metieron cuatro goles y perdiste un partido. Pero destruir la ciencia es irte a la B, y de la B volvés con una mancha que no se borra nunca más.

– En el sentido de lo que decías de cerrar las compuertas y demás para la ciencia, ¿cómo se instrumentó la mezcla de licuadora y motosierra en la ciencia concretamente?

Ahora es motosierra y motosierra. Repasemos qué es lo que pasó en los últimos 20 años en ciencia y tecnología: teníamos un sistema al que el menemismo le dio un hachazo bastante fuerte en los 90, pero después hizo un par de cosas interesantes con la financiación científica, creando la Agencia de Promoción de Ciencia y Tecnología (aunque cerró el ingreso a instituciones como el Conicet). De la Rúa también hizo lo mismo y después –algo que requiere mucho estudio y tiene cosas interesantes– Kirchner vio la oportunidad y empezó a mejorar el sistema con algo muy sencillo: el poco dinero que tenían lo puso a funcionar –cosa que De La Rúa había borrado– y empezó a meter más científicos en el Conicet, empezó a abrir el panorama. Eso hizo que hubiera cierta reconstrucción del sistema y –hasta la crisis de EEUU en 2008– había programas buenos e interesantes, una cierta política científica, con pensamiento y coherencia. Después viene una política de: “hay menos plata, pero que no se note” y también un poquito de demagogia, se abrió mucho el sistema científico.

A mi juicio, el hecho de abrir indiscriminadamente la carrera de Conicet como se hizo, traer demasiada gente que no tenía fondos para investigar, y no articular el Conicet con las Universidades fue una mala política, fue un “entren todos que está todo bien”. Después Macri lo moderó: ajustó –menos en ciencia que en otros lugares– pero se sintió, fue una gestión sin rumbo, haciendo la plancha. Sin embargo, acá tampoco hubo política: porque vos tenés que decir qué esperas de ese sector y cómo esperas que vaya. Nadie dijo nada durante esta época.

– De hecho mantuvo el mismo Ministro que había en el Gobierno anterior…

Exacto, pero con menos plata. Ahí se vieron las limitaciones de no decir: “este país se va a dedicar a industria nuclear, espacial, bioeconomía o nanotecnología”. Llamalo como quieras, pero poné un norte. No hubo norte. Hubo planes, en los cuales más o menos se repartían las mismas cartas a la misma gente. El sistema más o menos andaba, pero no era muy eficiente: un sistema que se agrandó mucho, pero que no tenía guita para funcionar fuerte. ¿En qué terminamos? En un sistema que no es tan sustentable.

El Conicet hoy en día es un pagador de sueldos. El 95% del presupuesto va para sueldos, el 5% restante paga gastos y algunos subsidios. Se acabó ahí. Es un delirio, no podés poner prioridades, fomentar temas de avanzada, se desvirtúa un poco para qué querés la ciencia. No hubo ni hay un norte, ¿Qué pasó? Milei viene a romper todo el Estado y en eso también cae ciencia y tecnología, que es muy estratégico y en donde hay cosas muy interesantes para hacer.

La Educación pública podría articular mejor. Nunca se articuló en los últimos 20 años la educación superior con el sistema científico y tecnológico. Ciencia y Tecnología se redujo a Conicet. Se crearon nuevas Universidades en donde metieron investigadores que hicieron lo que quisieron, no lo que la política científica presuponía. Nadie se preguntó ¿qué vamos a hacer? Vamos a repartir la plata entre los filósofos, los biólogos, los ingenieros y los científicos duros… ¿en partes iguales? ¿Vamos a darle más a algunos? ¿Vamos a poner algún área específica donde meter más fondos para algúin tema de avanzada en el que Argentina pueda competir? ¿Va a haber algún proyecto grande y seductor para Argentina? Pero fue más de lo mismo: un poquito para cada uno, para que no se quejen.

