La cumbre de alto riesgo entre los dos líderes se produce un año después de su último encuentro cara a cara.
Traducción Alejandro Garvie
Woodside, California. El presidente Joe Biden y Xi Jinping de China sostuvieron un encuentro diplomático estrechamente programado el miércoles al margen de una cumbre de estados del Pacífico destinada a calmar los temores de que Estados Unidos y China se encaminen hacia un conflicto militar en el Indo-Pacífico. Luego, en los últimos momentos de sus comentarios a la prensa después de la reunión, Biden mantuvo su evaluación anterior de que Xi es un dictador.
“Mira, lo es. Es un dictador en el sentido de que es un tipo que dirige un país que es comunista”, dijo Biden durante una conferencia de prensa después de su sesión de cuatro horas con Xi.
Los comentarios podrían provocar una posible reacción de China. La última vez que Biden llamó dictador a Xi, en un acto de recaudación de fondos en junio en el norte de California, los funcionarios chinos calificaron los comentarios de absurdos y de provocación.
Biden apenas unos minutos antes el miércoles había anunciado acuerdos sobre una serie de medidas de fomento de la confianza, específicamente la reanudación de las comunicaciones de alto nivel entre militares. “Comunicaciones abiertas, claras y directas”, afirmó, que ayudarán a evitar “errores de cálculo vitales por ambas partes” que pueden provocar accidentes.
Biden también dijo que él y Xi acordaron medidas que podrían ayudar a frenar el flujo de sustancias químicas chinas utilizadas en la producción estadounidense de fentanilo, y que los dos países discutirían más a fondo los impactos de la inteligencia artificial, incluidos los riesgos y problemas de seguridad asociados con la tecnología emergente.
“Nuestras reuniones siempre han sido sinceras y directas. No siempre hemos estado de acuerdo, pero siempre han sido sencillos”, dijo Biden. “Y hoy aprovechamos varios meses de trabajo preliminar que hemos sentado durante los últimos meses de diplomacia de alto nivel entre nuestros equipos”.
Pero la sincera evaluación que hizo Biden del líder de China resultó ser un reflejo más cercano de la relación cada vez más fría entre las dos potencias. También se refirió a un tema más amplio de la presidencia de Biden: que el escenario global es una lucha por la supervivencia entre la democracia y la autocracia, con riesgos que no podrían ser mayores.
Y la rápida ocurrencia, una vez más, reveló a un presidente estadounidense dispuesto a jugar el juego con comentarios duros, pero sólo por un tiempo determinado – tal como cuando dijo el año pasado, mientras estaba en Polonia, que Vladimir Putin no puede permanecer en el poder, o que el repetido más de cuatro veces a lo largo de su presidencia, cuando dijo que Estados Unidos defendería a Taiwán si China atacaba – sólo para que sus comentarios fueran rechazados por su staff.
El encuentro entre ambos fue el primero en un año. La audiencia principal de Biden eran los socios estadounidenses que estaban al mismo ritmo que los esfuerzos de su administración para contrarrestar el creciente poder diplomático y militar de China. Xi apuntó a la comunidad empresarial internacional (incluidos aquellos que pagaron al menos 2.000 dólares por plato para escucharlo hablar en una cena corporativa posterior a la reunión el miércoles por la noche) a la que China necesita atraer para resucitar la tambaleante economía del país.
El hecho de que los dos líderes estuvieran hablando fue otra de las grandes conclusiones de la cumbre.
“En los próximos meses, continuaremos preservando y aplicando la diplomacia de alto nivel con la República Popular China, en ambas direcciones, para mantener abiertas las líneas de comunicación, incluso entre el presidente Xi y yo”, dijo Biden. “Él y yo acordamos que cualquiera de nosotros puede levantar el teléfono y llamar directamente.”
Mientras tanto, Xi declaró su compromiso con unos vínculos “estables, saludables y sostenibles” con Estados Unidos, informó la agencia estatal de noticias china Xinhua.
Horas antes, Biden subrayó lo mucho que está en juego en la reunión, celebrada en una finca rodeada de olivos en un suburbio de San Francisco, y declaró que “el mundo” estaba observando su resultado. La relación entre Washington y Beijing será determinante durante décadas, pero se ha deteriorado gravemente en medio de una creciente amenaza de conflicto militar entre las dos economías más grandes del mundo que ha llevado las relaciones a su punto más bajo en medio siglo.
Xi se hizo eco de la necesidad de conversaciones sinceras, sentado frente a Biden en una larga mesa de conferencias, ambos flanqueados por asesores de alto nivel. El líder chino señaló más directamente las tensiones entre las dos naciones y señaló, a través de un traductor, que las cosas no habían sido “fáciles” entre Washington y Beijing. Pero dijo que el diálogo era necesario ya que “darnos la espalda unos a otros no es realista”.
