Eran malas palabras hasta el 20 de enero. Ahora, Trump & Musk están haciendo un super Estado, lanzando una tormenta de aranceles y llevando a cabo una política chauvinista de corte imperial
El neoliberalismo no toleraba la disidencia. Había que aplaudir la reducción de los poderes del Estado y el libre comercio internacional. La globalización parecía haber llegado para quedarse y se suponía que esfumaría poco a poco las soberanías nacionales. Por lo pronto, daría lugar a la formación de grandes espacios económicos, como el de la Unión Europea.
Los principales teóricos del neoliberalismo eran Milton Friedman y Friederich von Hayek. En el mundo, sus principales ejecutores fueron Margaret Thatcher y Ronald Reagan.
Ellos tenían una convicción que, expresada en forma esquemática, era ésta:
“Cuando un país X impone aranceles hace más caros los productos importados, y no todos pueden ser sustituidos por los de fabricación nacional; en consecuencia, disminuye el consumo interno. A la vez, los otros países toman represalias y ponen aranceles a los productos de ese país X, por lo cual éste exporta menos. La disminución del consumo y las exportaciones terminan por corroer su economía nacional.”
Friedman y Hayek repetían que el libre comercio internacional induce eficiencia, innovación, crecimiento económico y disminución de los precios internos.
Reagan decía que “cuanto más libre es el flujo del comercio mundial, mayor es el progreso humano y la paz entre las naciones”.
Thatcher alertaba sobre “el peligro del proteccionismo”.
Esa fue la tendencia, dominante en los años 80 y 90 del siglo pasado, se prolongó —si bien con menos fuerza— hasta el 20 de enero de 2025. Ese día renacieron tres “ismos”: estatismo, proteccionismo y nacionalismo.
Hoy el mundo asiste una tormenta de aranceles y a un intento de hacer que Estados Unidos sea “grande otra vez” a costa de otras naciones.
La reducción de los poderes estatales, que conducía un “Estado mínimo” —limitado a defender la vida y las libertades— ha cedido lugar al “Estado máximo”, dispuesto a erigir una fortaleza y a expandirse territorialmente.
El neoliberalismo hacía que las multinacionales fueran protagonistas de las relaciones internacionales, a tal punto que algunas de ellas tenían más poder que los gobiernos en muchos países.
Pero el peso político suele ser superior al económico, sobretodo en caso de dictaduras o de populismos extremos. Un multimillonario como Donald Trump (con una fortuna de 6.200 millones de dólares) lo está experimentando. Estar en la Casa Blanca lo hace mucho más poderoso que estar en la lista de magnates de Forbes.
Hasta el hombre más rico del planeta, cuya fortuna es 62 veces mayor a la de Trump (385.000 millones de dólares) ha comprendido que, al menos en ciertos aspectos, es mejor tener el sombrero de político que el de empresario.
Se trata de Elon Musk.
Hoy está a la cabeza del Departamento para la Eficiencia Gubernamental (DOGE), encargado de eliminar regulaciones y disminuir el gasto público. El domingo 23 febrero envió un mail a numerosos funcionarios de distintos organismos, incluidos el Departamento de Estado y el FBI. El mail los intimaba a responder esta pregunta: “¿Qué hizo usted la semana pasada?” El mismo día posteó un mensaje en X indicando que la respuesta debía llegar antes del lunes “a las 11:59 pm” y advirtiendo que “no responder será considerado una renuncia al cargo”.
El 26 de febrero, Musk participó en la primer reunión de gabinete de Trump, vestido de negro, con una gorra de béisbol en la que se leía el famoso eslogan de Trump (“Hagamos América Grande Otra Vez”) y una remera con la leyenda “Soporte Técnico”. Trump expresó, medio en broma, medio en serio: “Quien no esté de acuerdo con Elon se puede marchar”, y le dio la palabra en primer término. Musk dijo que le estaba hablando al gabinete del “mejor gobierno de la historia”, usando así el improcedente superlativo de Trump.
En cuanto a la política exterior de Estados Unidos, Musk se ha propuesto limitar o eliminar las ayudas humanitarias. Está desmantelando la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) cuyo objetivo es ayudar a que países periféricos impulsen el crecimiento y mejoren sus sistemas de salud y educación. En el período 2014-2024 USAID desembolsó 635.200 millones de dólares. Musk dijo que es “un nido de gusanos”.
En política internacional, Musk impulsa una cruzada en favor de la ultraderecha europea. Llegó a participar en la campaña de Alice Weidel, candidata a Canciller de Alternativa para Alemania (AfD), que según Musk es “la única fuerza que puede salvar” a ese país. Weidel es partidaria de una Alemania sin inmigrantes y dice que Hitler era comunista. Primero, Musk mantuvo con ella una conversación de una hora y cuarto, en vivo, a través de X. Luego, participó por videoconferencia en un acto de AfD, ante 4.500 personas. En los comicios la AfD se consagró como la segunda fuerza de Alemania, con 20,8 por ciento de los votos. Este éxito se ha atribuido en parte al apoyo de Musk.
En España, él brinda apoyo a Vox, la tercera fuerza del país, que postula iniciativas extremas contra la inmigración, el feminismo, la diversidad sexual o el aborto. La lidera Santiago Abascal, que ha estado en contacto con Musk. Éste escribió en X: “Vox ganará las próximas elecciones”.
En cuanto a las guerras en curso, Musk —que como dueño de satélites había tenido por clientes a Ucrania y Palestina— dice ahora que Zelensky debe aceptar la paz o “Ucrania sufrirá la pérdida de vidas sin ganar nada, y eso es cruel e inhumano”. Y apoya la idea de vaciar Gaza. Es parte del proyecto de Trump, según el cual Estados Unidos debe imponer la paz forzando rendiciones y obteniendo algún beneficio.
Con respecto a los organismos internacionales, Musk postula que Estados Unidos abandonen la OTAN y la ONU. Su idea es que, sin Estados Unidos, esos organismos perderían legitimidad y recursos; y, en cambio, Estados Unidos se liberaría de ataduras e imposiciones que limitan sus poderes y obstruyen su expansión.
El mundo ya no es el que era hace 49 días.
Publicado en Clarín el 9 de marzo de 2025.
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