Ahora, finalmente, este Gobierno viene y dice: “chau, todo esto es una porquería”. Es todo “el ano de Batman” y ahí nos mataron. El Presidente nos defenestró a todos por igual. La investigación que se hace en Argentina es en promedio seria, de calidad, aunque mucha investigación es rutinaria y hay alguna que otra investigación que es deplorable, pero es un sistema que se auto-regula. Ahora bien, si uno se pone a pensar, el Estado inyecta unos 1.500 millones de dólares anuales en este rubro y –dentro de todo– el Gobierno tiene un punto que me parece interesante: ¿qué grado de responsabilidad tiene este sistema? ¿Qué grado de lo que llaman “accountability”?

El Gobierno le da un dinero a determinada institución: ¿quién lo gasta? ¿en qué? ¿Dónde están los resultados innovadores, los programas, los equipos, los edificios nuevos? A mi me gustaría que haya instituciones que muestren esto. Sin embargo, hoy en día y con este gobierno, los científicos ganan mal, si antes no tenían fondos para investigar ahora tienen menos aún, porque el Gobierno hizo algo que está muy mal que es cortar los compromisos.

– ¿Cómo es esto de cortar los compromisos?

Hay gente que se rompió el traste el año pasado para presentar proyectos competitivos, hubo una evaluación de esos proyectos, y uno de cada cuatro fueron aprobados. Este año los colegas contaban con esa financiación, pero el dinero no apareció. Otro tema, las becas de Conicet, que dieron menos, pero además las dieron más tarde. Cuando vos tenés un joven brillante que ganó la beca y debería comenzar a trabajar en abril, pero el Gobierno te dice que no te da los fondos, o que recién estará para el segundo semestre… mientras tanto: ¿qué hace esa persona? ¿Vende medias en el subte?

Voy a volver al fútbol para explicar mejor esto: la ciencia es global, igual que el fútbol. El pibe o piba que es bueno acá, también puede serlo en Estados Unidos, en Alemania o en Francia, donde tiene más competencia pero capaz es bueno en serio. Y si es bueno en serio, como el Colo Barco o el Diablo Echeverri, se van. Si vos acá no lo retenés, porque le faltas el respeto, le postergás los proyectos, no le das los fondos para investigación: el pibe se va. Lo llaman de una universidad de afuera, o de algún instituto y le dicen: tenes una beca, empezás mañana: ¡y se va! Porque en esto no es que no hay patria, porque los científicos son muy patriotas, pero hay oportunidades… y cuando te tratan mal y sin respeto te cabreás ¡y los chicos jóvenes están cabreados!

– Ese enojo se vio en la calle

Es enojo, pero por la falta de respeto. Y ojo que te digo: yo estoy de acuerdo en replantearnos algunas cosas de fondo, como decir: bueno, a ver, educación pública sí perfecto, pero… ¿Cuántas horas de clase das? ¿Por qué tengo una Facultad como Medicina en donde las Cátedras de Anatomía basan su performance en cientos de pibes que laburan gratis? Eso se llama esclavitud en mis libros.

Las facultades y la universidad funcionan esencialmente porque hay gente que no cobra, porque los profesores cobran mal, al cobrar mal tienen otro trabajo (o son profesionales que van a dar clases, no hay mucho full time) y así la Universidad finalmente se convierte en una institución antigua y mal financiada que se sostiene únicamente porque hay un grupo de gente motivada que rema. Entonces tenemos que preguntarnos: ¿Cuánto PBI dedica Argentina en educación? Argentina dedica en el orden del 5% del PBI en educación, pero ¿dónde estamos en educación? Estamos octavos en Sudamérica. Entonces ahí sí, yo digo, algo no funciona. Pará, pará: si yo estoy metiendo guita acá y esto no está rindiendo, hay algo que está podrido. Entonces eso sí tenés que ir a verlo. ¿Dónde están los quilombos? ¿Por qué tenemos esto que inyectamos guita y no anda?

– ¿Vos creés que el Gobierno está más en plan de resolver esos problemas o sólo los está planteando?

