El presidente Alberto Fernández manifestó recientemente que tras la crisis sanitaria que estamos atravesando para la economía va a ser necesario “barajar y dar de nuevo”. ¿Quién barajará? ¿Qué cartas le tocará a cada uno? Gustosos de hablar en tiempos normales de manera recurrente sobre puja distributiva, coincidimos en que si hay un momento en el que la puja estará bien presente es el actual. Y frente a ella tenemos dos opciones: enfrentarla de manera realmente solidaria como una sociedad de pares o por decreto.
De manera recurrente en términos militares se suele referir también que estamos enfrentando a un “enemigo invisible”. Dicha retórica se suma a las habituales expresiones marciales de la política argentina tales como “militante”, “búnker” y, más recientemente, “comandante”. Sin embargo, ya que estamos en esta tónica, en materia económica, una cuestión elemental para cualquier enfrentamiento bélico pasa por conocer y entender al “enemigo”.
A diferencia de lo que plantea el Presidente Alberto Fernández el momento actual no es similar a 2003 y, por otro lado, él no atravesó la verdadera crisis, la de 2001-2002, ni tiene la experiencia consiguiente para afrontar la presente crisis. Menos aún si no se reconocen las diferencias clave entre ambos momentos.
En 2003 la Argentina ya había atravesado un enorme ajuste fiscal y de cuenta corriente como producto de la brutal devaluación, declaración del default y pesificación asimétrica de depósitos de 2002 que llevó a una situación de superávits gemelos. A este escenario se sumaron elevados precios internacionales de commodities y un país que había recuperado el crecimiento hacía varios meses. Debido al reluciente default no se pagaban intereses ni amortizaciones del capital de la deuda pública y se habían incorporado recursos extraordinarios a los ingresos públicos como producto de las retenciones a las exportaciones de materias primas. Los salarios argentinos en dólares corrientes habían caído por debajo de aquellos de la mayoría de los países del mundo, incluso de aquellos de bajos ingresos.
Tras 10 años de estancamiento estructural, déficits gemelos, inflación de dos dígitos con perspectivas a acelerarse y una moneda que pierde valor de manera permanente, un gasto público y una presión tributaria en niveles récord, rentabilidad empresarial a la baja hace años y hoy estancada por la cuarentena, cadena de pagos completamente rota, niveles de ahorro, liquidez y solvencia en situación crítica y entrando de manera épica en un nuevo default, la Argentina de 2020 tiende más a estar entrando a la peor crisis de su historia. En el plano internacional, enfrentaremos un mundo en recesión, precios de los commodities por el piso y perspectivas de un comercio global deprimido por largo tiempo.
Entonces, comparar momentos completamente distintos desde la política pública en términos estratégicos puede hacer que los recursos destinados al esfuerzo de la “guerra” no sean los adecuados, no lleguen a tiempo, que fallen las comunicaciones y que los informes de inteligencia sean imprecisos. Frente a los escasos márgenes de maniobra que nos deja el momento actual necesitamos como sociedad despojarnos de la épica militarista y fortalecer los canales horizontales. Institucionalizar, garantizar libertades y compartir esfuerzos.
En primer lugar, el Gobierno debería mostrarse más dispuesto a realmente destinar los recursos económicos necesarios para sustentar las fuentes de trabajo que genera el entramado empresarial cuyo rol será fundamental para la reactivación de la economía. Las dificultades de la ANSES para hacer efectivo el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) así como las idas y vueltas para el acceso a los créditos a las PyME son señales de dilación innecesarias. Se requiere definir en conjunto de manera consensuada cuál podrá ser el esfuerzo económico a aportar por cada sector. El foco principal de esta dinámica tiene que orientarse al cuidado de los segmentos productivos que generan empleo que son lo que se encuentran en peor situación en estos momentos. Hasta el momento, no se advierten en la calle los 3 puntos del PBI volcados por el Gobierno para enfrentar la crisis sanitaria y económica.
Es momento de esfuerzos compartidos, todos los sectores políticos y económicos de la sociedad tenemos que coordinarnos y definir de manera conjunta los aportes que cada uno de ellos estará dispuesto a aportar para salir adelante. Ello implica alcanzar consensos mínimos sobre medidas a adoptar a corto plazo así como la definición de un sendero a seguir sobre la base de definiciones estratégicas de más largo aliento.
En términos institucionales, en estas horas críticas se requiere un esfuerzo para revisar los conceptos que dieron buenos resultados hasta ahora para enfrentar a la pandemia pero que relegaron a la actividad económica. Ejemplos de ello son el regreso a las funciones plenas de los otros dos poderes del Estado, la convocatoria de un ámbito amplio de toma de decisiones que involucre a los referentes sociales, económicos y políticos de la sociedad con capacidad de representación, y la reactivación de algunas áreas clave del Estado que servirán para resolver temas fundamentales del sistema tales como la ANSES. Es inviable regular relaciones económicas entre privados (préstamos, alquileres, quiebras – o mecanismos que las eviten-, entre otros) sin la participación de todos los poderes del Estado, sin la capacidad del Ejecutivo funcionando a pleno y sin la participación de la sociedad.
En términos geográficos, en estos momentos es necesario comprender mejor de manera táctica la dinámica en la administración de los asuntos públicos. Esta dinámica está dada por la combinación de acciones del Estado nacional dando respuestas tempranas y legitimadas en combinación con una adecuada descentralización territorial de las medidas.
La interacción entre niveles de gobierno también es un elemento esencial para salir mejor parados de esta pandemia y sus efectos económicos. Parte importante del desafío pasa por mejorar los esquemas de vinculación efectiva entre diferentes niveles de gobierno de manera tal de tomar decisiones de corto plazo y perdurables en el tiempo lo más rápido posible. Por ejemplo, a corto plazo se requirió avanzar rápidamente con la cuarentena y el acompañamiento político estuvo a la orden del día. A mediano plazo se requiere descentralizar y fortalecer a las provincias con recursos financieros, humanos, infraestructura y equipamiento médico. El mediano plazo lo hacemos entre todos; sin acuerdos políticos no se sostendrá y el “enemigo” pasará a ser no ya invisible sino bien palpable.