Ante el inicio de la gira de Alberto Fernández por China, Rusia y Barbados, hablamos con el especialista en temas asiáticos Fernando Pedrosa.
El presidente Fernández inicia una gira por China y Rusia y la estrategia comercial del gobierno parece ser la misma de siempre, venderle soja a al gigante asiático y esperar buenas cosechas y un precio favorable. ¿Se puede mantener en el tiempo sin mirar el resto de Asia como mercados posibles y potenciales?
Es difícil saber cuál es la estrategia de la política exterior de este gobierno, en caso que tuviera alguna. Pero eso es una característica que se observa en todas las demás áreas. Posiblemente la forma que adoptó el despido del ex canciller Felipe Solá, la polémica por los votos de Raimundi en la OEA o el affaire Mohsen Rezai, sean botones de muestra perfectos de esa situación.
En este sentido, como no existe reflexión estratégica, menos la hay para pensar cuestiones tan complejas como las vinculadas al mundo que vivimos, los cambios geopolíticos y de qué modo coordinar una política exterior con una política de desarrollo nacional y posicionamiento global. Durante el gobierno de Macri se observó mucho más claramente una “política asiática” y un intento de romper la idea que Asia es solo China. En esos años, incluso se continuaron algunas políticas del gobierno kirchnerista anterior, por ejemplo, la relación privilegiada con Vietnam (que, si bien son comunistas, tienen un vínculo muy problemático con los chinos). Y a eso se sumó el viaje de Macri a la India, el otro grande de la región, y el aumento de los vínculos con Indonesia y Singapur. Hoy resulta difícil saber cuál es el camino, de hecho, a veces, parece que el embajador argentino en China deseara más ser el embajador de China ante Argentina. Lo mismo pasa con algunos funcionarios en cargos clave en otros ministerios.
En la parte Oriental de Asia, sobre todo en la zona del Pacífico, están pasando muchas e importantes cosas. Pero para pensar y tener una política exterior medianamente seria hacia esa región, hay que tener gente que sepa, que piense, que no esté guiada por resentimientos ideológicos y que pueda salirse, tanto de las visiones dicotómicas de Oriente vs Occidente, como del orientalismo clásico que ve a Asia como un lugar exótico y lleno de misterios por descubrir.
Argentina debería ocuparse de Asia oriental con mayor atención y sofisticación, pero, como en el resto del gobierno, no parece haber gente capacitada para hacerlo. En esto ayuda que una inmensa parte de los especialistas profesionales, universitarios y del CONICET pretenden abordar el fenómeno de China con una mirada simple, típica de la propaganda. Y a la vez, también errónea, como si ese país aún viviera en la época de Mao y esperando que lidere una revancha de la derrota de la guerra fría que, increíblemente, muchos especialistas aun no asimilaron. China no se merece esos sinólogos.
Por otra parte, hay que recordar que los chinos no estuvieron en el bando de los derrotados en aquel enfrentamiento bipolar de la segunda mitad del siglo XX.
La región asiática no se caracteriza por tener Estados donde la democracia sea fuerte. Sin embargo, el tamaño de sus mercados hace que todos los países occidentales miren para otro lado sobre esa realidad. ¿Hay solo un motivo comercial en esta conducta?
Ese es un desafío concreto sobre el cual hay que trabajar: pensar estrategias para reducir la asimetría brutal que mantenemos con el gigante asiático. Para ello habría que diseñar políticas de integración más activas y modernas, ampliando la visión de Asia a otros países, repensando el MERCOSUR y volviendo sobre el acuerdo con la Unión Europea. Pero, como te dije antes, eso no parece posible por diferentes motivos, entre ellos, una visión anacrónica del país, de la región y del mundo y que, para ser sinceros, no es una característica exclusiva del oficialismo.