Creo que el Gobierno a lo mejor quiere ir a ese objetivo, entonces cacarea objetivos mucho más ambiciosos, como “vamos a cerrar todo, vamos a cerrar el Conicet” o como dijo “el galleguito” Álvarez de que “vamos a hacer pelota las Universidades”. Pero eso es cacareo, y la bravuconada de Álvarez salió por la culata: más de un millón de personas salieron a la calle por su cacareo. Yo estuve en la reunión del CIN, que se hizo en UNSAM. Yo vi la cara de los rectores, no podían creer el nivel de agresión de Álvarez. Pero se lo llevó puesto un millón de personas en las calles, y ahora lo sacaron de las negociaciones. Ese señor tiene que volver a su trabajo anterior. No tiene ningún sentido que esté. Porque si es Subsecretario de Políticas Universitarias y se pelea con la gente que forma las instituciones, no sirve.

Es un tema constante en este Gobierno: en lugar de usar los resortes que tiene, y aliarse con la gente valiosa, entender su posición, superar diferencias va con un enfoque fanático, mal informado, y el resultado es un desgaste de todos. Sin embargo, algunas de las cosas que el Gobierno dice pueden tener sentido, pero no se puede hacer de esa manera, los modos lo matan.

– ¿Cómo por ejemplo con el tema de las auditorías?

Una persona que labura en la universidad es auditado mil veces. Yo cada vez que compro un tornillo tengo que mandar tres presupuestos de un tornillo. Cuando vamos a comprar un equipamiento que es esencial para nuestro laburo, nos vuelven locos, perdemos tiempo. Importás y no podés, no te firman los papeles, te vuelven loco. Y después tenés un muñeco al cual le tenés que mandar un reporte y después te caen auditores sorpresa. Nosotros estamos auditados todo el tiempo, ahora en algún momento te das cuenta de que la guita que entra no se traduce en una buena performance. Entonces, ¿qué está pasando?

Hay lugares que tienen financiamiento de Ciencia y Tecnología donde dicen que la plata entró, pero esos lugares no tienen el desarrollo que deberían tener con esa plata. Pero no deberían poner a todos en la misma bolsa, hay una cosa que es totalmente loca. Ahora están con esto de la auditoría, son todos expertos en auditorías: ¡loco, tenés la AGN, tenés los resortes en el Congreso! Sos Gobierno, mandá a auditar, ¡porque es tu laburo! Y si se descubren cosas que son dignas de juzgarse –porque son hechos de corrupción– la Justicia es la que tiene que actuar, no el poder ejecutivo.

– Va en línea con la agresividad del presidente hacia los periodistas, al Congreso y al sistema científico: meter a todos en la misma bolsa.

Veo que el Presidente desconoce las bases de la institucionalidad. A él no le importa la institucionalidad: él hace un show y repite conceptos muy simples –a lo Goebbels– que son fáciles de incorporar y de poner como dogmas. Entonces, cuando estaba hablando con mis amigos en el chat de whatsapp uno me decía: “pero a ustedes hay que auditarlos”. Y yo le dije “dale, ¿venís vos a auditarnos?”. ¿Vos podés auditarnos? No. Hay una institución que nos audita. Esa institución está mandada por otra –que votamos todos– y que se llama Congreso de la Nación. Ya está el resorte institucional para que eso pase. Entonces, este Gobierno se basa en la voluntad del líder supremo que dice lo que se le ocurre sin conocer y sin tener la educación cívica necesaria. Lo que es triste de esto es la falta de civismo. Están convirtiendo a la sociedad en una especie de sociedad primitiva de gente que dice cosas con una mezcla de información y de desinformación al mismo tiempo. Hay metas muy claras de para dónde van, con un modo de relato muy parecido al kirchnerismo, con un avasallamiento completo de las instituciones. Y esto es lo más preocupante, no es preocupante que digan cosas que parcialmente pueden ser interesantes.

