Muchas veces se le atribuye a la cultura algunas posiciones mágicas, o todo es cultura, o la cultura lo soluciona todo, o siempre hay una posible solución a lo que sucede por vía de la cultura. Esto claramente es una exageración, y si efectivamente la cultura termina siendo todo, termina siendo nada y ahí si tenemos un verdadero problema.
Por eso capaz no es una mala idea, empezar a tratar de definir cuáles son las definiciones de cultura, de las muchas posibles que pueden ser útiles para pensar un poquito la política. De todas las que hay a mí me gusta sobre todo una que es la que sostiene Richard Rorty, en un muy bonito ensayo que hace una distinción entre tres formas de cultura.
La primera definición de cultura es esa idea de cultura como virtud, la idea de las bellas artes, la alta cultura como es el lugar en donde todos nos refinamos, donde todos tenemos buenas conversaciones, donde usamos la capacidad de abstracción, y donde argumentamos a favor de alguna y lo hacemos desde posiciones intelectuales interesantes.
Luego hay otra un poco más peligrosa que es mucho más absolutista, qué tiene que ver más con una visión de la cultura en donde esta es en realidad eso que se le va ganando cada vez más a la naturaleza, y eso que de algún modo se constituye en la verdad. La idea de cultura como verdad, como una especie de absoluto Hegeliano para decirlo de un modo un poquito petulante, es una cultura peligrosa porque supone que la cultura está más cerca de la verdad y eso hace que el resto esté más lejos, y eso siempre genera problemas.
La tercer cultura, es el tipo de cultura en el que todos nos relacionamos entre nosotros, en los que aprendemos a adaptarnos a las diferencias de los demás, es la que nos permite vivir en sociedad, es en definitiva, la que genera las interacciones sociales y esa es la cultura que nosotros nos interesa, la cultura que en definitiva es casi un sinónimo de democracia.