Una de las manifestaciones contemporáneas de la cultura que no siempre son tan buenas, es lo que se llama la cultura de la cancelación.
En realidad lo que significa la cultura de la cancelación, es una suerte de continuidad con la vieja idea de la corrección política, pero llevado a un punto en el que la tecnología y los medios sociales lo amplifican de un modo sumamente peligroso. La cultura de la cancelación es fundamentalmente, la idea de que un grupo de personas que cree que tiene la verdad sobre alguna situación, se dedica fundamentalmente a desvirtuar la presencia histórica o contemporánea de una persona o de otro grupo de personas.
Eso ha sucedido mucho en las universidades americanas, sobre todo sucede en los departamentos de humanidades de las universidades americanas, de algún modo han prohijado esto desde la década del 80, y es algo que viene en un continuo bastante interesante para analizar. En algunas universidades hemos visto por ejemplo que han derribado las estatuas de Colon, de Lincoln, de Washington, no pensando que atribuyéndoles fundamentalmente cuestiones ligadas al racismo, o cuestiones relacionadas con la trata de esclavos y demás, con lo que se supone además es un problema teórico enorme, porque lo que genera eso es la historicidad de las categorías. Uno no puede medir con las categorías actuales los hechos que sucedieron hace 200 años o 300 años, casi todo estaría mal si uno lo hiciera así.
Ayer pasó algo extraordinario en relación con la cultura de la cancelación, cancelaron al zorrito, al sobrinito a William, ese sobrinito francés que le gustaba tanto a las chicas y que cortejaba tanto a las chicas. Efectivamente estamos viviendo un momento de cancelaciones, en donde hay un problema severo para la libertad y eso genera también un problema severo para la democracia. La democracia necesita del error, necesita de la experimentación, y en tanto desde adentro de democracia se generen problemas como los que proponen la cultura de la cancelación siempre vamos a estar en alguna dificultad.