– Veo algunas similitudes en el discurso de Trump o de líderes de derecha internacional en el desconocimiento de la ciencia. Por ejemplo en el cuestionamiento a la comprobación científica del cambio climático, como una especie de subestimación de la ciencia y una fe ciega en los valores del mercado para conseguir el progreso social. ¿Qué mensaje podríamos dar para valorar la ciencia?

Sí, yo creo que en realidad lo que hay es una desvalorización del pensamiento crítico, que es la base de la ciencia. La ciencia no es perfecta, porque no tiene siempre razón, pero el método científico es lo mejor que tenemos: la ciencia se va puliendo, es como una piedra que va quedando cada vez más linda al contacto con el agua. Y justamente la capacidad de pensamiento crítico, de discusión, de síntesis, de oposición, es la que hace a la ciencia cada día mejor. Vos avanzas porque te preguntas cada día más y porque en el fondo no estás seguro de lo que estás diciendo y lo querés comprobar. Entonces en este “popperianismo” que maneja la ciencia deben desafiarse siempre las hipótesis, desafiemos lo que hay. Ese es el espíritu crítico científico, que nos hace pensar y nos ha hecho avanzar

Lo que hay ahora es muy infantil en todos esos líderes, es la voluntad del “ser superior” que dirige y eso es un retroceso más o menos a los tiempos de Julio César, por no ir más atrás.
Entonces ahí yo veo el problema de perder el civismo, de perder la capacidad de preguntarse, la capacidad de cuestionarse: eso es la base de la ciencia y la base del razonamiento. Te estás morfando como dos milenios de Filosofía.

– ¿Esto también va de la mano con la visión del gobierno de que las Universidades son centros de adoctrinamiento, no?

Es un reduccionismo claro. Fíjate vos que hay una paradoja ahí: porque hay una persona que te dice que en tal lugar hay adoctrinamiento. ¿Y eso no es adoctrinamiento? Es una gran paradoja. Yo diría más bien que es como una “parajoda” directamente.

– Y vos que tenés mucha trayectoria en el sistema, ¿me podés plantear alguna situación en donde las investigaciones tengan un impacto concreto para transformar la realidad?

Voy a ir con algo más importante: ¿ves este teléfono que tenés acá? El google maps funciona, ¿no? ¿Por qué?

– Porque hay ciencia detrás, porque hay geolocalización.

¿Y la geolocalización qué es?

– Porque hay satélites por todos lados.

¿Y cómo saben qué hora es cada uno de esos satélites que están todo el tiempo girando?

– Me mataste.

No es fácil, porque van a velocidades muy altas. Es porque tienen una pequeña corrección, que es una corrección relativista. Esa corrección relativista permite que tengan una precisión muy grande las mediciones de tiempo de los satélites. Si no estuviera formulada y trabajada la teoría de la relatividad de Einstein, los satélites no podrían “hablar” unos a otros y ponerse en un tiempo coordinado, con lo cual sería imposible tener la red que tenemos hoy. Estamos hablando de una teoría de los años veinte o treinta. Teoría que no servía para nada.

Te cuento una anécdota muy divertida: Faraday era un gran científico pero no tenía plata, no era un científico de carrera. Entonces tenía que ganarse el pan de otra manera, entonces iba con una valijita a dar conferencias y le pagaban por eso. En la valija llevaba un dispositivo con el que demostraba –en 1820– la equivalencia entre el campo magnético y el campo eléctrico. Lo que hoy conocemos como electromagnetismo, que era uno de sus grandes descubrimientos. Además era un artefacto vistoso, con alambres e imanes móviles, muy convincente. La electricidad y el magnetismo son un fenómeno equivalente. En esa época no se sabía, pero hoy todos sabemos que la electricidad produce campo magnético y el campo magnético produce electricidad. En una conferencia, después de la charla, cierra la valija y viene una señora que le dice: “muy lindo señor Faraday, pero ¿para qué sirve esto?” Y Faraday le dice una frase que ya había dicho antes Benjamin Franklin: “¿para qué sirve un niño recién nacido?” Este “niño recién nacido” es la ciencia, todo potencial. Algunos años después, ese descubrimiento loco estaba en la base de los motores eléctricos, que hoy además son fundamentales.

