El actual vicepresidente del CARI (Consejo Argentino para las Relaciones Internacioles) es Global Fellow del Wilson Center for International Scholars, Washington DC, y profesor de la Maestría en Políticas Públicas de la Universidad Austral. Autor de los libros La Argentina y el Mundo, La Rebelión de las Naciones y La Argentina en la Tormenta . Ha escrito en revistas especializadas como Survival, Armed Forces and Society y Comparative Strategy, y es miembro del International Institute for Strategic Studies, del Pacific Council on International Policy y de la red de expertos del World Economic Forum. Entre otras instituciones, ha dado presentaciones en Chatham House, Johns Hopkins University, Wilson Center, el ISEN, Institut Français des Relations Internationales (Ifri) y el Consejo Alemán de Política Exterior. Junto a él analizamos la actualidad internacional y los problemas de la democracia en la nueva decada de este siglo.
Hace unos años publicaste un libro, La rebelión de las naciones, donde analizas un retroceso del liberalismo político y un auge populista. Aun hoy ese escenario se mantiene. ¿Crees, como se suele decir qué la democracia está en peligro?
Creo que más que la democracia lo que está en peligro es la republica liberal. Principios fundamentales como la protección de los derechos individuales y la división de poderes son cuestionadas abiertamente por sectores conservadores populares que consideran que estas instituciones son utilizadas por las elites actuales para promover sus intereses. Por supuesto, este cuestionamiento también es presentado por la izquierda. La novedad sin embargo es la aparición de una derecha anti establishment sumamente exitosa en términos electorales.
Desde entonces pasó una pandemia y hoy estamos siendo testigos de una guerra clásica en Europa del este. Este nuevo escenario, ¿refuerza tu hipótesis del auge de los populismos?
Parecería que sí. Si bien la invasión a Ucrania daña el poder y prestigio de Rusia, y eso eventualmente va a resultar costoso para su dirigencia, la ola nacionalista que suele acompañar estos conflictos parece haber incrementado la popularidad de Putin dentro del país. Otro fenómeno interesante es el éxito electoral que obtuvo Orban de Hungría recientemente y el crecimiento de Le Pen en Francia. Es posible que el tener que haberse diferenciado de Putin les haya permitido reducir la oposición que sus figuras causan tanto dentro como fuera de las fronteras de sus países. Respecto a la pandemia lo que comenzamos a observar son las consecuencias sociales, económicas y políticas de la crisis sanitaria. No debe sorprendernos entonces que, dado lo que han sufrido nuestras sociedades, el descontento popular haya aumentado fuertemente en América Latina y que esto ahora se vea reflejado en el ascenso de candidaturas anti sistema.
En ese momento analizabas a ciertos personajes populistas al mando de sus naciones, Putin, Erdogan, Trump, Netanyahu, Bolsonaro. Algunos salieron del escenario (como Trump y Netanyahu, aunque tienen serias chances de volver al poder llegada la oportunidad), otros enfrentan desafíos (Bolsonaro una elección y Putin una guerra que aun no tiene un rumbo definido), en otros países la amenaza populista se incrementa (Le Pen a unos pasos de la presidencia en Francia, el surgimiento de líderes mesiánicos como Milei en Argentina e incluso Brasil, con el posible retorno de un populismo de izquierda con Lula). ¿Por qué estos liderazgos se mantienen en el tiempo?
Por el mayor personalismo y el debilitamiento de las instituciones. Porque la contracara del fenómeno que describís es el debilitamiento de los partidos políticos. Y esto me parece sumamente grave porque destruye un enorme capital institucional que, cuando es bien utilizado, permite articular las opiniones y los intereses de los distintos sectores de la sociedad manteniendo en el proceso las garantías la constitución nacional. Sin los partidos y otras instituciones de la república quedamos a la merced de los deseos del líder de turno. Y esta concentración del poder en la figura del líder parece ser un fenómeno global, ya que incluso la observamos en el caso de China.
En el caso de Estados Unidos, país en el que Trump gobernó cuatro años y en el que produjo una revuelta que puso en peligro al mismísimo Capitolio, me gusta pensar que las instituciones creadas hace más de doscientos años prevalecieron y los mecanismos de control funcionaron. Que la democracia prevaleció. Ahora bien, ¿es así? ¿La institucionalidad impidió que Trump se impusiera pese a perder las elecciones? ¿Cómo funcionaron esas instituciones?
En este caso en particular el rol de las Fuerzas Armadas fue fundamental. Estas dejaron en claro que no apoyaban una toma violenta del poder y que respetaban a la constitución. Pero es interesante analizar el escenario futuro ya que es posible que los republicanos terminen este año controlando el congreso, que Trump o un candidato similar gane las elecciones presidenciales en el 2023 y que los conservadores mantengan una clara mayoría ideológica en la Corte Suprema. Si a esto le sumamos un gran descontento popular con el statu quo debido a la alta inflación y a lo que podría ser una recesión es posible que nos enfrentemos a un escenario radicalmente distinto actual.
¿Qué puede pasar en nuestro país en el próximo turno electoral?
La Argentina parece ser una excepción porque las propuestas anti-sistema hasta ahora no han tenido éxito. En Gran Bretaña se impuso el Brexit, en Estados Unidos Trump, en Brasil ganó Bolsonaro, en Perú con Catillo y, luego de las manifestaciones populares, Boric llegó al poder en Chile. Qué explica esta particularidad? Eventualmente surgirá un candidato anti sistema? Quizás la crisis del 2001 haya llevado a que la sociedad tenga cuidado en optar por posiciones extremas, pero no podemos dejar de mencionar que muchas de las causas que explican el fenómeno populista en otros países se encuentran en la Argentina. Por citar algunas, el descontento con la clase dirigente y la crisis económica. Creo incluso que el ascenso de Milei tiene más que ver con su cuestionamiento a la dirigencia que con su mensaje liberal. En última instancia, la clase política tiene que acercarse a la sociedad, entender sus dificultades y liderar los cambios necesarios para salir de la situación en que nos encontramos. Si no lo hace inevitablemente surgirán alternativas que cuestionen el sistema político.