Influencias y herencias de España en América
La organización política y administrativa de la España americana fue el antecedente más importante en la conformación de los estados que surgieron luego de las revoluciones desde 1809, en el proceso que culminó en 1824 con la derrota del último ejército realista en la batalla de Ayacucho. Pocas veces nos detenemos en el hecho de que la gran mayoría de los países que llamamos hispanoamericanos, han derivado en un gobierno de unidad de régimen, es decir que su sistema institucional tiene un gobierno central del cual dependen gobiernos locales (en algunos casos departamentales y en otros municipales) con la sola intención de una mejor administración, cuyos titulares, hasta hace poco tiempo, ni siquiera eran electos.
La influencia de la Iglesia Católica en nuestros países también en su organización como monarquía centralizada, a diferencia de las iglesias reformadas de América del Norte, que son congregacionales y se autogobiernan. La superposición acordada por reyes y papas entre las jurisdicciones administrativas del gobierno español y las diócesis católicas, que generó conflictos entre virreyes y obispos durante trescientos años en América, fue una de las causas de la conservación de los límites establecidos desde el siglo XVI, durante el proceso independentista del siglo XIX, que se convirtieron en fronteras.
Una consecuencia de esta herencia institucional es que del imperio español americano, sólo surgieron dos países federales, que son la Argentina, desde su organización constitucional en 1853, luego de una sangrienta guerra civil; y México, que en su origen lo fue, pero desde 1833 fue gobernado en forma central, provocando rebeliones, como la que provocó la independencia de Texas y su anexión a los Estados Unidos de América. México volvería a un sistema de federación en la Constitución de 1917, que rige actualmente, aunque para entender la evolución institucional y política de México hace falta mucho más que un párrafo.
La influencia de las revoluciones y el carácter de los pueblos
El centralismo administrativo de los virreinatos y las capitanías generales que se plasmó en los estados modernos americanos, limitó la influencia de las ideas de la revolución estadounidense de 1776 en favor de las provenientes de la revolución francesa de 1789. Es así el sistema de tres poderes, la periodicidad de mandatos y la elección de cargos se difundieron fácilmente en todo el subcontinente, con diversas expresiones que fueron evolucionando, sobre todo en el siglo XIX.
La lejanía geográfica del virreinato del Río de la Plata, su pérdida de importancia económica y la aplicación tardía de las reformas de los reyes Carlos III y Carlos IV hacia fines del siglo XVIII, relajó los controles sobre la capital más austral del imperio, donde el desarrollo del comercio hizo fluido el ingreso de las ideas liberales originadas en el país federal del norte y en la Francia revolucionaria. Desde los inicios de la Revolución de 1810, con Buenos Aires a la cabeza, los gobiernos de las Juntas, los Triunviratos y el Directorio enfrentaron la necesidad de sostener la guerra por la independencia con el imperativo de organizar jurídicamente el territorio.
El fracaso de la Asamblea del Año XIII y el Congreso de los Pueblos Libres de 1815 iba a ser compensado con los logros del Congreso General Constituyente de 1816, que además de la declaración de la Independencia, significó el establecimiento de relaciones permanentes entre las viejas jurisdicciones españolas que evolucionaron hacia las provincias modernas. En un aspecto que no se destaca lo suficiente, el director supremo Ignacio Álvarez Thomas, convocante del Congreso en Tucumán, envía al coronel Martín Jacobo Thompson, reconocido más como marido de Mariquita Sánchez, que como primer Capitán de Puertos de las Provincias Unidas del Río de la Plata, como enviado ante el gobierno de los Estados Unidos, para establecer relaciones diplomáticas y obtener apoyo al proceso revolucionario y la guerra de la independencia, a principios de 1816.
La misión de Thompson iba a encontrar gran cantidad de dificultades, debido a la intención de los gobiernos norteamericanos de James Madison y James Monroe de evitar inmiscuirse en el conflicto sudamericano, empresa a la que no veían gran destino. Sin embargo, Thompson va a lograr que se establezca una relación con cierta estabilidad e inicia las gestiones para el reconocimiento de la independencia argentina, aunque la enfermedad lo alejará de sus tareas.
Un servicio notable a la discusión ideológica que comenzaba a fermentar en la Argentina, fue el despacho desde el puerto de Baltimore de la colección de “El federalista” hacia Buenos Aires. Esta revista fue la publicación en la que los padres fundadores de los Estados Unidos desarrollaron la doctrina del federalismo, y se iba a convertir en el sustento ideológico e intelectual del federalismo argentino, siendo notable que este hecho sea ignorado en la mayoría de las crónicas históricas.
