El expresidente del gobierno español marcó la cancha a Pedro Sánchez: sugirió reconocer a este dirigente venezolano como presidente electo y colaborar en todo lo posible para el retorno a Caracas
Corría el año 1975, tiempos de la Transición en España. Felipe González, como tantos otros españoles, estaba fuera de su país. Para su regreso fue clave el rol de Venezuela, que gozaba en ese entonces de la democracia más sólida de Sudamérica, en contraste con una región que tenía a la Argentina, Chile, Uruguay, Brasil y Paraguay. El presidente Carlos Andrés Pérez, socialdemócrata del partido Acción Democrática, junto con su canciller Ramón Escovar Salom, le encomendaron en Ginebra a un joven Edmundo González, uno de sus tantos diplomáticos, que lleve a Madrid a una persona que lo espera en un hotel.
“Vi quien era, lo metí en la parte de atrás del avión y así lo llevé a Felipe de regreso a su país”, contó González al diario El País en julio de este año, apenas días antes de las elecciones que lo convirtieron en presidente electo de Venezuela según las únicas actas disponibles de esos comicios, de los cuales el dictador Nicolás Maduro se autoproclama vencedor sin mostrar ningún respaldo. Las cifras que resguardó la oposición dan cuenta de que el chavismo perdió en todos los estados (provincias), capitales, conglomerados urbanos y pueblos del país, que dio la espalda a la Revolución incluso en los lugares más inhóspitos.
Ahora, cuando Venezuela y el mundo están en cuenta regresiva hacia el 10 de enero de 2025, cuando la Constitución establece que debe juramentarse el presidente electo para ejercer el cargo por los próximos seis años, Felipe quiere devolverle la gentileza a Edmundo siendo él quien lo acompañe en su retorno a Caracas para abrir, como España hace casi 50 años, las compuertas de la democracia.
“Si yo tuviera que tomar las decisiones, lo llevaría en un avión como lo trajimos. Yo mismo estoy dispuesto a acompañarle”, dijo González, en referencia a cómo España, en septiembre, abrió canales con la cúpula chavista y tras negociaciones en la embajada española en Caracas, pudo sacar al presidente electo en un avión con destino a Madrid, donde por ahora está exiliado.
Felipe, figura ineludible de la Transición y del socialismo español, fue a más y no titubeó en dar sus recomendaciones al gobierno de Pedro Sánchez: “Que España diga que Edmundo González es el presidente electo de Venezuela y que esté a su disposición para ofrecerle los medios necesarios para que continúe su oferta de pactar una transición después de reconocer el resultado”.
Entre las personas que escuchaban a Felipe, en un hotel de Madrid durante la Nueva Economía Forum, estaba precisamente Edmundo, quien por estos días mantiene reuniones con presidentes, cancilleres, ministros y legisladores europeos, a diferencia de Corina Machado, que comparte posteos en sus redes sociales y da alguna nota a medios internacionales, pero con las limitaciones que supone la clandestinidad.
En la vereda de enfrente, Maduro y la cúpula chavista no cesa en las detenciones masivas y las torturas a los miles de presos políticos, mientras sostienen que no entregarán el poder.
Colombia y México, con dos gobiernos que se suponen progresistas, adelantaron que enviarán representantes a la toma de posesión de Maduro, a quien sin embargo no reconocen ganador por no mostrar las actas de las elecciones.
Otros países como la Argentina, Uruguay, Chile, Perú o Estados Unidos acusan a Maduro de fraude y lo califican como dictador, sin dar más detalles sobre qué medidas tomarán el 10 de enero. Edmundo González, mientras tanto, confirma que ese día estará en Caracas para juramentarse y asumir funciones, en un gobierno que tendrá a Corina Machado como vicepresidenta. Por motivos de seguridad no dicen cómo, cuándo ni por dónde entrarán al país, tampoco deslizan cómo sería la ceremonia, esa a la que Felipe González ya se anotó para dar el presente.
