Cuando parecía que la crispación política había tocado techo, el ingreso en prisión de Santos Cerdán ha llevado la tensión política a nuevas cuotas. En este clima de enfrentamiento permanente, los datos de una reciente encuesta (abril de 2025) de Cluster17 apunta a una paradoja inquietante: mientras los partidos políticos profundizan en la confrontación, la mayoría de la ciudadanía reclama exactamente lo contrario.
Un 68,8% de los españoles cree que el PP y el PSOE deberían alcanzar más acuerdos, frente a solo un 23,8% que se opone. La sociedad parece haber entendido que, en un mundo en transformación acelerada, el bloqueo interno no es solo un síntoma de la situación política interna, sino una amenaza directa a la capacidad del país para adaptarse al nuevo orden global.
Esa demanda de consenso contrasta con lo que algunos analistas describen como la frivolidad del debate público, más centrado en “trifulcas locales” que en los retos de fondo. En un contexto en el que España tiene, por primera vez en siglos, la posibilidad de ejercer una influencia internacional proporcional a su peso dentro de la UE, el ensimismamiento político resulta particularmente contraproducente.
El desajuste entre la madurez ciudadana y la deriva partidista se enmarca en una crisis más profunda. Desde los atentados del 11-M, España vive una cierta desorientación estratégica que ha dificultado su adaptación a un orden internacional en mutación. Mientras Estados Unidos adopta una actitud crecientemente hostil hacia la UE y China avanza silenciosamente en su estrategia de liderazgo global, España no ha terminado de reconfigurar su papel ni de abordar las transformaciones estructurales que necesita para reforzarlo.
A diferencia de lo que se escenifica en la política, los datos indican que, lejos de estar fracturada, la sociedad española muestra una sorprendente convergencia en torno a los pactos. Socialdemócratas, conservadores y liberales —representando más del 64% de la ciudadanía— se alinean en un respaldo mayoritario: el 88%, el 87,9% y el 85,3%, respectivamente. Las diferencias entre sus propuestas fiscales o económicas existen, pero son de matiz.
Esta homogeneidad en los sectores moderados contrasta con la desconfianza expresada por grupos antiasistencialistas (47,1%), antiintervencionistas (48,4%) y autoritarios (56,4%). Entre quienes se identifican como “patriotas”, el apoyo apenas alcanza el 35,7%. Los polos más rupturistas perciben los grandes pactos como una continuidad del sistema, no como una solución.

Tampoco la edad marca una diferencia sustancial. El respaldo a los pactos se mantiene estable desde los dieciocho hasta los sesenta y cinco años. El grupo más favorable, con un 71,8%, corresponde a quienes hoy tienen entre cuarenta y cinco y cincuenta y cuatro años: la generación que vivió la entrada en la UE, las sucesivas crisis económicas y la pérdida de convergencia con Europa —el PIB per cápita español ha pasado del 105,4% de la media europea en 2007 al 85% actual—. Lejos de alimentar el cinismo, esta experiencia parece haber reforzado su demanda de estabilidad. El apoyo a un mayor consenso afecta a todas las generaciones por igual, pero también lo hace el deseo de superarlo.
Apoyo a los pactos según recuerdo de voto (Elecciones 2023)
También las bases electorales de los grandes partidos muestran una madurez política que supera a la de sus dirigentes. El 83,2% de los votantes del PSOE y el 81% de los del PP respaldan más acuerdos entre ambas formaciones. Esta convergencia no es menor: el Partido Popular representa al segundo grupo más importante del Partido Popular Europeo, y el PSOE desempeña el mismo rol dentro de los socialdemócratas.
España, por tanto, está en una posición inmejorable para tener un peso determinante en las instituciones europeas. Esa oportunidad depende, sin embargo, de que los líderes nacionales sepan traducir el mandato ciudadano en acuerdos tangibles.
Los extremos del tablero político —Vox (44,4%) y EH Bildu (26,4%)— concentran la mayor resistencia a los pactos entre PP y PSOE. Aun así, incluso entre votantes de fuerzas como Sumar, el apoyo alcanza el 70,7%, lo que indica que el consenso trasciende la división izquierda-derecha y apunta a una percepción compartida sobre la urgencia del momento.

Territorialmente, el apoyo también es mayoritario en casi todo el país. Canarias (91,2%) encabeza la lista, mientras Navarra (47,6%) es la única comunidad donde no se alcanza la mayoría absoluta. Las regiones con mayor escepticismo coinciden con aquellos territorios donde los movimientos nacionalistas tienen una presencia más relevante, lo que sugiere que el consenso estatal encuentra límites allí donde las identidades territoriales cuestionan el marco nacional. Sin embargo, tanto comunidades gobernadas por el PSOE como por el PP muestran altos niveles de apoyo, lo que apunta a una voluntad transversal de estabilidad.
Por género, las diferencias son menores pero consistentes. Un 71% de las mujeres respalda los acuerdos frente a un 67% de los hombres. Esta diferencia, aunque modesta, puede estar vinculada a una mayor valoración del diálogo como herramienta política entre las mujeres. Pero lo esencial es la transversalidad del dato: ni la edad, ni la ideología, ni la adscripción territorial parecen romper el consenso ciudadano.
Mientras la ciudadanía opta por el pragmatismo, los dirigentes siguen atrapados en una retórica polarizadora. Esta desconexión alimenta un riesgo mayor: si los partidos mayoritarios no asumen su responsabilidad, pueden abrir la puerta a quienes buscan sustituir el marco democrático por una lógica de confrontación permanente. Sobreactuar el desacuerdo no solo erosiona la confianza pública, sino que debilita las bases mismas del sistema democrático.
Si la UE pretende mantener su soberanía tecnológica, energética y militar, necesitará de Estados miembros comprometidos y estables. España, por su posición geográfica, su vinculación transatlántica y su peso en el sur global, tiene un papel que desempeñar. Pero ese papel no será posible si el país sigue sumido en disputas domésticas que ignoran la escala real de los desafíos.
Los ciudadanos ya han hablado. Lo han hecho con claridad y con responsabilidad. El reto es que sus líderes construyan los consensos que el país necesita para no quedar atrás en la historia que se está escribiendo ahora mismo, en Europa y en el mundo.
Publicado en Agenda Pública el 6 de julio de 2025.
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