– Sobre las oportunidades de Argentina en materia científica: un activo estratégico como el litio ¿se podría desarrollar y explotar sin tener ciencia?

A mi juicio (y sin ser experto) ya es medio tarde para el litio porque está todo loteado, está todo hecho. Sí hay algunas cosas valiosas que se podría hacer con el litio todavía; no es fácil porque no tenés densidad tecnológica en ese campo. Lo que sí, hoy en día hay tres campos donde Argentina puede andar: la nuclear, donde teníamos una comunidad con roce, donde hay capacidades. Otro campo es la espacial-satelital, que tiene cosas interesantes, pero le han pegado en los últimos años y mucho desarrollo de Argentina se ha ido al exterior. Y otra es la bioeconomía: Argentina tiene desarrollos enormes en el campo, de tecnologías propias desde la siembra directa hasta el trigo resistente a sequía. En lo que es la explotación racional, el diseño racional de biosistemas, la biodiversidad, el agua; ahí tiene campos muy importantes, muy fuertes, de enorme valor agregado.

– Son tres campos en donde somos competitivos mundialmente y no da lo mismo frenar ahora, ¿no?

Claro, no podés parar. Tenés que funcionar. También hay otros campos en materia científica en los que Argentina es primera en el mundo: en paleontología son paleontólogos de élite. Hay muchas disciplinas que no nos damos cuenta pero en las que la Argentina es muy buena: arquitectura y diseño, filosofía, en algunos temas de letras y de sociología tenemos los primeros puestos mundiales. En las disciplinas donde hay más “fierros”, como en la física o la química se corre muy de atrás, porque no hay infraestructura: fue devastada. Sin embargo hay algunos puntos donde el desarrollo es interesante.

– ¿Y en tu campo?

Estoy en la química y la nanotecnología, donde tenemos una comunidad que creció mucho, que anda, pero le faltan fierros, le falta gente y le faltan inversiones verdaderas.

– ¿Y qué pasa con la asociación con el sector privado? Decías que hay un problema en la falta de conexión en el sistema científico con la institución universitaria. ¿Pasa lo mismo en relación al mundo empresarial o industrial?

Ahí hay recubrimiento, pero falta más. Hay que profundizar esos nexos y vínculos. Además falta definir las misiones de muchas instituciones. Otro problema es que hay un divorcio completo entre ciencia de alto nivel y tecnología: hay casos buenos en el área de la bio, y en algunas otras áreas, pero falta. Un tema que uno ve en el primer mundo –con sus idas y vueltas– es que algo muy crítico es inyectar doctores en la industria, ¿por qué? Porque un doctor no es un tipo meramente académico, un doctor es una persona que resolvió un problema de manera original. Eso es un doctor hoy en día, pero ¿qué pasa? El sistema universitario argentino es muy academicista, entonces vos tenés carreras larguísimas y doctorados largos. En el Primer Mundo a los 26 años salís con un Doctorado, ese tipo después se curte y en una empresa o en otras instituciones adquiere más rodaje y más peso, a esa edad lo toman como doctor para resolver nuevos problemas. En Argentina, un ingeniero se recibe en siete u ocho años, y una persona puede tardar hasta los 30 años o más en doctorarse. Es otra etapa de la vida y ya es tarde para entrar a una empresa. ¿Quién lo va a tomar? Argentina tiene un sistema que debería ser optimizado. Hay que mirar un poco lo que se hace en el primer mundo y replantearse lo que hacemos. Por ahí una carrera profesional de un ingeniero puede durar seis o siete años, porque tiene que tener determinadas incumbencias profesionales. Pero una persona que tiene una formación de física, química o matemática a los cuatro años puede considerarse que está lista. Ir a un doctorado y después: ¡pum! Aprender ahí y después abrir una empresa o sumarse a una empresa de bolsa, de inteligencia artificial, de Bio, de suelos, de petróleo. Entonces, entra más joven a la empresa en ese ida y vuelta entre academia y sector privado, que en el primer mundo es más dinámico que acá, ¿no?