El ejemplo de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) es un tema que debería estar en la agenda para que el MERCOSUR tenga alguna perspectiva futura más interesante que mantener grises burocracias y agitar banderas del siglo XX. La forma en que ASEAN logró combinar intereses comunes y, a la vez, eludir diferencias y asimetrías grandísimas se logró apelando a un pragmatismo a toda prueba. Este modelo debería ser un factor a analizar por profesionales y especialistas en el tema. Lamentablemente el patriagrandismo y la visión tanguera del Tratado de Asunción impiden, siquiera, comentarlo en voz baja.
Otro ejemplo de ese pragmatismo es la firma de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), el mayor tratado de libre comercio del mundo. Países como Japón, Corea del sur, Australia, China y Vietnam, entre un total de 15, integran ese bloque comercial al mismo tiempo que están enfrentados histórica y geopolíticamente. Pero igual hacen negocios. Nosotros somos un país que vive de venderle a esa región, pero parece que esos movimientos no nos importan.
En occidente, una frase se puso de moda: “la democracia está en peligro”, sin embargo no es en esta parte del mundo que este escenario se demuestre así. ¿Por qué esta mirada no se da hacia los países asiáticos? ¿es solo una cuestión cultural y por ende se respeta desde esa perspectiva?
Hoy en algunos países de Asia, no solo en China, están ocurriendo cosas escandalosas y que vulneran los pisos mínimos aceptables. Lo cierto es que en esta etapa de transición del poder geopolítico estamos retrocediendo a tiempos donde la soberanía nacional absoluta era un permiso implícito otorgado a tiranos y dictadores para oprimir y masacrar a sus propios conciudadanos. Puedo mencionar el caso de Myanmar, la represión post golpe de Estado y el encarcelamiento de la premio Nobel de la paz Aung San Suu Kyi, pero también Hong Kong, Tailandia, Filipinas, las amenazas sobre Taiwán, los temas de las minorías étnicas en China y por tocar solo algunos casos actuales. Pero, lo cierto es que lo que pasa en Cuba y Venezuela a nuestro gobierno no le parece condenable, ¿por qué debería parecerle en otras partes del mundo mucho más alejadas?
Veremos qué pasa ahora que Argentina fue electa por primera vez para presidir el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en el año 2022. Tomando en cuenta el posicionamiento actual del gobierno argentino no albergo mucha esperanza de que sea un accionar relevante. Además, a lo largo de su historia, nuestro país ha tenido una tradición compleja y con hitos vergonzosos en la defensa de los Derechos Humanos a nivel global.
Volviendo a Rusia, ¿hay una posibilidad real de invasión a Ucrania? ¿Cómo respondería Estados Unidos en ese escenario? ay riesgo nuclear? A la vez pareciera que Putin cumplió su promesa de entrar y salir de Kazajistán, ¿es posible que este conflicto haya terminado?
El tema Rusia lo conozco mucho menos, y supongo que tanto ellos como China deben estar tratando de ordenar su “patio trasero” para los tiempos que vienen. Lo que pasa es que hacer eso en pleno siglo XXI tiene costos y salidas impredecibles. En este punto la comunidad internacional y las organizaciones trasnacionales de derechos humanos, los referentes artísticos y culturales, la prensa, deberían jugar un rol importante en aumentar el costo de meterse con Ucrania o Taiwán.
Pero en esto tampoco soy del todo optimista. Putin también se aprovecha de este nuevo mundo donde la soberanía nacional absoluta da carta blanca a los gobiernos para hacer lo que quieran. Y también porque una parte significativa la opinión pública mundial y, en el marco de la corrección política reinante, está más formateada para condenar a Estados Unidos y dejar pasar cosas peores de actores con los que hay que ser contemplativos por diversas fabulas negras.
Los autoritarismos presentes se esconden detrás de relatos que relativizan el alcance de la democracia y los derechos humanos, y la reducen a una práctica occidental casi colonialista. Para ello retoman muchos de los postulados de las izquierdas marxistas de la segunda mitad del siglo XX. Para darle veracidad y credibilidad a esa “traducción”, y para vaciar de contenido liberal conceptos como derechos humanos., el papel de Venezuela, Cuba y ahora Argentina, es fundamental.