Mi primera reacción frente a esta medida, que leí en la mañana del jueves en Clarín, fue casi un ataque de bronca: los mayores sabemos de nuestra fragilidad, pero no es prohibiendo que van a lograr que nos cuidemos mejor. Nunca las prohibiciones o restricciones de este tipo son buena idea.
Esta es, además, una medida absurda, e impracticable.
Están dando ‘palazos de ciego’: la califico como una idea poco inteligente y sobre todo muy poco respetuosa de la dignidad de los mayores. Es mucho más riesgoso ir a darse una vacuna que, por ejemplo, salir a la puerta de casa o a dar una vuelta manzana, y sin embargo nos indican que nos demos las vacunas.
Con esta medida, ¿nos obligarían a colgarnos de una línea que seguramente estará colapsada? ¿Y le dirán a Hugo Moyano o a otros sindicalistas mayores de 70 años que no salgan a la calle, o además van a discriminar arbitrariamente sobre quiénes se aplica?
En todo sentido, es impracticable. Yo, personalmente, tengo una planta baja al aire libre que me permite dar vueltas y ver el sol, pero es una situación excepcional, hay muchos mayores que no tienen posibilidad de ver la luz o simplemente necesitan salir a comprar sus alimentos o proveerse de medicación.
Hay detrás de esta idea ─que el ministro de Salud de la Ciudad, Fernán Quirós, hoy ni siquiera podía justificar, lo que me hace pensar que no fue idea suya─ una vibra autoritaria frente a la que reacciona cada fibra de mi cuerpo.
A mí, que me detengan, a ver dónde me mandan. ¿Van a amontonarnos dónde? Hay una tendencia autoritaria contra la que visceralmente todas mis celulas reaccionan. Ojalá esta ocurrencia de alguno sea revisada y no llegue a ponerse en práctica en los hechos.
Publicado en Clarín el 17 de abril de 2020.
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