viernes 18 de octubre de 2024
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Entre Lula y Bolsonaro, vuelve a hacerse fuerte el amplio centro en Brasil

Las elecciones municipales del último domingo (6 de octubre) en Brasil –únicas intermedias, ya que los mandatos de gobernadores y legisladores federales y regionales coinciden con los del Ejecutivo– dejaron unos cuantos datos interesantes para el análisis, y todos ellos vienen a ratificar que al margen de la polarización entre los liderazgos del presidente Luiz Inácio Lula da Silva y su antecesor, Jair Bolsonaro, sigue habiendo un amplio y saludable centro.

No es una novedad: Lula llegó al gobierno por primera vez, en 2003, de la mano de una coalición entre su Partido de los Trabajadores (PT) y el centrista Movimiento Democrático Brasileño (MDB), entonces y ahora el más numeroso del país, y en esa alianza se apoyó para ser reelecto en 2006 y para entronizar en los dos períodos siguientes a su sucesora, Dilma Rousseff.

La sociedad entre el PT y el MDB se rompió en 2016, cuando el segundo se unió al también centrista Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB, por aquella época el segundo con mayor cantidad de afiliados y el mayor opositor) para destituir en el Congreso a Rousseff y quedarse con el gobierno, a cargo del hasta ese momento vicepresidente Michel Temer.

En 2018 ganó Bolsonaro con una alianza entre dos partidos mucho menos numerosos, que aprovechó el descrédito en que habían quedado sumidos el PT, el MDB y el PSDB por el ajuste económico que aplicaron durante el segundo mandato de Rousseff y su continuación por Temer, y por la fuga de fondos públicos hacia políticos locales y extranjeros a través de empresas contratistas de la petrolera estatal Petrobras.

Pero el amplio centro seguía vivo y así como lo demostró en los comicios generales de 2022 –tras la decepción por un gobierno de Bolsonaro igualmente duro, o más, en lo económico, y por la revelación de que Lula había sido procesado y encarcelado de manera irregular–, volvió a hacerlo evidente el domingo pasado.

Si se computan los votos de todo el país –algo cuya importancia es relativa, ya que cada alcaldía se define por los votos dentro de la propia ciudad y no se elegían autoridades nacionales–, el Partido Liberal (PL) de Bolsonaro fue el que más sumó, con 15,7 millones, cerca del doble de los que obtuvo el PT (8,9 millones), que quedó cuarto detrás también del PSDB (14,5 millones) y el MDB (14,4 millones). De todos modos, conviene no perder de vista que, con respecto a las municipales de 2020, el PL creció 236,2% y el PT, apenas 28,2%.

En cambio, si los resultados se miden por partidos, el que más alcaldías ganó es el PSDB, con 882, y lo siguió el MDB, con 856. En ese ránking, el PL fue quinto, con 512, y el PT quedó noveno, con 248.

San Pablo, la ciudad más grande no solo de Brasil, sino de toda América Latina, deberá definir su jefe de gobierno en segunda vuelta, el 27 de octubre, entre los candidatos de Bolsonaro y Lula –pero que no pertenecen ni al PL ni al PT–, que superaron ajustadamente a un outsider de ultraderecha. El actual alcalde, Ricardo Nunes, del MDB, apoyado por Bolsonaro, obtuvo 29,48% de los votos; Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad (Psol) y sostenido por Lula, reunió 29,07%, y Pablo Marçal quedó por muy poco fuera del ballottage, con 28,14% de los sufragios.

No deja de ser curioso que Lula no haya podido tener un candidato propio en San Pablo, de cuyo conurbano surgió como dirigente sindical, y que Bolsonaro haya tenido una presencia muy moderada en la campaña electoral, que él mismo se encargó de explicar en la noche del domingo: “Había una preocupación de que yo podría entorpecer a Nunes, pero ahora vamos a disputar el voto de Marçal, que entiendo que es de derecha y y vendrá con nosotros”, dijo.

Es también un dato relevante, sobre todo para quienes analizan el escenario brasileño a distancia, que Bolsonaro haya preferido al candidato del MDB y no a un empresario e influencer de ultraderecha que en las 48 horas previas a los comicios tuvo suspendidas sus cuentas en redes sociales por haber divulgado un informe médico falso que relacionaba a Boulos con el consumo de drogas.

Gane o pierda en la segunda vuelta, Boulos es una figura para tener en cuenta, porque desde bastante antes de estas elecciones municipales, muchos analistas lo consideran candidato a la sucesión de Lula en el liderazgo de la centroizquierda brasileña. Igual que el actual mandatario, no proviene de la política tradicional –ganó notoriedad como referente del Movimiento de Trabajadores Sin Techo– y, del mismo modo que Lula, deberá transformar su perfil de activista polarizador para convertirse en un político aceptable para el establishment, que en este caso no define únicamente a los partidos o dirigentes tradicionales, sino también a un consenso ciudadano bastante extendido en el país acerca de lo que debe tener y no debe tener un presidenciable. Lo que menos lo apremia es el tiempo: para los comicios generales de 2026 tendrá 44 años, la misma edad que tenía Lula cuando se presentó a la primera de las tres elecciones presidenciales que perdió antes de ser consagrado por primera vez el día que cumplió 57.

(De paso, si Boulos reprodujera en general el proceso que atravesó Lula, aun cuando no llegara a ser presidente pero sí candidato o líder partidario, hará patente el ascenso de la representatividad de los movimientos sociales en detrimento del sindicalismo, un fenómeno que no es solamente propio de Brasil en tiempos en los que viene debilitándose relativamente la incidencia del empleo formal.)

En síntesis, tal vez estemos empezando a ver a un Bolsonaro algo más moderado y a un Lula acaso dispuesto a traspasar su liderazgo. En las elecciones presidenciales de octubre de 2026, Bolsonaro tendrá 71 años y Lula estará a punto de cumplir 81.

Mientras tanto, parece pertinente tener en cuenta lo que dijo el domingo a la noche Eduardo Paes, el alcalde de Río de Janeiro reelecto con 60,47% de los votos: “Llegó la hora de parar con la polarización. Acá hay personas que piensan diferente. Podemos juntarnos, unirnos, y construir algo mejor para Brasil. Dimos un mensaje para el país.”

Paes fue escogido para gobernar la segunda mayor ciudad de Brasil por segundo período consecutivo y cuarto en total, pues ya había desempeñado ese cargo entre 2009 y 2016. Pertenece al PSDB y el día de las elecciones generales de 2026 tendrá 56 años.

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