lunes 30 de diciembre de 2024
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Feliz cumpleaños

Un hombre solo, en medio de un paisaje vasto y abierto, ondea la bandera argentina. La voz de la ex presidenta Cristina Kirchner aparece con un medio tono calmo y desconocido: le habla al país para anunciar su candidatura a vicepresidenta y, de paso, la candidatura de Alberto Fernández a Presidente de la Nación. El mensaje dura casi 13 minutos, las menciones a Fernández, tres en total, no duran más que segundos. El resto del mensaje lo usa para hablar de su gobierno, de los tiempos felices del kirchnerismo y para calificar de estafa electoral al legítimo gobierno de Cambiemos. 

Así, con un mensaje en twitter, nos enterábamos hace un año que Cristina Kirchner ungió a Alberto Fernández. 

Si el medio es el mensaje, puede ser una buena idea revisar esa red social en los días de la unción. Al hacerlo, ejercicio que recomiendo, aparecen géneros discursivos muy definidos. 

La primera reacción fue de sorpresa, para propios y extraños. Dentro del universo peronista la cosa estaba más clara y había menos voces discordantes. Después de todo, el valor máximo declamado por el peronismo es la lealtad, y si la jefa había decidido eso, ella sabría porqué. ¿Quién necesita de internas, debates y otros vicios liberales? 

La primera línea de defensa del anuncio, casualidad o no, estuvo formada por los que ahora son funcionarios en rango de ministros y secretarios de Estado. Todos ellos, desde Kicillof hasta el renunciado dos veces Alejandro Vanoli, aplaudieron la jugada y la calificaron de alta política. Las dos voces discordantes, en ese momento, fueron la de Julio Bárbaro y la de Eduardo Duhalde. El ex gobernador y ex presidente fue elocuente: dijo que cuando le contaron, pensó que se trataba de un chiste. 

En el oficialismo de entonces, el anuncio no preocupó. Hacía semanas que se especulaba con lo que podía llegar a hacer la ex presidenta y la elección de Fernández cayó bien, casi como un favor. Según cuentan los medios de aquellos días, Marcos Peña mandó un mensaje de WhatsApp bajando una línea: “Somos los defensores del cambio, esta decisión no nos afecta”.  

En el universo tuitero que no toma decisiones, los comentarios fueron entre mostrar la estrategia kirchnerista como una genialidad y tomarla como un tiro en el pie, un daño auto infringido, como un error que aseguraba la reelección de Cambiemos. Muchos usaron esos días para mostrar las críticas que Alberto Fernández le había hecho al gobierno de Cristina Kirchner y a ella en términos personales en los últimos años. Otros empezaron rápidamente a hablar de la condición títere de Fernández y lo asimilaron al caballo de Troya. 

Sabemos cómo terminó esa historia. Después de unas primarias aplastantes a favor del peronismo, en octubre la fórmula Fernández-Fernández ganó en primera vuelta, dejando dos detalles interesantes. Por primera vez desde la recuperación democrática, un gobierno no peronista terminó su mandato y, por primera vez también, un presidente en ejercicio se presentó como candidato sin lograr la reelección. 

Cuando Alberto Fernández asumió la presidencia el 10 de diciembre de 2019 la caracterización principal del momento político fue la del gobierno en disputa. Se comentó sobre los sectores más cercanos a la vicepresidente buscando espacios desde los que presionar, y sobre un presidente sin demasiado elenco propio pero con los atributos intactos, tratando de sopesar y mantener, entre el acuerdo interesado y la confrontación, los espacios de poder real. El resultado fue un gabinete loteado, los sectores más radicalizados intentando controlar la justicia y la seguridad y una serie de decisiones económicas que buscaban, fundamentalmente, ganar tiempo. 

Pero llegó la pandemia y lo cambio todo. Lo que se encaminaba a ser, dentro de la normal anormalidad argentina otro clásico gobierno peronista, se transformó en la administración de la peor situación global de los últimos 100 años. Las continuidades se notaron enseguida, las torpezas propias de la mala calidad de la gestión se mostraron en un solo día. Compró fideos con sobreprecios para atender a los más pobres y tuvo una total falta de previsión en sacar a la población de riesgo a la calle a cobrar sus jubilaciones apiñándolos frente a los bancos. 

El manejo actual de la crisis tensiona la cuerda autoritaria de la cultura política argentina en general y del peronismo en particular. Cuarentena fuerte, el Congreso prácticamente no sesiona y la justicia está de feria. Se cierran las fronteras, se hacen pocos testeos y todo se deja en manos de los epidemiólogos oficiales. 

El presidente, que no es un estadista ni un intelectual, pero al que le sobra viveza para reconocer oportunidades, se hizo cada más fuerte en la pandemia. Su ecuación entre las vidas y la economía no es un eslogan. Es el salvoconducto, tal vez el único que tenga, para sobrevivir a la crisis y mantenerse en el poder. La economía ya estaba en una situación crítica, lo que se puede hacer ahora, lo vimos en el último discurso, es mentir y decir que nuestra crisis se asimila a la crisis económica global. No es cierto, pero es verosímil. De ahí que la pervivencia o no de Alberto Fernández hoy, a un año de haber sido ungido por el poder de Cristina Kirchner, se juega en la cantidad de muertes que tengamos por el Covid-19. 

Es una resolución macabra, pero posible. Mientras tanto, las constantes de cualquier ciclo peronista siguen su marcha. 

Hace justo un año, el día de la unción, y también vía twitter, Elisa Carrió dijo algo que vale la pena recordar. Fiel a sus modos, calificó la jugada de ese entonces como un pacto de impunidad entre el poder político y la corte para absolver a Cristina Kirchner de sus causas judiciales por corrupción. Ayer nomás, casi como un regalo de cumpleaños, la Oficina Anticorrupción se retiró de las causas Hotesur y Los Sauces, que involucran a la actual vicepresidenta y a toda su familia. De aquellos vientos, estas tempestades. 

Pubicado en Perfil el 18 de mayo de 2020.

Link https://www.perfil.com/noticias/opinion/feliz-cumpleanos-coronavirus.phtml 

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