Como anécdota, hacia 1818 Thompson manifiesta signos de locura, lo internan en un manicomio y su esposa, Mariquita, envía a su hijo mayor Juan a buscar a su padre. Eran tiempos en los que los problemas psiquiátricos se confundían con la posesión demoníaca, y así fue que a Thompson lo encierran en la sentina de un buque mercante despachado hacia Buenos Aires. Luego de tres meses de navegación, al llegar a la bahía de Guanabara, frente a Río de Janeiro, descubren que Thompson había muerto de hambre, ya que nadie se ocupó de darle de comer durante el viaje. El 23 de octubre de 1819 arrojaron su cuerpo al mar a metros del lugar donde ocho años antes había sido sepultado Mariano Moreno.
Los protofederales y los protounitarios
Muchas veces los historiadores presentamos los hechos como fruto de un orden que en el momento de producirse los mismos no existía. Sin embargo, el relato ayuda a ampliar la comprensión de los procesos históricos posteriores. Las discusiones que se entablan en las sesiones del Congreso de 1816, que desde Tucumán se traslada a Buenos Aires a mediados de 1817, entre las aspiraciones del gobierno directorial de mantenerse como gobierno de las Provincias Unidas (centralistas), y el de las futuras provincias (autonomistas), va a ser de tal magnitud que llega a poner en peligro el desarrollo de la guerra de la independencia.
Estos cuatro años, entre 1816 y 1820, muestran un impulso hacia la unidad territorial, al que se sumarían las provincias del Litoral en 1820, al mismo tiempo que las dos tendencias sobre la forma de gobierno a establecerse, se enfrentan en forma caótica. Por esta razón, es nuestra idea considerar este período como conflicto entre proto-unitarios y proto-federales, sin partidos con desarrollo de ideas en común.
Nunca hay que olvidar el contexto general que afecta a este Congreso de 1816, que comienza a reunirse bajo la amenaza del ejército español en el Alto Perú, luego de la derrota general de las revoluciones, salvo la de Buenos Aires de 1810; la restauración de Fernando VII en el trono español; el fin de las guerras napoleónicas que libera a España del peso del conflicto europeo; la angustiante situación social y económica de los pueblos; y las tensiones internas entre los revolucionarios y los defensores del viejo régimen en las Provincias Unidas. Sumar a esto los disensos por la forma de gobierno del nuevo estado permite entender que la guerra civil, resuelto el conflicto externo, era casi inevitable.
Los años 20: El virreinato se convierte en cuatro países
Los enfrentamientos entre centralistas y autonomistas en el seno del Congreso derivan en una guerra abierta desde 1820. La disolución del Directorio y la creación de las provincias como gobiernos autónomos, los pactos interprovinciales y el manifiesto deseo de constituir una sola nación con un solo estado, quedará centrada entre los actores que gobernaban las actuales provincias argentinas. Desde 1814, con la creación de Salta y de Tucumán, hasta 1834 con la autonomía de Jujuy, surgirán las 14 provincias históricas del país que participarán del Congreso de 1824, los congresos posteriores y, salvo Buenos Aires, del Congreso de 1852/3.
Sin embargo, estas tensiones entre ideas diversas y el choque entre personalidades fuertes, hará que las Provincias Unidas se desentiendan del Paraguay, autónomo desde 1810; y del Alto Perú, que se independizará por el apoyo del Libertador Simón Bolívar, quizá seducido por la existencia de un estado con su nombre; y por el desinterés que mostrará el Congreso de 1824. Además, el resultado de la guerra contra el imperio del Brasil desde 1825, que causará la independencia del Uruguay, concluirá la definitiva conformación de la República Argentina, que intenta tener un presidente legal en 1826, y no logra siquiera mantener su unidad más allá de 1827.
Explicar la historia es más sencillo que construirla y protagonizarla. Una aproximación honesta, amplia y profunda a los acontecimientos del pasado sirve como análisis explicativo, descubrimiento de las identidades de pueblos y de personajes, y sobre todo como una forma de entendimiento del presente como consecuencia del pasado. Un filósofo de la historia, el napolitano Giambattista Vico, decía que la historia es un “corsi e ricorsi”, es decir un transcurrir de hechos en que distintos tiempos pueden tener características parecidas, pero que nunca se repiten. Muchas veces comparamos el antes y el después, como si fueran iguales, ignorando todo lo ocurrido entre uno y otro y su contexto. Si la historiografía puede enseñarnos algo, es que hoy estamos aquí por todos los hechos de la historia, los que nos gustan y los que no. Nuestro desafío es conocer todo aquello que nos hizo ser argentinos.
Publicado en El Liberal el 9 de febrero de 2020.