miércoles 9 de octubre de 2024
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Entre jaranas y lamentaciones

Resulta  ingenua la inquietud quejosa expresada por la oposición y algunos medios, respecto de la ausencia de un plan macroeconómico del Gobierno, para la administración nacional y como marco de las relaciones con los Organismos multilaterales. 

Por aproximación, algo así debería contener indicadores económicos generales, las variables que se agregan, datos ciertos sobre bienes producidos, ingresos,  recursos, inversiones y gastos,  nivel de empleo, endeudamiento, balanza de pagos, tipos de cambio,  funcionamiento de los precios, etc. Objetivos a alcanzar, explicando prioridades y las medidas adecuadas. 

Similar impresión, causan los dimes y diretes, la lluvia de palabras, versiones y pronósticos sobre acuerdo y relaciones con el FMI y los Organismos de Crédito. O, la amenaza abismal: si entraremos o no en default técnico y definitivo. Cuándo y  cuáles serían  sus derivaciones conjeturales. 

Cómo esperar y menos demandar algo así, sabiendo que el núcleo de poder está parcial o totalmente fracturado y disfrazado, ocupándose de otros temas. Sin interés   de informar, escuchar o incorporar otras miradas diferentes al magma traumático de esa fractura, cuya evolución es imposible de suponer. Un interrogante  en desarrollo,  perpetuo y soberbio, que se aplaude ciegamente a sí mismo. 

Los inspiradores del Gobierno despotrican contra las reglas del mercado mundial, hijas esclavas del neoliberalismo. Les resultan más amistosas las supuestas sombrillas “humanitarias” de Rusia o China. Siempre bondadosas, dispuestas y accesibles para cobijar y tutelar a quienes prefieren fugarse de Occidente. 

Ejercen y aprovechan dominios locales autoritarios, alentándolos con el abrigo de sus rígidas y centralizadas potencias, cuya tragedia es que si bien enfrentan  -geopolíticamente- las contradicciones y fracasos del capitalismo occidental, lo hacen ejerciendo tipos de socialismos –y capitalismos- rudos, brutales, dominantes y fanáticos. 

Tanto China como Rusia juegan -a su modo- las reglas del mercado mundial.  Hacen  todo tipo de planes,  anuales y plurianuales, pero los hacen desde un poder  concentrado en torno a sus regímenes totalitarios. Con fines y objetivos concretos de expansión imperial en provecho propio. 

Son muy importantes, no cabe duda, pero no respetan la configuración institucional democrática de Occidente y, en todo caso, sus rigurosas organizaciones  nada tienen que ver con el pluralismo y el proceso vivo de ampliación de derechos de occidente, por cierto controversial, pero procurando siempre libertades y  derechos individuales ante el poder, y no la sumisión a los que mandan 

Es evidente que a nuestros gobernantes les resulta mucho más práctico vivir sin presupuesto, sin plan y hacer cada día lo que quieren, dentro de lo que pueden. Con ausencia cuando no mentiras sobre datos serios, pretextando peleas con sombras invisibles, y festejando triunfos inexistentes. Una gran farsa para confundir a la tribuna. 

Las cosas seguirán su curso por inercia del desorden entrópico del gobierno. Habrá o no presupuesto aprobado por el Congreso y acuerdo con el FMI. Se dibujará o no un Plan macroeconómico. 

Darán las  explicaciones que quieran dar, pero en el fondo, fracturados y todo, para seguir teniendo la manija,  han elegido un sendero, el mismo que iniciaron Cuba y Venezuela –sin ser exactamente lo mismo-, confiados en que los países no desaparecen, sino que cuando entran en picada sólo  acentúan lenta y gradualmente su decadencia colectiva. 

Se muestran orgullosos de cierta épica independentista y de “vivir con lo nuestro”.  En tanto la energía, los transportes, lo puertos, ríos y mares,  la minería, la tecnología, las finanzas y otras yerbas de interés común, pasan tramposamente a intermediarias “manos amigas”. Fortaleciendo geopolíticamente  a los receptivos imperialismos  de Oriente, que serán nuestros nuevos gringos, con crecientes enclaves  latinoamericanos. 

Aunque nuestros gobernantes se comporten cada vez peor, con menor eficacia pero con comodidad personal y ritmo caribeño-, persisten pomposamente en el engaño de estar batallando contra el capitalismo y sus agentes vendepatrias, aunque aquí sigan creciendo pobres y marginados. 

En su discurso “fraterno” y angelical, los acompaña uno de los voceros de Dios en la tierra. Al Vaticano rogando y con  Rusia y China dando.  

Mientras tanto, la oposición debería dejar de correr y tragarse cada amague, cada señuelo, con comentarios, críticas y lamentaciones a través de los medios  -y con la agenda obsesiva de algunos de éstos-, coordinar mejor su universo interior y dar a conocer públicamente  -sin eufemismos-, algo parecido a un plan. 

Un marco programático  propio, no sólo para ganar alguna elección, sino proponer específicamente qué y cómo afrontar los grandes problemas  para integrar y gobernar uniendo a la  nación, pese a los enormes factores de bloqueo que todos conocemos. 

Siempre auspiciando la actitud de diálogo político honesto, y  la búsqueda de comunes denominadores entre todos. 

Caso contrario,  pasarán los  años y las calamidades serán mayores.  Como escribió Monterroso, en su breve e inquietante relato, tendremos que decir entonces: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. 

Cada vez más antiguo y más duro. Como un muro de lamentaciones que cruza todo el país, impidiendo el despliegue de sus mejores energías.  

Si lo hace, transmite y explica claramente, conseguirá mantener atenta y activa a nuestra  sociedad, en estado de esperanza y confianza hacia el futuro. Con fuerza y espíritu para cambiar, dejar atrás democráticamente lo que ha fracasado, y mejorar en paz la convivencia de los argentinos. 

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