Xi también minimizó la necesidad de competencia, señalando las diferencias inherentes entre Estados Unidos y China y que “no era realista que una parte intentara moldear a la otra”. “El planeta Tierra es lo suficientemente grande para que ambos países tengan éxito”, dijo Xi, antes de que ambas partes comenzaran la reunión a puertas cerradas.
La Casa Blanca deliberadamente estableció bajas expectativas para la reunión, tanto en términos de resultados como de la conferencia de prensa vespertina de Biden. El objetivo de la administración, simplemente, era retroceder el tiempo y restaurar la relación bilateral al nivel que tenía cuando los dos hombres se reunieron por última vez en Bali, Indonesia, antes de que escalaran las tensiones.
Ese encuentro de hace un año se había anunciado como un gran avance, pero la relación se agrió meses después. La presencia de un supuesto globo espía chino sobre los Estados Unidos continentales en febrero, el creciente ruido de sables de Beijing hacia Taiwán y las nuevas restricciones estadounidenses a las exportaciones de alta tecnología dirigidas a China intensificaron aún más las tensiones y los hombres no han hablado desde entonces.
Biden y Xi tienen una larga historia, una que ha surgido repetidamente para Biden cuando se vendió a los estadounidenses en 2020 como un estadista de carrera con respecto a otros líderes mundiales y sus motivaciones. En un estribillo común, volvió a contar la historia de una reunión con Xi en el suroeste de China cuando era vicepresidente. Xi le pidió seriamente que definiera a Estados Unidos, y Biden dijo: “posibilidades”. Biden habló de viajar mucho con Xi, y el líder chino invocó ese viaje en sus comentarios del miércoles, aunque Biden luego usaría una retórica cada vez más candente para describir a su homólogo chino.
El último año ha puesto a prueba aún más su determinación.
Debajo de las bromas superficiales, las lecturas para los dos líderes expusieron las profundas divisiones en temas bilaterales clave. Xi exigió que Estados Unidos “deje de armar a Taiwán”, informó Xinhua. También declaró que la “reunificación” de la isla autónoma con China –algo a lo que se opone la mayoría de los taiwaneses– es “imparable”.
Biden dijo que la política de Estados Unidos hacia Taiwán no ha cambiado.
Pero el presidente aún planeaba presionar a Xi sobre los vínculos de China con Irán, incluyendo cómo el líder chino podría usar su influencia con Teherán para evitar que Irán y sus representantes conviertan la guerra entre Israel y Hamas en un conflicto regional más amplio. Pero las esperanzas de la administración eran limitadas, considerando que Beijing –si bien no ayudó abiertamente a Rusia en su esfuerzo bélico contra Ucrania– tampoco ha congelado su relación con Moscú.
Los asesores de Biden esperan aliviar las tensiones con China en parte para permitir que el presidente se centre en las crisis de Oriente Medio y Ucrania, así como en su propia campaña de reelección. Pero si bien hay pocos temas unificadores en un Washington dividido, ser agresivo con Beijing ha creado cierto bipartidismo. Y los legisladores de ambos partidos coinciden en que el estado de las relaciones entre Estados Unidos y China exige del encuentro algo más que una vaga retórica.
La reunión bilateral ofreció una distracción bienvenida para los funcionarios de la administración en la cumbre de APEC en la cercana San Francisco, quienes en los últimos días frustraron a más de una docena de naciones de Asia y el Pacífico – muchas de ellas también cortejadas por China – cuando Estados Unidos retiró las conversaciones comerciales que el propio Biden había iniciado.
Mientras las delegaciones extranjeras se quejaban entre bastidores, los líderes de los aliados de Estados Unidos en Asia dieron la bienvenida a la reunión Biden-Xi como una oportunidad única para fomentar la estabilidad en una relación entre Estados Unidos y China que últimamente ha amenazado con salirse de control en su patio trasero.
“Debería dar un mensaje claro de que podemos trabajar juntos y confiar unos en otros para resolver problemas graves, como las cuestiones climáticas, el comercio o [el conflicto en] Gaza”, dijo el miércoles el primer ministro malasio, Anwar Ibrahim, en la cumbre. “No se puede obligar a países como Malasia y las naciones [del sudeste asiático] a ver el mundo y sus grandes potencias con la mentalidad de la Guerra Fría”.
Los veteranos del estado de seguridad estadounidense también acogieron con agrado la reunión en San Francisco, en particular las esperadas discusiones para restablecer las comunicaciones entre los ejércitos de las naciones. Si bien las mejoras en cuestiones comerciales o de derechos humanos son pasajeras, las naciones al menos pueden intentar garantizar que cualquier accidente potencial –especialmente en el Estrecho de Taiwán o el Mar de China Meridional– no desencadene una guerra a gran escala.
Durante la primera Guerra Fría, “tuvimos medidas exquisitas para eliminar conflictos con los rusos, exquisitas”, dijo Condoleezza Rice, Secretaria de Estado durante la presidencia de George W. Bush, en la cumbre de APEC. “No tenemos nada parecido con China.”
“No queremos un conflicto candente”, dijo, “pero puede ocurrir por un accidente”.
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