– Y acá hay una visión dogmática del sector universitario científico, que ve mal la colaboración con el sector privado.

Es un problema. Es un re buen punto, pero de los dos lados ahí hay prejuicios. Para lo académico en la universidad –y eso es un pecado– en ciertos sectores piensan: “¿cómo vas a trabajar con la industria?”. Sobre todo las generaciones más viejas. Las más nuevas son más permeables y más inteligentes. Y desde el punto de vista de las empresas piensan “dame un pibe fresco, que tenga iniciativa”. Entonces eso es un acercamiento que hace 20 años que hay que hacer y no se hace, salvo excepciones. Ahora, esas excepciones están muy bien, de hecho el sector de biotecnologia está muy dinámico.

– La visión que tiene el Gobierno obtura toda posibilidad de trabajar sobre los puntos débiles del sistema para mejorarlo. Obtura la posibilidad de articular entre el sistema científico tecnológico y las universidades, y entre todo eso y el sector productivo ¿no?

Así es. A mi juicio el Gobierno tiene una visión muy errada. Un desconocimiento muy profundo de cómo se arma la interacción universidad-empresa o sector público-sector privado en los países exitosos. En algo tan riesgoso como la generación de nuevas tecnologías: Para una nueva tecnología tenés que tener una masa crítica de gente que domine el oficio, la ciencia. Porque vos no vas a hacer un nuevo satélite diciendo que lo vas a hacer; tenés que tener gente que sea capaz de hacer electrónica, que sea capaz de fabricar los circuitos, que sea capaz de hacer las ecuaciones y diseñar los sistemas, que pueda hacer la química de la superficie, que entienda cómo afectan las radiaciones, etc.

El Gobierno ha dicho que el Conicet y la investigación científica la tienen que financiar los privados. Esto en ningún lado es así. En ningún lado financia únicamente el privado por la naturaleza misma de la transferencia tecnológica y de la generación de nuevas tecnologías. Porque la generación de nuevas tecnologías disruptivas y sus primeras etapas es de altísimo riesgo y puede fallar. Israel es un caso muy conocido de éxito. Start Up Nation es un libro muy divertido para leer y que explica muy bien el tema. Ellos dicen –y está bastante probado– que una de cada 100 startups va a andar. Las otras 99 mueren. Hay que probar con 100 para pegarla con una. Y esa una que pega financia las 100 anteriores y 100 más, así que no hay problema. O sea que el Gobierno, por no financiar ciencia, pierde un montón de oportunidades. ¿Qué empresa te va a financiar de entrada 99 emprendimientos no exitosos? Ninguna. Porque los primeros estadios de generación de nuevas tecnologías son una búsqueda. Eso el Estado lo puede bancar, fondeando infraestructuras, fondeando personal y fondeando formación de nuevo personal. Y eso te construye la comunidad, el ecosistema. La inversión de mayor riesgo la puede financiar, en pequeña cantidad de manera pre-semilla. Y una vez que ya algunas cosas van avanzando, es el privado el que se puede hacer cargo y empezar a llevar el proyecto, viendo que sea rentable. Para el Estado, ese financiamiento de proyectos de investigación de alto riesgo genera valor agregado a la sociedad. Es un win-win. Se educa a la gente, dándole capacidades, logrando que puedan acceder a mejores trabajos eventualmente. Si le va bien hace un descubrimiento, si está interesado en meterse una empresa lo hace, y si no vuelve a su ciencia. Eso va y vuelve, y eso genera la cultura y el ecosistema. Es la piedra basal sobre la que se construye tu castillo. Y eso genera también un colchón para soportar las primeras frustraciones.

Yo soy investigador científico. He estado en muchos proyectos aplicados. Algunos tuvieron éxito parcial y los hemos transferido a empresas pero solo cuando hay rentabilidad. Hay muchos otros en que me han dicho “no, esto es muy avanzado, esto no lo podemos hacer hoy. Pero dentro de 10 años, a lo mejor sirve”. Y sobre eso podemos construir otra cosa más compleja o podemos ir para atrás y hacer cosas más simples.  Entonces la capacidad de manejar el conocimiento es lo que nos hace generar valor. Porque vos generas el valor a partir de lo que es original, porque es ese conocimiento nuevo de lo que vos te podés apropiar y lo haces mejor que ningún otro. Eso es la ciencia. Si el Presidente se dignara a hablar con gente que entiende de todo este tema, se ahorraría un montón de agresiones ridículas y se podría aliar a un montón de gente de mucha capacidad, en lugar de pelearse con ellos. Es una actitud totalmente infantil.

– Después del conflicto y la marcha, ¿puede haber un cambio de la estrategia del gobierno en materia científica?

Vamos a analizar las dos campanas. Yo he hablado con funcionarios de este Gobierno que dicen “cuando entramos había un desmanejo total de los fondos, y el gobierno anterior largó un montón de programas que no tenían sustentabilidad”. Ok, entiendo. Pero ya estás hace varios meses. Y comunicá claramente las cosas. Porque nosotros –que estamos en el baile– tenemos que saber a qué atenernos. Yo creo que esta cuestión de hostilidad viene de una situación de que en realidad no saben cómo manejar la cuestión. Yo entiendo bien que es un gobierno nuevo, y que venimos del gobierno anterior que fue un desastre, que también lo fueron los gobiernos anteriores, y que venimos de una crisis larguísima en los últimos 12 años de pálida tras pálida. También entiendo que hay un montón de estamentos muy organizados en Argentina, y que hay mucho corporativismo que paraliza las cosas. Cuando ves los números se nota que el sistema público argentino es ineficiente. Si sos gobierno, le debés una explicación a la sociedad que te eligió, comunicalo bien y no te pongas a la comunidad en contra, de entrada.

El Gobierno lo que está diciendo ahora es: “vamos a hacer solo ciencias duras porque los demás son unos chantas”. Cuando la realidad es que todas las ciencias son útiles mientras estén bien hechas. Además, hay algo que es increíble, no hay inyección de científicos en el estamento público. El científico no solamente tiene su lugar en las Universidades, es una persona que tiene una formación y que con un doctorado resolvió un problema. Hay una movida en el mundo que es “hagan política basada en la evidencia científica”. A todos los científicos nos encanta, pero a los políticos no. Porque les quema el ego, porque ellos creen en su “instinto”. La figura son ellos: es un ego subido a una motosierra.

– Entonces también hay un problema de articulación del propio Estado y el Gobierno con el sistema científico.

Si, eso es un error porque si nuestras políticas públicas tuvieran mucha más gente formada las cosas serían diferentes. Pero ahí también son las Universidades las que tienen que ir hacia la sociedad, no pueden estar en una caja de cristal. Yo investigo porque me gusta investigar, me apasiona eso y soy experto en mi pequeño tema que no le interesa a nadie. Ahora, pienso en que tengo que hacer una contribución a la sociedad. Y la contribución es múltiple: porque hago investigación, hago docencia, preparo nuevos cursos, hago divulgación. Eso es un activo que como decía antes no hay que desmerecer. Hay que ver el lado positivo de contar con un sistema que a pesar de estar mal pago, a pesar de tener malas condiciones, sigue apostando. Los científicos somos patriotas, gente muy creativa y que se la rebusca: hacemos milagros con muy poco.

Publicado en El Auditor el 10 de mayo de 2024.

Link https://elauditor.info/actualidad/galo-soler-illia—no-es-lo-mismo-una-mala-politica-cientifica-que-la-destruccion-del-sistema-cientifico-_a663ce357c46fa5d6db1c8f41

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